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Televisión

Joaquín Arozamena: «TVE pagaba poco en dinero y mucho en vanidad»

La voz y los gestos de Joaquín Arozamena marcaron una época de TVE

Se hizo muy popular en los años 80 por su forma de dar las noticias junto a su amiga y compañera, Victoria Prego, en el Telediario Al cierre. Su manera de explicar pausadamente lo que estaba ocurriendo en España y en el mundo crearon un precedente en TVE. Sin embargo, como recuerda en esta entrevista concedida a Fuera de micrófono, la popularidad no se traducía en dinero, aunque sí servía para encontrar mesa en un restaurante lleno o para evitar alguna multa de tráfico.

Cuando le preguntas por sus comienzos en Prado del Rey (primero en los informativos de Radio Nacional y posteriormente en los Telediarios de TVE), hace una pertinente observación. «Mi primer trabajo en televisión fue de actor en programas infantiles». Luego, para situar la época de la que está hablando, entona el estribillo de una canción que seguía de moda: «La televisión pronto llegará…». Es decir, que todavía estaba en camino.

La forma que tiene Joaquín Arozamena de explicar las cosas no ha cambiado con el paso de los años. Su tono de voz, tampoco. Basta verlo cómo defiende con vehemencia las ideas y las cosas en las que cree.

Lamenta, por ejemplo, que TVE haya contado «como le ha dado la gana» lo que ocurrió en sus instalaciones durante el golpe de Estado del 23-F, y él estaba ya en el estudio preparado para entrar en directo. Justo en ese momento, escuchó la voz de su compañero y subdirector del programa, Andrés Martín Velasco, diciéndole: «Juaco, ya están aquí los militares». En opinión de Arozamena, alguien tuvo que soplar a los golpistas que les estaban grabando, pues de lo contrario no se explica que rompieran la única cámara que estaba tomando las imágenes del Congreso de los Diputados.

Entre los muchos recuerdos que salpican su larga trayectoria, especialmente los de la transición a la democracia, destaca el papel que jugó TVE en los inicios de la democracia y, más concretamente, aquel 23 de febrero de 1981, al dejar encendida aquella cámara. «Gracias a la grabación de TVE, aquello tuvo el desenlace positivo que tuvo. Si no, ¿cómo se habría contado el asalto al Congreso? Pues, depende de quién lo contase y cómo lo contase».

A un paso ya de entrar en la década de los ochenta, Joaquín mira con bastante escepticismo el futuro de la profesión. Intenta disfrutar de sus animales de compañía –dos perras y tres gatas–, de sus amigos y de sus buenos paseos por la costa de su querida Cantabria. Por cierto, nos cuenta que tuvo un perro, de nombre Escote, que –según sus estimaciones– «era más inteligente que muchas de las personas que conozco».

PREGUNTA.- Nos volvemos a ver después de muchos años…

RESPUESTA.- Usted me conoció…

P.- Llámame de tú.

R.- Yo a la gente joven la llamo siempre de usted. Vamos a ver. Me conociste cuando estaba en televisión, pero yo en televisión ya llevaba un tiempo. Yo escuché por la radio una canción que decía: «la televisión pronto llegará…». O sea, que no había llegado todavía. Mi primer trabajo en televisión fue de actor en programas infantiles.

P.- Como periodista, empezaste en el informativo de Radio Nacional España a las ocho.

R.- Un programa que tenía de director a un maestro llamado Victoriano Fernández Asís, que en paz descanse. Pero antes de eso, cuando todavía estudiaba Bachillerato, había sido actor en los programas infantiles, A la rueda, rueda y Amboató. Tú ni los conoces, ni te suenan, ni habías nacido, ni se te esperaba.

P.- Vamos, que tenías madera de actor.

R.- Lo que tenía era necesidad de sacarme unas perrillas. Me pagaban 110 pesetas, de las de entonces, que con el descuento se quedaban en 98,75. Eso es lo que me pagaban por cada actuación.

P.- Háblanos de tus comienzos en la radio.

R.- Yo fui a la radio para hacer las prácticas de la Escuela Oficial de Periodismo y estuve en diarios hablados, en el programa de Onda Corta, para América, A todas las horas del mundo, y finalmente en España a las ocho. Entrábamos a trabajar a las dos de la mañana y terminábamos a las ocho y pico, con el programa ya en marcha. Intentar dormir en Madrid a esas horas es una tarea imposible, pero nunca tomé somníferos y nunca falté al trabajo.

Foto: Carmen Suárez

P.- ¿Cómo viviste luego la etapa de la Transición, ya en TVE?

