Ana García Lozano: «Mi prioridad nunca ha sido la tele, sino la familia»
La radio y la televisión le han servido para valorar mejor la importancia de la gente que la rodea
Pertenece a una familia de artistas –su padre guitarrista, su madre cantante y su tío Manolo Escobar–, pero la curiosidad y el interés por el mundo que la rodeaba encauzaron su vocación hacia el periodismo. Ha estado delante y detrás de cámaras y micrófonos, fue la primera presentadora en España, a principios de los 90, de programas de testimonio –también conocidos como talk show-, aunque ni la tele ni la radio han logrado alejarla nunca de lo que considera prioritario: la familia.
No se arrepiente de nada de lo que ha hecho, ni tampoco de haber rechazado alguna oferta interesante, que la obligaba a trabajar fuera de Madrid, convirtiéndola en madre de fin de semana.
A través de aquellos espacios dedicados al testimonio de personas anónimas –como El programa de Ana, en Telemadrid, o Ana, en las tardes de Telecinco-, García Lozano descubrió la necesidad que tiene mucha gente de que la escuchen. «Hay personas que viven en su casa, rodeadas de gente, y nadie las escucha. El programa les servía para explayarse y contar lo que quisieran», afirma la presentadora en esta entrevista de Fuera de micrófono. La periodista, nacida en Valencia y madrileña de adopción, también se dio cuenta enseguida de que no todo vale para ganar audiencia.
Ana recuerda lo mal que lo pasó en un programa dedicado a «cómo superar la muerte de un hijo», cuando ella todavía tenía reciente el nacimiento del suyo, y se reconforta de que no se produjera ninguna desgracia como consecuencia de las confesiones de algún invitado a sus programas. Para esta mujer, alejada de la televisión desde hace algunos años –por razones ajenas a su voluntad-, ahora no tiene ningún sentido mirar atrás, ni culpar a nadie de su ausencia.
«Cuando me dicen ‘ya no te vemos en la tele’, les contesto que todo tiene que renovarse y que hay que dejar a la gente joven que salga. No tengo ningún problema. No todo es salir en la tele o tener un programa en la radio». Y, por si quedara alguna duda, confiesa: «Con mi dosis de popularidad actual me basta y me sobra».
Quizá por eso valora tanto a quienes la rodean -«a mi gente»-, a la vez que disfruta con sus actuales tareas de coach, sus colaboraciones esporádicas en algunos edios o sus cursos y conferencias sobre comunicación y liderazgo.
PREGUNTA.- Tu padre guitarrista, tu madre cantante… Rompiste la tradición haciéndote periodista.
RESPUESTA.- La verdad es que yo también canto. Descubrió mi vocación de periodista una compañera del colegio que me decía: «Ana, eres muy cotilla» No era cotilla, era curiosa. Tener interés por las cosas y querer saber es algo necesario para un periodista. Aquella compañera me decía que tenía que serlo y yo le respondía: creo que sí. Decidí estudiar periodismo, pero también he tenido mis grupitos musicales de joven y he cantado.
«A mi tío Manolo Escobar no le haría gracia escuchar su Viva España en los mítines de Vox»
P.- Ser sobrina de Manolo Escobar también marca.
R.- Marca, sobre todo, para darte cuenta de lo importante que es tu tío, de cómo le quiere la gente, de cómo ha sido una persona tan querida y tan popular. Porque la fama es eso: popularidad. Que la gente te quiera y te achuche por la calle. Yo siempre he visto hacia él mucho cariño. Creo que mucha gente me ha seguido a mí por ser su sobrina. Ese cariño me lo ha trasladado mucha gente.
P.- ¿Te ha perjudicado o beneficiado ese parentesco en tu trabajo?
R.- Si hubiera decidido ser cantante, quizá me hubiera perjudicado, pero lo mío no tiene nada que ver con lo de él. Es una nota de color en mi vida y nada más.
