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José Ramón Pardo: «Julio Iglesias es un trabajador nato, amigo de sus amigos»

José Ramón Pardo posee una colección de alrededor de 100.000 discos, acumulados en su larga trayectoria profesional

Ha tenido que comprar una nave para guardar una parte de los 100.000 discos que ha ido acumulando a lo largo de su vida. La música, en diferentes facetas y modalidades, ha marcado la trayectoria profesional de este asturiano de 82 años, todavía en activo. José Ramón Pardo tuvo dudas en su etapa universitaria, pero, finalmente, se decidió por el periodismo. Lo cuenta con todo lujo de detalles en Fuera de micrófono, hasta que cae en la cuenta de que el entrevistador va a tener que guardarse para mejor ocasión las preguntas.

En su extensa colección discográfica ocupan un lugar destacado todos los discos de Elvis Presley (doscientos LPs y otros tantos CDs) y todas las bandas sonoras de sus películas. Pardo tiene claro quién fue el inventor de la música actual y quién puso el rock and roll en el escaparate mundial. Sólo le falta añadir que sin Elvis no tendrían sentido nuestras vidas. «En realidad, lo que yo colecciono son recuerdos en forma de discos. En la memoria meto lo que puedo, y lo que no cabe se olvida», afirma el veterano periodista musical y propietario del sello musical Ramalama Music.

Fundador de cadenas de radio musicales, como Radio 80, Radiolé o M-80; guionista de los espacios musicales de TVE Aplauso, Tocata y A tope; director y presentador en la radio de Barbacoa o Todos los gatos son pardos, colabora desde 2004 en el programa No es un día cualquiera, de Pepa Fernández, que se emite los fines de semana por Radio 1 de Radio Nacional. Además, ha escrito una veintena de libros, algunos de ellos junto a su gran amigo José María Íñigo.

«Lo echo mucho de menos», afirma, mientras recuerda la selección de 66 canciones favoritas, en diferentes géneros, que hicieron juntos, hasta que el cáncer de José María puso fin a uno de los tándem más populares y queridos de la radio y de la música.

El hombre que trajo a Joan Manuel Serrat por primera vez a cantar en un colegio mayor de Madrid; la persona a la que Julio Iglesias, cuando se enteró de que estaba en Miami, le mandó una limusina para que le recogiera y le llevara a comer a su casa; elude la nostalgia y sigue trabajando en proyectos a corto y medio plazo.

El infarto que estuvo a punto de costarle la vida, mientras jugaba al tenis con unos amigos -«Menos mal que era un partido de dobles y tuve ayuda suficiente personal para ayudarme»-, le ha llevado a la convicción de que es absurdo hacer planes a largo plazo.

«Soy una enciclopedia musical andante, pero ya voy más despacio»

PREGUNTA.- Una curiosidad. ¿Dónde guardas los 100.000 discos que has almacenado a lo largo de tu vida?

RESPUESTA.- Vivo solo, con mi mujer, mi casa tiene 160 metros, pero parece pequeña porque en todas las paredes hay 35 centímetros, a un lado y otro, ocupados por los discos. Tengo también una casa en Galapagar (Madrid) en la que empecé a hacer lo mismo; y ahora, que tengo un sello discográfico que se llama Ramalama Music, hemos comprado una nave a la que vamos trasladando lo más importante para poder respirar un poco.

P.- Alguien ha dicho que eres una enciclopedia musical andante.

R.- Pero cada vez ando más despacio.

José Ramón Pardo. | Carmen Suárez

P.- Me han dicho que tienes todos los discos de Elvis Presley, uno de tus cantantes favoritos, y hasta las bandas sonoras de sus películas.

R.- De Elvis Presley tengo, en vinilo, unos 200 LPs distintos y otros tantos en CD. Lo que más me costó conseguir fue las bandas sonoras, porque las películas que hizo Elvis del 63 al 70, en general, eran malas. Las bandas sonoras tampoco eran buenas y no se editaban en España. Las fui comprando en Nueva York y en Francia. Me he hecho con todas, incluso con una que no existía. Creí que era una banda sonora por el tipo de las fotos y cuando la vi dije: «¡Anda!, pero si es un disco de estudio que tampoco se había editado en España». Elvis es quien inventa la música de la que vivimos ahora. Sin ser autor, sin ser original, haciendo versiones de otros, fue el que puso el rock and roll en el escaparate.

P.- ¿Guardas también otros recuerdos de él?

R.- ¿Eso que llaman memorabilia? No. Tengo una caja comprada en Italia de ocho LPs que incluye toda su historia, curiosidades, canciones con errores, etc. Y un día me di cuenta de que la parte de atrás de la portada es un rompecabezas que se convierte, con los ocho discos, en un póster de gran tamaño. Pero yo soy más del sonido que del cartoncillo de fuera. En realidad, lo que yo colecciono son recuerdos en forma de discos.

P.- Recuerdos que quedan grabados en la memoria…

R.- En la memoria meto lo que puedo, y lo que no cabe se olvida.