R.- Era una España que intentaba estrenar la libertad. Estuvimos en la Segunda Cadena de TVE. Bueno, antes había trabajado en un Telediario matinal y en un programa que se llamó Y siete. Fue un programa que sólo duró dos emisiones. Lo dirigía Victoriano Fernández Asís y, de la noche a la mañana, nos encontramos, cuando íbamos a Prado del Rey, que nos habían cerrado hasta la puerta del despacho. Teníamos que sentarnos en el pasillo. Y, luego, Redacción de noche, que empezó llamándose Noticias en la Segunda, que fue una experiencia. Digo una experiencia porque en lugar de los locutores que hablaban bien y eran más o menos guapos, pero con buena presencia, nos congregaron a periodistas, hablásemos como hablásemos. Y allí, en Redacción de noche, estuvo gente como Victoria Prego, Sibely Valle, Juan Restrepo, Agustín Cortajarena y servidor. Ahí estuvimos un tiempo, auspiciados y beneficiados por el entonces ministro Pío Cabanillas Gallas, que apostó por la libertad. Apostó y perdió porque quitaron al director del programa y a los que estábamos allí no se atrevieron a echarnos, no sé por qué, pues les resultaba muy barato hacerlo. Colocaron un nuevo director y nos quitaron a los periodistas de delante de la cámara.

«Los que llamaban a la tele la caja tonta se peleaban luego por salir en ella tres minutos»

P.- ¿Por qué?

R.- No quiero con esto ofender a mis amigos locutores, que era gente estupenda, pero les ponían un folio delante y lo leían.

P.- Lo que se conocía como bustos parlantes…

R.- Bueno. Eso de bustos parlantes es un invento de los que llamaban a la televisión la caja tonta. Le llamaban la caja tonta, pero se peleaban por salir en ella tres minutos. Dicho esto, a los locutores les ponían un folio – o veinte folios – y los iban leyendo. Sin embargo, a los periodistas no nos ponían folios. Los folios los escribíamos nosotros. Incluso hubo un maestro, Alfonso Sánchez, que hacía la crítica de cine, y que tenía una forma peculiar de hablar. Como tenía un gran sentido del humor y de la libertad, las películas que quería poner regular o mal, aunque no le dejasen criticarlas, lo hacía cambiando el tono de voz. En lugar de decir es un filme estupendo, decía «es una película magníficaaaa…» Le quitaron también de pantalla y le hicieron escribir unos textos. Aquello que hacíamos no gustaba y nos dejaron en la redacción, para poner a compañeros locutores, algunos de ellos extraordinarios, como Emeterio Zurro, que tenía una voz extraordinaria. Además, era una persona todavía más extraordinaria que su voz. Y allí estuvimos hasta que se produjo la Transición. La televisión ha sido la gran revolución del siglo pasado, además de la energía eléctrica. De decían que no habría guerras con la bomba atómica y no ha parado de haber guerras. Ahora mismo tenemos una. Por muchas bombas atómicas que haya, hay miedo a lanzarlas. Pero la televisión cambió las conciencias, los comportamientos, y cambió a la gente, la cultura. Y lo sigue haciendo, no sé si para bien o para regular.

P.- En una entrevista que te hice, cuando te pregunté por qué hablabas tan pausadamente, dijiste: «para que se enteren también quienes tienen menos reflejos».

R.- Menos reflejos, no.  TVE era un medio que transmitía información a todos; desde la princesa altiva, a gente que pesca en ruin barca. Y a los analfabetos, que no compraban periódicos. Entonces, había una opción: dirigirse al 2% de la población, que era la que tenía dinero, cultura y poder o dirigirse a los demás. Yo apliqué siempre la teoría del convoy de barcos. Un convoy de barcos que sale de A Coruña con destino a América, al Puerto del Callao, tiene que ir a la velocidad del más lento. Porque, si no, el más rápido se va marchando y no hay convoy. Y yo era lo que intentaba hacer.

Joaquín Arozamena, en 1982. | Foto: Javier del Castillo.

P.- En una palabra, llegar a todo el mundo.

R.- Llegar, sobre todo, a mí mismo. Es decir, contar las cosas enterándome yo de ellas. Si decía el PIB, en lugar del Producto Interior Bruto, habría espectadores que creerían que me estaba refiriendo a los ministros.Había que explicar lo que era el PIB, pero para eso tenía uno que enterarse de lo que era el PIB. Y eso es lo que más costaba.

P.- Victoria Prego y tú explicasteis muy bien la Transición, pero parece que hoy es una asignatura pendiente para mucha gente.