P.- ¿Qué opinaría tu tío Manolo Escobar sobre el momento que estamos viviendo en España?
R.- No lo sé. Muy feliz no sería. A mí, por ejemplo, no me hace muy feliz que las manifestaciones de Vox se cierren cantando el Viva España. Yo no tengo nada que ver, pero muy feliz no me hace. Me imagino que a él tampoco le haría muy feliz. Mi tío tuvo que vivir en una época donde los cantantes tenían que convivir con Franco. Franco era el que estaba. Yo recuerdo que, en el Teatro Calderón –ahora Häagen-Dasz–, actuaban en matinales todos los artistas habidos y por haber en aquel momento: Manolo Escobar, Raphael, Rocío Jurado… Les tocó vivir esa época. No creo que le hiciera mucha gracia a mi tío escuchar su canción Viva España en los mítines de Vox.
P.- ¿Cómo recuerdas tus comienzos?
R.- Mi familia conocía mucho a la tía de la mujer de José María García. Entonces, cuando yo estaba estudiando la carrera, dije: yo quiero conocerle, ver cómo hace el programa. Fui una noche y, automáticamente, aquello se convirtió en una costumbre. José María me dijo: «ven cuando quieras» Le contesté: «Es que cuando quiera a lo mejor es todos los días». Recuerdo que veía el final del programa de Jesús Hermida y luego el de García. También veía cómo lo preparaba. Me encantaba verle llamar a Manuel Jiménez de Parga, su abogado, para preguntarle si podía decir esto o aquello. Me quedaba viendo el programa y al día siguiente me daba el madrugón del siglo. Después, me salió trabajo en Radio España, como productora. Allí preparaba, por las mañanas, el programa de las tardes. Pero, al final, estaba todo el día en Radio España; donde aprendí la labor de productora de radio, que es buscar hasta debajo de las piedras invitados y noticias. Fue una época estupenda. También me llamó José María García para incorporarme a su equipo, pero yo ya estaba haciendo otra cosa.
P.- Tu primer trabajo en televisión fue también detrás de las cámaras, en Telecinco.
R.- Coincidió con la aparición de las teles privadas, a principios de los 90. Los jóvenes que estábamos en las radios mandábamos currículos y a mí me llamaron de Telecinco en febrero de 1990 para ofrecerme ser redactora del programa VIP Noche, que presentaba José Luis Moreno. Mi trabajo consistía en buscar invitados y sentarlos en aquellas casillitas. Fue una época estupenda. Nos casamos entre compañeros porque estábamos allí trabajando todo el día. No quedaba otra. Yo mantengo todavía muchas amistades de aquella época.
P.- Posteriormente, trabajaste con Emilio Aragón en Antena 3.
R.- Emilio Aragón sustituyó a José Luis Moreno en el VIP Noche. Estando yo allí, me llamaron para trabajar con Jesús Hermida, pero, cuando fui a despedirme de Valerio Lazarov, me dijo que lo que pensaba hacer con Hermida lo podía hacer también en Telecinco. Yo me lo pasaba tan bien detrás de la cámara que decía: es una oportunidad, o no. Así que me quedé y seguí con Emilio. Luego, montaron la productora (Globomedia) y me prometió hacer un programa. Así surgió el talk show que presentamos en Telemadrid. Hicimos un piloto, les gustó
P.- Fuiste pionera, la primera presentadora en España de un programa de testimonios.
R.- Recuerdo que en la promo del espacio aparecía yo mirando a cámara y paseando por el plató diciendo: en El programa de Ana vamos a tratar esto y lo otro… Y terminaba diciendo: «Por cierto, yo soy Ana». Porque yo era una absoluta desconocida en aquel momento. No había programas que llevaran el nombre del presentador o presentadora. Como muy despacito y llamando a la puerta con mucha prudencia, nos metimos en la casa de mucha gente. El programa funcionó muy bien, primero en Telemadrid y después en Telecinco.
