THE OBJECTIVE
Fuera de microfóno

Manuel Toharia: «El planeta está estupendo, los enfermos somos los que vivimos en él»

Es un gran divulgador científico, atento siempre a los últimos avances, tras haber sido «hombre del tiempo» en TVE

A sus 79 años, Manuel Toharia establece la distinción entre ser viejo y estar viejo. No hay más que escucharle para a darse cuenta de que pertenece al primer grupo. Su lucidez es admirable. Acaba de hacerse una analítica en el Hospital de La Paz, y antes de regresar a Valencia, que es la ciudad donde reside desde hace ya bastantes años, aprovecha su estancia en Madrid para atender varios compromisos profesionales.

Durante la entrevista en Fuera de micrófono, recuerda lo mal que llevó la popularidad en su primera etapa televisiva —cuando daba las previsiones meteorológicas— y cuenta lo divertida que puede llegar a ser la información científica, incluso para quienes la rehúyen porque «son de letras». No lo acaba de entender. En su opinión, resulta absurdo levantar barreras entre ciencias y letras, como también es absurdo hablar de catástrofe climática mientras el 80% de toda la energía primaria del planeta la sigue generando el carbón y el petróleo.

Para este físico madrileño, que un buen día dejó la carrera de Medicina porque no estaba dispuesto a pasarse la vida en contacto con la enfermedad —«y saber que, muchas veces, no puedes hacer nada ante una enfermedad grave o mortal»—, los seres humanos somos los mayores depredadores del reino animal. Y la mejor prueba de ello es el daño que estamos infringiendo al planeta Tierra.  

Manuel Toharia ha sido, entre otras muchas cosas, responsable de programas dedicados a la cultura y a la ciencia en TVE (Alcores, Última frontera y Viva la ciencia), Telemadrid y Canal Sur; director científico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, en Valencia; promotor y director, respectivamente, de las revistas Muy Interesante y Conocer, y autor de media docena de libros divulgativos sobre las grandes preocupaciones de nuestro tiempo.

Actualmente, es miembro del jurado del Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica; colaborador en periódicos y en el programa de radio de los fines de semana, No es un día cualquiera, que dirige Pepa Fernández en Radio 1 de RNE. 

Es un placer escuchar sus opiniones y reflexiones sobre algunos de los problemas más serios que afectan ahora mismo a nuestro planeta. Por lo mucho que sabe y lo bien que lo cuenta.

PREGUNTA.- Con cerca de ochenta años, sigues en activo haciendo muchas cosas…

RESPUESTA.- Estoy mayor, que es un adjetivo comparativo. Viejo es un sustantivo, que define a las personas que tenemos casi ochenta años, como yo. Pero, se puede ser viejo o estar viejo. Yo soy viejo, pero no estoy viejo. Soy más mayor que la mayoría de la gente que me rodea, lo cual es un poco molesto porque vas de viejo abuelete que se las sabe todas y es mentira. Los viejos sabemos más porque hemos vivido mucho y, si tienes buena memoria, que es mi caso, pues parece que sabes más, pero no es verdad.

P.- Te conocí en los 80, cuando ejercías de hombre del tiempo en TVE, con la barba negra y algo más de pelo.

R.- Casi negra, tirando a gris. Me quedé calvo muy pronto. Mis tres hijos tienen más de cincuenta años y los dos varones tienen un pelazo que no veas. Yo, sin embargo, salí a mi padre, que era calvo desde los treinta.

P.- ¿Habrán salido a la madre?

R.- Efectivamente, habrán salido a su madre que tiene un pelazo muy notable con el que lucha toda su vida.

P.- ¿Cómo recuerdas aquella etapa de hombre del tiempo?