P.- Estuviste a punto de dedicarte profesionalmente a la música, con un grupo que se llamó Telecos.

R.- Como dice todo el mundo a mi edad, eso fue un pecado de juventud. Yo soy el quinto de diez hermanos y el cuarto estudiaba Ingeniería de Telecomunicaciones. Entonces, el día del paso del Ecuador le pidieron a él y a otro compañero que cantaran unas canciones que habían aprendido con la tuna y las cantaron. Después les dijeron que por qué no se presentaban a un concurso de televisión, pero con sólo dos guitarras no iban a ningún lado. Así que decidieron meter un contrabajo. Lo alquilamos, me aprendí su repertorio, fuimos a TVE y pasamos la prueba. Dos años después, acabaron la carrera mi hermano y su amigo y se acabó el grupo. El que cantaba con mi hermano lo dejó antes, porque no se divertía, y entró de cantante en el grupo un primo nuestro, que vino de Mallorca, y que se llamaba Juan Pardo. Ese sí valía e hizo carrera. Luego yo, con otro hermano, toqué un verano entero en un club de tenis de Laredo. Cuando volví muchos años después a Laredo a dar un curso en la Universidad de Cantabria pregunté por el club de tenis y me dijeron que ya no existía. Lo habían vendido. Pregunté: «¿En qué año?». «¿Para qué quiere saberlo?». «Para saber si fui yo el culpable de que lo vendieran». Lo vendieron para hacer apartamentos, que es el negocio.

P.- Comenzaste a trabajar muy joven, mientras estudiabas en la Escuela Oficial de Periodismo.

R.- A los tres meses de ingresar en la Escuela, una compañera cuyo padre era el director del Diario Madrid me llevó al periódico para hacer prácticas. Me preguntaron en qué departamento quería estar y les dije que en los talleres. ¿Y eso? Porque no sé cómo se hace un periódico; no sé cómo las noticias acaban en un quiosco. Era un periódico de tarde y un día, al mediodía, bajó a los talleres el director y me dijo que escribiera una noticia muy cortita para la portada, porque una nave rusa había llegado por primera vez a Mercurio o a Marte. Escribí una cosita, le gustó y me incorporé a la sección de Local.

«No eres nadie en un periódico si no escribes, y no eres nadie en una radio si no hablas»

P.- En los años 70 y 80 fuiste guionista de tres programas musicales de TVE, Aplauso, Tocata y A tope. ¿Cómo recuerdas esa experiencia?

R.- Lo raro mío es que yo era entonces redactor jefe en ABC y me tocó ir a cubrir la Marcha Verde de Marruecos, luego los últimos fusilamientos del franquismo, la muerte de Franco. En un momento dado, pensé: voy a perder la posibilidad de escribir sobre música, que es lo que me gusta, para hacer este otro tipo de cosas. Entonces, me planteé vivir sólo de la música. Eso coincidió con una llamada de Pedro Erquicia, a principios de los 70, para que hiciera la parte musical de Informe Semanal. Era el programa informativo más importante de España y allí tuve la oportunidad, por ejemplo, de entrevistar a Mick Jagger. Y unos años después, en 1978, me llamaron del departamento de Programas Musicales de TVE para decirme que querían hacer un programa musical durante el verano. Con Uribarri, Fradejas y Pepe Asensio, entre otros, nos inventamos Aplauso. Fue un bombazo y se emitió hasta octubre de 1982. Pero ganó las elecciones el PSOE y se lo cargaron. Querían hacer otro musical parecido y pusimos en marcha Tocata, con Mauricio Romero de director y realizador. Hasta que hubo otro cambio de Gobierno y entonces pasamos a llamarnos A tope. Después vendría Rockopop, con Beatriz Pécker, pero en este yo ya no estuve.

José Ramón Pardo en un momento de la entrevista. | Carmen Suárez

P.- Beatriz pasó por Fuera de micrófono y dijo que programas como aquellos ya no tendrían hoy sentido. ¿Estás de acuerdo con esa opinión?

R.- Es así. A finales de los noventa nombraron director de Programas Musicales de TVE a Susana Uribarri y me llamó. Me dijo: «José Ramón, quiero que hagas un programa musical como el Aplauso que hiciste con mi padre. Y quiero que sea un programa estrella, que emitiremos los sábados a las siete de la tarde». Le dije: «No es posible. Date cuenta de que cuando tu padre lo dirigía no había competencia y teníamos 18 millones de seguidores».

P.- La radio ha sido y sigue siendo importante en tu trayectoria profesional.

R.- Yo he tenido la suerte de que, en sesenta años, nunca he tenido que pedir trabajo. Siempre me han ofrecido algo. Y nunca he escrito un libro que no me hayan encargado. Lo de la radio fue de la siguiente manera. El director de programa musicales de Radio España, amigo mío, se iba a México con Encarna Sánchez y necesitaban cubrir su vacante. Pero, antes de eso, me llamó Radio Peninsular, emisora de Radio Nacional, para encargarme la dirección de los espacios musicales. Era otra época. Yo hacía un programa que se llamaba Cinco para uno. Pero yo no tenía voz para la radio. El que me dio el espaldarazo definitivo en la radio fue Manuel Martín Ferrand.