P.- ¿La clave del éxito cuál fue? ¿Ver a la gente contar su vida ante las cámaras?
R.- Los ensayos del programa los hacíamos en Globomedia. Cada compañero, incluido Emilio Aragón, interpretaba a un personaje, y yo hacía las preguntas. Yo pensaba: no puede haber gente que cuente tantas cosas. Afortunadamente, me equivoque. Y puedo decir bien alto que nunca pagamos a nadie para que viniera al programa a contar una historia. Hubiera sido adulterar la verdad de alguien. Solo se les pagaba el transporte y el hotel, si venían de fuera.
«Escondíamos las cámaras para que los invitados pudieran desinhibirse»
P.- El testimonio de alguna persona en este tipo de programas ha tenido consecuencias dramáticas.
R.- Nosotros intentábamos compaginar temas divertidos y frívolos con temas más duros. Yo, afortunadamente, no tuve que lamentar ningún caso de ese tipo.
P.- Hay gente dispuesta a todo por un momento de fama.
R.- Cuando terminábamos el programa, me acercaba a esa especie de escenario donde estaban los invitados y les daba las gracias por haber venido. Y ellos me decían: «No, no, gracias a vosotros por dejarnos contar esto». Hay personas que viven en su casa, rodeadas de gente, y nadie la escucha. El programa era su momento para explayarse y contar lo que quisieran. También teníamos un truco. Las cámaras estaban escondidas, para que nadie se sintiera demasiado expuesto. Para que pudieran desinhibirse un poco más a la hora de hablar. Logramos tener esa complicidad y ese entorno amigable entre todos.
P.- Ha habido personas que han contado historias inventadas e incluso actores que han interpretado un determinado papel.
R.- Nosotros adelantábamos temas que íbamos a tratar y había gente multiperfil, porque quería venir a más programas, para hablar de otras cosas. Pero eso, al final, lo detectas.
P.- El programa se vendió a Telecinco, con el nombre de Ana, y allí estuviste tres temporadas.
R.- Terminó porque estaba embarazada, mi hija fue muy prematura, y tuve que dejar el programa. Estuve nominada varios años, en la categoría de mejor presentadora, a los Premios TP.
«Con mi dosis de popularidad actual me basta y me sobra»
P.- Pero el éxito tampoco cambió tu manera de ser.
R.- Después de ser sobrina de un señor que era lo más de lo más, tú eres nada. Yo tengo una popularidad de estar por casa. Hay gente que me reconoce por la calle y me dice: «Ana, cuanto tiempo, y ¿ahora que haces?» Gente con buen rollo. Pero hay otra gente que te dice: «Te conozco». Entonces yo digo: «Pues, no lo sé». Otros te preguntan: «¿Veraneas en no sé dónde?, ¿has estudiado en tal colegio?» Depende de cómo tenga el día, les digo: a lo mejor me conoces de haberme visto en la tele. O les digo: pues no lo sé, no me suenas de nada. Con mi dosis de popularidad actual me basta y me sobra. Conmigo la gente es muy agradable. No me entran de mal rollo, ni mucho menos.
P.- ¿Cómo fue tu reencuentro con el micrófono, muchos años después, en los fines de semana de Punto Radio?
R.- A Consuelo Berlanga le ofrecieron hacer un programa los sábados por la noche y a mí los domingos, en el mismo horario. Querían dar una alternativa al fútbol. Lo pasamos muy bien. Al año siguiente nos dieron el mediodía del fin de semana, luego los domingos por la mañana y después las tarde. En Punto Radio estuvimos seis años y lo pasamos genial. Hablo en plural porque éramos un equipo de verdad, una piña. Tuvimos premios, reconocimientos y era divertidísimo trabajar con aquel equipo. Fue una época chula. La radio a mí me encanta.
P.- La radio es también menos estresante, más tranquila que la tele.