R.- Yo estudié Ciencias Físicas, y antes empecé Medicina, pero lo dejé. Estar todo el día en contacto con la enfermedad, y saber que, muchas veces, no puedes hacer nada ante una enfermedad grave o mortal; a los 19 o 20 años aquello me descompuso. Entonces, descubrí que la Física estudia la naturaleza, igual que la medicina, pero no sólo la naturaleza del ser humano —enfermo o sano— sino, sobre todo, la naturaleza inerte y también viva. Fisios, en griego, significa naturaleza. De pronto, descubrí que la física era apasionante y, encima, los enfermos eran los planetas, las leyes de la mecánica… Newton, Einstein y todo aquello me pareció fascinante. Cuando terminé Físicas, hice una oposición a Meteorología, porque te garantizaba ser funcionario del Estado. Los meteorólogos, entonces, estábamos militarizados porque éramos del ejército del Aire. Luego, de repente, en 1971 se me ofreció la oportunidad de trabajar en televisión, aunque ya escribía en el periódico Informaciones y me llamaban de la radio y de la tele.  Cinco años después, pedí la excedencia como funcionario meteorólogo, que era lo seguro, y me dediqué a la divulgación científica en todos los medios de comunicación.

«Me molestaba la popularidad y me escondía debajo de la gabardina»

P.- ¿Qué tal llevaste la popularidad que generaba aquella única televisión?

R.- La popularidad es un arma de doble filo. Había gente que enfermaba de una cosa que en televisión se conocía como mal de imagen. Yo he sido siempre muy tímido y a mí, en cierto modo, empezó a molestarme enseguida. No tanto porque me conocieran, pues soy una persona amable, pero llegó un momento en que yo ya intentaba ocultarme. En algunas ocasiones, lo pasé mal. Porque, de repente, te vienen cuatro o cinco niñas de colegio y empiezan a reírse de ti, y a señalarte con el dedo, y yo me escondía debajo de la gabardina y me salía en la parada anterior del Metro. Luego, en los restaurantes, se creían que eras millonario porque salías por la tele. Y yo era un funcionario que cobraba poco y no podía ir a restaurantes muy caros. Nunca he llevado bien la popularidad, pero entiendo que a todos nos gusta una mínima vanidad. Sobre todo, que te reconozcan el trabajo. No que salgas en la tele, sino lo qué haces en la tele.

P.- Después de la información meteorológica, dirigiste el programa cultural Alcores y Última frontera, este último dedicado a la ciencia.

R.- En Alcores estaba previsto otro tipo de dirección, pero algo salió mal y me llamaron. Yo iba a hacer la parte de ciencia en un programa cultural abierto. Por primera e insólita vez, en España se incluía la ciencia en un espacio cultural. Porque siempre se ha pensado que la ciencia era otra cosa y no es verdad: la cultura científica forma parte del ser humano, exactamente igual que la cultura literaria, la artística, la musical o la que sea. A mí me pareció muy bien y yo, simplemente, iba a ser el asesor de la parte de música, pero luego me ofrecieron la dirección. Los programas de Alcores fueron muy apasionantes para mí.

Manuel Toharia. | Carmen Suárez

P.- ¿Y Ultima frontera?

R.- Ultima frontera fue otra historia. Y Viva la ciencia (programa posterior) era sólo ciencia. Hice varios programas, todos en la Segunda Cadena y en horarios no siempre buenos. Entonces, en TVE el prime time era intocable. Solamente iban al prime time aquellos programas que tuvieran un éxito garantizado. Luego, pasé a las autonómicas. Hice programas en Canal Sur, en Telemadrid, volvía a TVE… Estuve en televisión, en total, unos 30 años, que son muchos. En el mundo de la televisión he estado los mismos años que en el mundo los museos interactivos y de la divulgación científica más pura y dura. Compaginaba además la televisión con la radio. Estuve 24 años en la Ser con Iñaki Gabilondo, hablando de ciencia y de muchas otras cosas. Ahora colaboro los fines de semana con Pepa Fernández en Radio 1, de RNE (No es un día cualquiera), y sigo hablando de ciencia. Y tocando el piano para mí. Pero no me verás nunca en televisión con el piano blanco de Mari Cruz Soriano. Tocaba bien, pero no era una pianista profesional.

P-. ¿Se le presta suficiente atención a la ciencia en la televisión pública?