R.- Tuvimos la suerte de trabajar juntos y de llevarnos muy bien. Victoria ha sido, y es, una persona preparadísima y trabajadora. Y, servidor, no sé si será preparadísimo, pero trabajador mucho. Salíamos por la noche, a última hora, en antena, pero estábamos en la redacción desde por la mañana. Y no se trataba sólo de la palabra, sino de las imágenes. Había que ver lo que teníamos, ajustar y montar, con gente que no aparece en pantalla, pero que son grandes de la televisión. Hasta el último segundo. Porque, a veces, lo mejor del programa no era lo que hacíamos nosotros. Recuerdo que una vez, a un futbolista del Barcelona llamado Asensi, que se fue a jugar a México y volvió a la temporada siguiente a España, le entrevistaron y era curioso: hablaba como un manito, con un acento que invitaba a pedirle un coctel margarita.  Vimos ese fragmento y quedaba estupendo. No había necesidad de explicar dónde había estado. Y eso no lo hacíamos nosotros.

Foto: Carmen Suárez

P.- Fuiste elegido Mejor Presentador por diferentes medios, incluida la Asociación de la Prensa. ¿Cómo llevabas la popularidad de entonces?

R.- La popularidad es como lo que decía aquel andaluz cuando le preguntaron qué era la nada: «es como una morcilla vacía, solo que sin piel» Pues eso es la popularidad. La popularidad sirve para encontrar mesa en un restaurante que está lleno. O para que, si te para la guardia civil de tráfico porque has hecho alguna pirula, te diga: «no sea usted malo», y no te ponga la multa. La popularidad es, simplemente, un halago. TVE pagaba entonces poco en dinero y mucho en vanidad.  La popularidad infla la vanidad y la vanidad es como la heroína, necesitas el pinchazo. Un compañero que no voy a citar por su nombre, magnífico compañero, cuando quedabas con él fuera de televisión, quería quedar en la cafetería de El Corte Inglés y él se sentaba de cara a donde entraba la gente. No tenías más que mirarle para saber si los que entraban lo habían reconocido o no. Eso es la popularidad.

«Alguien de TVE llamó a los golpistas del 23-F y les dijo: ‘gilipollas, que os están grabando’»

P.- Que te imitara Martes y Trece – como fue tu caso – era la mejor prueba de que ya eras famoso.

R.- Pero también te sirve – quizá en el momento más importante de mi carrera en televisión, que fue el 23-F – para dar la primera información, cuando TVE estaba tomada por el Ejército. Aunque luego TVE ha contado la historia como le ha dado la gana.

P.- Cuenta lo que pasó.

R.- Yo estaba en televisión. Eran las siete menos veinticinco de la tarde. Entré en el despacho del jefe de Informativos de la Segunda Cadena, Juan Rodríguez Ruiz, y le dije: «a ver cuándo terminan estos (los diputados del Congreso), porque entramos en antena dentro de una hora y tenemos que montar algo» Y entonces empezamos a oír: «al suelo todo el mundo, se sienten coño» Entonces, Juan Rodríguez y yo nos pusimos a mirar aquello. Recuerdo cuando el general Gutiérrez Mellado se levantó avanzando, mientras la mayor parte de los diputados, menos cuatro, mascaban moqueta, y le cogió Tejero y le quiso tirar al suelo. Pero, pese a que era un señor mayor, se resistió y volvió a sentarse al lado de Adolfo Suárez, otro de los que no mascó moqueta. Santiago Carrillo, que estaba más arriba, tampoco mascó moqueta. Luego me fui a la redacción para ver qué hacíamos. Veinticinco o veintisiete minutos después, apareció en pantalla el capitán Muñecas y se interrumpió la comunicación. Y yo he hecho muchas veces esta pregunta y nadie me la ha querido responder: ¿por qué los ocupantes golpistas rompen sólo la cámara que está grabando y las demás no. Había cuatro más, pero sólo estaba grabando una, con la luz apagada.

P.- ¿Cuál crees que puede ser la explicación? ¿Una casualidad?

R.- ¿Casualidad? Yo creo que alguien que estaba en TVE lo había visto y llamó a los golpistas o a alguien que tenía acceso a los golpistas para decírselo. Porque, además, la rompieron con brutalidad. Sospecho que alguien les dijo: «pero, gilipollas, que os están grabando». TVE hizo en aquel momento una labor para la historia. Yo creo que es la primera vez que un golpe de Estado se graba, aunque las imágenes no se emitieron hasta el día siguiente.

«Gracias a TVE, el golpe del 23-F tuvo un desenlace positivo»

P.- ¿Qué hiciste cuando estabas ya en el estudio y alguien te dice que han entrado en Prado del Rey los militares?

R.- Yo estaba sentado. Tenía a mí derecha a Isabel Tenaille y a mi izquierda a un compañero que ahora mismo no recuerdo. Entonces, entra Andrés Martín Velasco, el subdirector del programa y me dice: «Juaco, ya están aquí». Entonces, le dije a Isabel: «si les ves entrar, me das una patada por debajo de la mesa y ya veré yo lo que hago». Conté entonces lo que se sabía: que los tanques habían salido a las calles de Valencia. Cuando salí del estudio, ya estaban los militares por los pasillos. No hubo más emisiones y alguien de producción me dijo que no me fuera a casa. «Te coges un taxi o un coche de producción y te estás dando vueltas a Madrid».