R.- Bueno, yo intento apasionarme con lo que tengo entre manos en cada momento. Yo volví a la radio después de 14 años, pero no la había echado de menos. Con lo que me gustaba… Pero, me lo había pasado tan bien en televisión, que la tenía olvidada. Cuando aterricé en la radio decía: si esto estaba muy bien.
P.- En la radio hay más improvisación y cercanía.
R.- Puedes tocar más y esas cosas que a mí me gustan. La radio es mágica. La tele es más descarada. De verte en la tele a escucharte en la radio hay un salto cualitativo. Me parece que hay más intención cuando sintonizas un programa de radio.
P.- Mucha gente recurre a la radio cuando está sólo y necesita compañía.
R.- Totalmente. La radio va contigo.
P.- Como vocal de la Asociación de la Prensa de Madrid, ¿cuál es el problema más serio que tiene actualmente nuestra profesión?
R.- Ahora mismo, tenemos el problemón de los ataques a periodistas que informan de las manifestaciones que tienen lugar en Madrid. No puede ser que se esté matando al mensajero de esa manera. La violencia que estamos viendo contra compañeros periodistas me parece que no tiene un pase. Ese es uno de los problemas que estamos viviendo ahora, pero hay otros muchos. La precariedad laboral es otro. Esa precariedad también existe en otras profesiones. Hay becarios a los que no se les paga en algunos sitios.
«Los periodistas tenemos que plantarnos: sin preguntas, no hay información»
P.- ¿Qué opinión tienes de las comparecencias en las que no se admiten preguntas a los periodistas?
R.- No puedo con ello. Si se trata de leer un comunicado, ¿por qué no me lo manda usted por email y me evito el desplazamiento? Mándemelo y no me tome el pelo. Desde la Asociación de la Prensa de Madrid lo hemos denunciado muchas veces, pero tendría que haber un plante de los grandes medios de comunicación. Es decir, si no hay preguntas, no hay información. ¿Usted quiere que yo informe de esto? Pues déjeme que pregunte, déjeme que trabaje. Un periodista no se tiene que conformar con lo que dice un político. Tiene que preguntar y repreguntar. No es trabajo del periodista ir a recoger un papel o ir a escuchar lo que dice un señor que parece un papagayo. Un periodista tiene que indagar y tiene que informar sobre lo que pregunta.
P.- ¿Echas de menos la televisión?
R.- No creas. Ahora mismo presento muchas cosas, muchos eventos que la gente que está ahora en televisión no puede hacer. Presento entregas de premios y otros actos. Soy coach, doy charlas sobre liderazgo y cursos de comunicación, sobre todo de cómo hablar en público para gente que tiene miedo, que se pone nerviosa porque no sabe cómo exponerse ante los demás. Fíjate, una cosa tan natural como hablarnos y comunicarnos, cuando vemos el efecto foco no sabemos cómo actuar.
P.- ¿A los españoles nos gusta más hablar que escuchar?
R.- Efectivamente, ese es un problema que tenemos. Si escucháramos un poquito más, nos iría mejor.
«Debo tener cara de oreja porque todos los taxistas me contaban su vida»
P.- Has tenido una buena escuela, porque en tus programas tenías que escuchar, más que hablar.
R.- Tú puedes tener un guión, una pauta, pero, al final, cuando tú escuchas la otra persona te va contando todo. Yo debo de tener cara de oreja –siempre lo he dicho– porque en aquella época me subía a un taxi y el taxista me contaba su vida. Pero su vida personal, familiar. Su vida íntima. Total. Y luego me pedían opinión. Al final, son muchísimas historias. Yo, en televisión, me limitaba a sonsacar esas historias, pero sin aportar nada. Por eso me formé como coach.
P.- Algunas historias contadas en esos programas testimonio te habrán dejado huella.