R.- No. Pero se hacen algunos programas. Órbita Laika me gusta, está bien. Es un programa desenfadado. Los tiempos han cambiado, pero no se hacen muchos. Tampoco entonces. Además, siempre se emiten en horarios muy malos. Las televisiones y radios privadas no tienen obligación, pero los medios públicos sí porque se financian con los impuestos de todos los españoles. Se equivocan quienes creen que la ciencia es difícil y no interesa a nadie. La gran ciencia es difícil de comprender, pero la cultura científica es divertidísima, siempre que te lo cuenten bien. Es apasionante. Te toca la fibra de dentro porque, si hablas de salud, de energía, de consumo, que es ciencia aplicada, te interesa. Durante muchos años, he intentado convencer a todos los medios privados de que las informaciones de ciencia pueden ser mucho más interesantes que la política o la información económica.

P.- En alguna entrevista has subrayado que se puede ser de ciencias y de letras a la vez.

R.- Y viceversa. Parece que un abogado no tiene por qué saber nada de astronomía, y yo conozco abogados que son superaficionados a la astronomía. En realidad, ¿qué persona es sólo de letras o sólo de ciencias?  Un premio Nobel de Física Teórica puede tocar el violín, como Einstein, que era buen violinista. Y un gran navegante. Además, sabía muchísimo de meteorología práctica, no de meteorología teórica, que también. Einstein era la mente más prodigiosa, desde el punto de vista de la abstracción física, que te puedas echar a la cara. No somos de ciencias ni de letras. Todos tenemos un interés por una serie de cosas y, luego, nos ganamos la vida haciendo lo que sea. A todo el mundo le interesan cosas de ciencias y cosas de letras. Todos somos de todo.

«La gente sólo conoce a dos científicos españoles: Severo Ochoa y Ramón y Cajal»

P.- Sigue vigente en España aquello de que inventen ellos, porque seguimos exportando talento…

R.- ¡Qué horror! La situación ha cambiado mucho. Unamuno no lo dijo en el sentido que después le hemos dado. Unamuno era muy complicado, para definirlo en cuatro palabras. Lo de «que inventen ellos» hacía referencia a que nosotros somos de religión, moral, ética, guerreros, una raza noble. En fin, la cruz y la espada. La ciencia y la tecnología es cosa de ingenieros, de gente de ciencias. Eso que lo hagan ellos y ya nos darán a nosotros el resultado o nos aprovecharemos, si hace falta, utilizando la espada. Es una forma de simplista de verlo, pero interesante, si lo piensas. Nos enorgullecemos de nuestros pensadores, pero nadie conoce a ningún científico español. No te digo del siglo XX; te digo de antes. Preguntas y solamente te dicen: Severo Ochoa o Ramón y Cajal.  Sobre todo, Ramón y Cajal. Y ya está.

P.- ¿Margarita Salas?

R.- Margarita Salas era alumna de Severo Ochoa y nunca le hicieron mucho caso. No le dieron el Premio Príncipe de Asturias. Cuando se lo daban sólo a españoles, estuvo a punto, pero luego, al ampliarlo a investigadores extranjeros, no se la podía comparar con cualquier supergenio de su especialidad. Ahora no se lo llevaría. Estoy en el jurado de esos premios desde hace 15 años y sé muy bien de qué va eso. Mi hermano, que es director de Metroscopia, ha hecho encuestas de este tipo y son horrorosas. No sale más de un nombre.

P.- Por cierto, tu hermano, José Juan, decía que acertabas tú más con el tiempo que él con las encuestas.

R.- Mi hermano, como buen catedrático de Sociología, jubilado, siempre ha defendido que las encuestas no son predicciones, en contra de lo que parece. Las encuestas no predicen nada: te reflejan un estado del momento en el que se hace la encuesta, con un margen de fiabilidad «x». Estas encuestas no reflejan lo que va a ocurrir dentro de unas semanas o un mes. Simplemente, reflejan lo que en ese momento ocurre. Que nadie extrapole una encuesta a futuro, porque está equivocándose. Mi hermano, que tiene buen humor, como yo, siempre dice estas cosas.