P.- ¿Por qué?

R.- Por si alguien viniera a mi casa, no a partirme la cara, sino a molestar a mi mujer. Me fui al Hotel Palace, que era donde se reunieron gran parte de los periodistas y medios. Y allí vimos la llegada de quienes volvieron a ocupar el Congreso. Aquello terminó bien. Gracias a la grabación de TVE aquello tuvo el desenlace positivo que tuvo. Si no, ¿cómo se habría contado el asalto al Congreso? Pues, depende de quién lo contase y cómo lo contases. Es lo que, en cierto modo, puede pasar ahora con la comunicación de algunos acontecimientos. Cada cual los cuenta según su criterio. Pero es que a veces los criterios son los que son.

P.- En un momento dado, deciden que dejes de salir en pantalla para dirigir un Telediario presentado por Pepe Navarro. ¿Cómo fue aquello?

R.- Llegó un presentador que era más guapo. Pero, Pepe Navarro era buen chaval. Vamos a ver, en radio y en televisión la herramienta es la palabra, a parte de la imagen externa. Entonces, hay que manejar bien la palabra, conocer el diccionario. Una de las cosas que me preocupa, como espectador y como abuelo, es el deterioro de la palabra como instrumento de comunicación. El otro día, precisamente en televisión, un chico joven, que igual ha sido alumno mío en la Universidad – no quiero decir que no – hablando de Luis Rubiales dijo: espionaba a los futbolistas. ¡Con lo hermosa que es la profesión de espía! El chico dice espionaba y sigue sin que nadie le corrija. Con lo cual, ¿qué le voy a decir yo a mi nieta que tiene 13 años y a mi nieto que tiene 11? Me dirán: lo hemos visto en la tele. La tele no es palabra de Dios, pero casi.

P.- Cuando sólo estaba la Primera y la Segunda Cadena de TVE, los políticos estarían más pendientes de la tele que ahora.

R.- Estaban preocupados porque se hizo algo tremendo: la democracia del cronómetro. Los políticos llamaban para decirte: ha salido perenganítez 48 segundos y yo solo 27. Y teníamos que preocuparnos de eso. TVE era propiedad de quien era propiedad.

P.- ¿Del gobierno?

R.- Como ha sido siempre y con todos los gobiernos. Incluso, desde que hay Consejo de Administración.

P.- ¿Cómo ves los toros desde la barrera? ¿Qué opinión tienes de los medios de comunicación?

R.- La prensa en general está cayendo de la forma más llamativa, que es perdiendo dinero. Los periódicos, las televisiones y las radios son empresas y tienen que ganar dinero para mal pagar o bien pagar a quienes trabajan en esos medios y a los accionistas. Quizá las empresas no saben dar con el producto que se demanda. Lo más terribles es que la gente joven está dejando de consumir informaciones. Lejos de nosotros la funesta manía de leer, deben decir. Eso es porque no les gusta, porque tienen más fácil acceder a la información a través de las redes, porque les importa poco acceder a la información o porque piensan que la información no afecta a sus vidas.

«Tuve un perro bastante más inteligente que muchas de las personas que conozco»

P.- Eres amigo de los animales y tienes varias mascotas. ¿Estás de acuerdo con que cuanto más se conoce a las personas más se quiere a un perro?

R.- Yo tengo dos perras y tres gatas. He tenido la suerte de tener al mejor perro del mundo. Se llamaba Escote, jugaba al fútbol, me lo quiso fichar el Barça y me negué. Era un genio como perro y bastante más inteligente que muchas de las personas que conozco. Hice un programa de mascotas en TVE que se llamaba Uno más en la familia. Y tuve la suerte de conocer a muchos perros y a muchos dueños de perros. También a criadores de perros y a algún que otro maltratador de perros.

P.- Tras dejar TVE, has dado clases de Comunicación en la Universidad y has enseñado a hablar delante de una cámara empresarios y políticos.

R.- También llevé el departamento de Prensa del Consejo General del Colegio de Farmacéuticos, que está aquí al lado, en Villanueva 11. Y la comunicación a empresarios y a políticos – algunos muy importantes – de los que no daré los nombres, porque no se traiciona nunca la confianza del cliente.

P.- ¿Qué político lo hacía mejor?

R.- Todos lo hacían muy bien. No voy a dar ningún nombre, ni siquiera el de alguno que ya no está entre nosotros. Agradezco la buena voluntad que casi todos tuvieron conmigo.

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