P.- Has sido fundador y responsable de Radio 80, Radiolé y M-80, pero sin dejar el micrófono.

R.- Siempre que me ofrecían dirigir algo, ponía como condición hacer yo un programa. No eres nadie en un periódico si no escribes, y no eres nadie en una radio si no hablas. El despacho está muy bien, cobras más, pero no te da la satisfacción de comunicar. La primera vez que yo hice un programa de radio fue porque Joaquín Díaz, el gran patriarca del folk español, dejó la música para crear un museo y me llamaron de Radio España. Después, estuve de guionista, con José Manuel Rodríguez Rodri, en Radio Nacional, y cuando nació Radio 80 me ofrecieron, primero, la dirección de espacios musicales y, posteriormente, la dirección de programas. Puse la condición de hacer un programa y así nació Barbacoa. Con la fusión de Antena 3 Radio y Radio 80, Martín Ferrand, me pidió seguir haciendo ese programa y otro con Carlos Finaly en el que retransmitíamos conciertos. Después vino Radio 80 Serie Oro, con 3.000 canciones que yo tenía en mi colección, siendo director Jesús Hermida; y la cadena Radiolé, dedicada a la copla, que empezó emitiendo sólo en Madrid.

«Echo mucho de menos a José María Íñigo»

P.- En el verano de 1999 te tocó sustituir a Julia Otero en las tardes de Onda Cero, tras su despido, con un programa de música en el que se colaban llamadas de oyentes quejándose del despido. ¿Cómo recuerdas aquello?

R.- Yo estaba haciendo un programa sobre la canción del verano en Radio Voz y me dijeron que, tras el despido fulminante de Julia Otero, iban también a emitirlo por Onda Cero. Efectivamente, me llamaba gente y me ponía a parir. Preguntaba: «¿A quién das el voto?». «Pues yo voto a Julia Oero». Otros me decían que le había quitado el puesto a Julia. Fue muy duro porque daba esa impresión, pero yo lo que hice fue emitir el programa que ya hacía en esas horas. Explicar eso era difícil, pero tampoco me preocupa.

José Ramón Pardo, en una foto de los años 80. | Foto: Archivo Javier del Castillo.

P.- ¿Echas mucho de menos a José María Íñigo, compañero en el programa de Pepa Fernández (Radio 1, de Rne) y en otros proyectos musicales?

R.- Le echo mucho de menos. Yo empecé con Pepa Fernández, en No es un día cualquiera, sustituyendo a José María, que se había ido a presentar Supervivientes en Telecinco, pero haciendo otra cosa. Cuando volvió, hubo problemas con la dirección de Radio Nacional y eso nos unió. Hicimos juntos un libro-disco sobre la música pop española. Contamos los años 60 y se vendieron 150.000 ejemplares. Luego, grabamos otros siete más, pero un día RNE decidió quitar el departamento de discos. Después, seguimos haciendo las 66 rancheras favoritas de Íñigo y Pardo. Fuimos añadiendo otros géneros musicales, hasta que falleció José María.

P.- Las buenas canciones nunca mueren, pero ahora va todo más rápido y los éxitos duran menos.

R.- No mueren. La gente se empeña en decir que la mejor música es la de su época. Como a mí me lo decían mucho en el programa Todos los gatos son pardos (Antena 3 Radio), yo alguna vez les decía: «si no te has muerto, ¿por qué tu época no es hoy?». Empecé a darle vueltas a eso y diseñé una definición que dice: «Tu época comienza con los primeros escarceos amorosos, doce o trece años, y termina cuando firmas tu primera hipoteca». Todo lo que te habías gastado en ir a conciertos, ir a discotecas y comprar discos, en esa tu época, deja de existir. La música que siempre recuerdas es la que bailaste con aquella chica rubia o con aquel chico que estaba tan bueno.

«Aprendí a entender el catalán con las primeras canciones de Joan Manuel Serrat»

P.- ¿Cuál es la canción de tu vida?

R.- «Ronnie Dove», una canción de amor de Neil Diamond que sacó en 1961. Fue número uno mundial. Hay un solo muy complicado que yo también tocaba, pero me tronchaba los dedos.

P.- Entre los grandes de la canción española, Julio Iglesias, Raphael, Camilo Sesto, Serrat, Sabina… ¿Con cuál te quedarías?

R.- Cada uno es distinto, pero el que más me ha llegado a mí ha sido Joan Manuel Serrat. No hablo catalán en la intimidad, pero aprendí a leer catalán y a entenderlo con las primeras canciones de Serrat, en los años 66 y 67. Fui la primera persona que le trajo a cantar a Madrid, en un colegio mayor, cuando era absolutamente desconocido. También me quedaría con Julio Iglesias. La gente se mete mucho con él, pero sus éxitos son indudables. Su versión de otras canciones supera a la canción original. Es un trabajador nato, amigo de sus amigos. Para mí es un número 1.

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