«Las redes sociales son el paradigma de la opinión absolutamente desinformada»

P.- En las redes sociales se publican auténticas barbaridades sobre cuestiones como el cambio climático. ¿Qué opinión tienes de ello?

R.- Que la Tierra no es plana, lo sabemos. En el cambio climático hay unas realidades, pero también hay unas predicciones, y muchas veces la noticia es la predicción, no la realidad. Aquí estamos ante una predicción que alguien asume como casi cierta, sabiendo que el futuro no se puede predecir con exactitud, pero le dan un porcentaje altísimo de probabilidades de que vaya a ocurrir. Y hay otros que discuten esto. Estos no son negacionistas, simplemente discuten la probabilidad de que eso que dicen que va a ocurrir sea tan alta y tan catastrófica. Yo soy de esos. Y no niego nada. Sé más que la inmensa mayoría de la gente de clima, de cambio climático, de meteorología, de física. Sé mucho más que el 95% de los españoles. Si alguno de ese 95% me dice que soy negacionista, sencillamente, no le hago caso. Las redes sociales son eso: el paradigma de la opinión libre absolutamente desinformada sobre cualquier cosa. Entonces, perfecto, aquí vale todo. Yo puedo decir lo que me de la gana en Twitter. Ahora le llaman X, que todavía es peor que Twitter. La X es incógnita, como los rayos X. Vete a la porra. Pero me da igual. La inteligencia artificial no es una inteligencia; es un sistema muy experto en una cosa concreta, pero no le pidas que haga lo que hace nuestra inteligencia, que es más cortita en esa cosa concreta, pero es capaz de abarcarlo todo.

Manuel Toharia en 1983, cuando dirigía y presentaba el programa de TVE «Última frontera». Foto: Javier del Castillo.

P.- ¿Mantienes la tesis de que los seres humanos somos depredadores?

R.- Somos los máximos depredadores que existen en el reino animal. Estamos en la punta de la pirámide de la depredación. Tenemos una potencia que no tiene ningún animal del mundo: la inteligencia. Y la inteligencia es un arma de doble filo. Nos ha permitido tener cosas maravillosas. Por ejemplo, vivir más del doble de lo que nos corresponde como monos listos que somos. Más del doble. Como monos, viviríamos treinta años. Monos sueltos en la selva, los humanos somos una mierdecilla. Pero, como somos inteligentes, hemos conseguido dominar las fuerzas de la naturaleza, de tal modo que vivimos muchísimo más de lo que nos corresponde, cosa que no ha conseguido ninguna especie. ¿Qué ocurre? Que proliferamos a una velocidad extraordinaria. Cien millones de personas todos los años de más, entre el saldo de muertos y de nacidos. Eso significa que la población humana ahora mismo está en 8.000 millones, hace sólo un siglo era de 1.200 y en la época de los romanos era de 300. Se ha multiplicado por cuatro en 1.900 años y se ha multiplicado por ocho en apenas un siglo. Al ser tan depredadores, estamos machacando al resto de la biosfera y eso hace daño a los animales, a las plantas y al medio ambiente. Estamos haciendo daño al planeta del que vivimos. No quiere decir eso que nos vayamos a morir pasado mañana, ni que el planeta esté enfermo. El planeta está estupendo, los que estamos enfermos somos los humanos que vivimos en él, y que somos una amenaza para nosotros mismos.

P.- ¿Hay más concienciación en las nuevas generaciones sobre estos riesgos?

R.- Teóricamente, sí. Pero en la práctica no es verdad. La gente está muy preocupada por el cambio climático. La catástrofe climática de la que no paran de hablar los políticos, y todo el mundo – que es una predicción, porque no hay ninguna catástrofe —no es tal—. Mira las cifras. ¿Cuántos muertos había antes y cuantos hay ahora? Hay mucha menos pobreza en el mundo. Hemos pasado de 1200 millones de pobres hace treinta años a 800 millones. No lo digo yo, lo dice la ONU. Pero, da igual, asumamos la catástrofe climática como posibilidad real. ¿Qué tenemos que hacer? Si aceptamos que el enemigo es el carbono, vamos a descarbonizar la industria. Eso significa dejar de utilizar el carbón y el petróleo. El año pasado el 80% de la energía primaria del mundo entero salió del carbón y del petróleo.