R.- En el programa que lo pasé peor fue en uno que hicimos en Telecinco y que se tituló ¿Cómo superar la muerte de un hijo?, porque yo además acababa de tener a Pablo, mi hijo mayor. Al escuchar aquellas historias – aunque lo hicimos para que fueran historias de superación que pudieran aportar herramientas que ayudaran a superar eso -, lo pasé muy mal. Fue uno de los programas que más me marcó.
P.- Has pasado por televisiones públicas –estatales y autonómicas– y por televisiones privadas. ¿Dónde te has sentido más cómoda y libre?
R.- Yo no he tenido problemas ideológicos en ninguna. He tenido más problemas de línea editorial del programa en una empresa privada que en una pública. No voy a decir en qué empresa privada, pero sí, me dieron algunos toques por la línea editorial. ¿Al final todo es política? No. Al final, todo es pasta.
«Yo no dejé la tele. Dejaron de contar conmigo y no hay ningún problema»
P.- Es un hecho constatable que, a las mujeres, a cierta edad, se os cierran puertas en los medios audiovisuales. ¿Cómo se puede luchar contra esto?
R.- Yo lo tengo asumido. A mí cuando me dicen: es que ya no te vemos en la tele. Digo: hay que dejar a la gente joven, a gente nueva, que salga. No tengo ningún problema. Yo no dejé la tele. Dejaron de contar conmigo y no hay ningún problema. Todo tiene que renovarse. Hay gente que dice que quiere morir en un plató. ¡Qué ordinariez! Yo no me quiero morir ni en un plató de televisión, ni en un estudio de radio. No quiero tener ese mal detalle.
P.- ¿Cómo valoras la televisión que se está haciendo ahora?
R.- Lo siento, pero veo muy poca tele. A mis hijos, cuando eran pequeños, les gustaba el programa Gran Prix y yo recuerdo también haberles puesto cintas grabadas de El Gran Juego de la Oca. Decían: ¡qué chulo! Pero no sé si ahora funcionaría El Gran Juego de la Oca. ¿Por qué digo que no lo sé? Porque la gente joven ya no ve la tele. Todo va en series, plataformas… Tienes tantísima oferta. Yo veo informativos y programas de tinte político porque me interesa lo que está pasando. Hay que seguir la actualidad, cómo no. Pero, eso de poder ver una serie a la carta, y ventilarte todos los episodios en cuatro días, es maravilloso.
P.- ¿El programa de Ana, que hiciste en Telemadrid, funcionaría en estos momentos?
R.- En TVE hicimos 20 años más tarde un programa similar, que se llamaba Tenemos que hablar, y no funcionó. También es cierto que en ese momento no funcionaba nada en TVE por las tardes. Todo estaba mal, en cuanto a audiencia. Era el momento álgido de Sálvame y en Antena 3 había una serie que se llamaba El secreto de Puente Viejo; dos productos con una audiencia muy fiel y no podías rascar bola. Estuvimos tres meses en antena y no funcionó. Pero, todo lo que pusieron antes y después tampoco funcionó. No sé si ahora encajaría un programa de ese tipo. No lo sé. Ojalá tuviera la bolita mágica y lo supiera.
P.- En televisión hay que estar preparado para todo. Cuando llegan los momentos malos, ¿quién te ayuda a superarlos?
R.- ¿Sabes qué pasa? Que mi prioridad nunca ha sido la tele o la radio. Mi prioridad es mi gente, mi familia. Tengo una familia estupenda. He tenido ofertas para hacer cosas fuera de Madrid, pero me ha pillado en una época con hijos adolescentes y las he rechazado. Estar de lunes a viernes lejos de ellos y ser sólo una madre de fin de semana no me apetecía. No era el momento. A lo mejor ahora, que son ya veinteañeros, me lo pensaría. No me arrepiento de haber dicho que no. Yo he puesto el foco en mi casa. No todo es salir en la tele o tener un programa de radio. Está muy bien, me lo he pasado pipa, me encanta, pero en la vida hay más cosas.