Y llevamos hablando de esto desde el 1992. Antes, ya en la Conferencia de Estocolmo de 1972, se hablaba de eso, aunque el pistoletazo de salida de la lucha contra el cambio climático y la descarbonización del planeta fue en la conferencia de Río de Janeiro. Desde el 1992 hasta ahora, han pasado 31 años y no hemos reducido ni un 1% la dependencia de los combustibles fósiles, que se supone son el gran enemigo. ¿Qué pasa? ¿Tenemos mucha preocupación y no hacemos nada? El mundo real no es el mundo de la fantasía que mucha gente piensa. Todos somos muy enemigos del cambio climático y de los plásticos. Pero los plásticos siguen estando por todos los lados y el CO2 y el vapor de agua siguen emitiéndose por todas partes. ¿Es catastrófico? Puede que lo sea, pero los humanos no tenemos remedio. Somos una especie muy autodañina.

«Internet ha cambiado el mundo, para bien y para mal»

P.- ¿Cuál ha sido el avance científico más importante de los últimos cincuenta años?

R.-Es muy difícil. Depende en qué campo. En el campo de las tecnologías, sin duda alguna, la intercomunicación mundial a través de Internet ha sido un bombazo. Se le ocurrió a un físico que trabajaba en el CERN (Centro de Investigaciones Nucleares de Ginebra). Había una red militar, que se llamaba ARPANET, y dijo: si hago una especie de ARPANET a través de todas las líneas telefónicas, codificando la señal con un ordenador, si el otro ordenador codifica esa misma señal, de ordenador a ordenador se podrá hablar, sin descolgar ningún teléfono. Así se convirtió ARPANET en Internet. La www es un invento de Sir Tim Berners-Lee ofrecido gratuitamente a toda la humanidad. En mi opinión, Internet es lo que más ha cambiado el mundo en los últimos tiempos. Para bien y para mal.

P.- Pese a todos los avances, no somos capaces de hacer frente a una pandemia como la de la covid 19. ¿Por qué?

R.- Porque la vacuna no se hizo en seis meses. Se hizo en veinte años, que es lo que la gente no cuenta. Cuando Katalim Karikó y Drew Weissman empezaron a trabajar en ello, era el año 1998. Más de veinte años. El ARN es una copia del ADN. Está en el núcleo de la célula y sale del núcleo —de su casita— para mandar el mensaje a la célula. ¿Qué le dice a la célula? Fabrica esta proteína; te mando un ARN para fabricar sólo esa proteína. Esa es la orden que da el ARN, que por eso se llama mensajero. El ARN puede copiar cualquier proteína que pude servir para fabricar un medicamento, una vacuna o lo que quieras. Se le ocurrió a la búlgara Katalim Karikó y empezó a trabajar en ese campo, junto a Drew Weissman, en 1998. El americano tenía dinero y la cogió a ella de ayudante. Pero ella sabía mucho más que él. Cuando llegó la pandemia, como teníamos el genoma del virus, en poco tiempo se consiguió obtener una vacuna.

Manuel Toharia y Javier del Castillo. | Carmen Suárez

P.- ¿Los medios de comunicación deberíamos ser más prudentes y cuidadosos a la hora de informar de los nuevos descubrimientos que afectan a la salud?

R.- La comunicación exige vender bien las novedades y el sensacionalismo es el enemigo del rigor. Pero hay un término medio. Hay muchas noticias científicas para llenar páginas enteras de periódicos, pero ¡ojo con la titulación! Hay periodistas científicos buenos y malos, también en el campo político o en el deporte. La ciencia no avanza de golpe, avanza a pasitos. Sabemos ya tanto que, para saber más,  hace falta el trabajo de mucha gente junta.  Mi hijo, que es físico teórico, todos sus artículos que publica en las grandes revistas de ciencias los firman, como mínimo, los firma con quince o veinte personas. No hay un inventor loco en un sótano descubriendo no sé qué. Eso se ha acabado.

«La cultura científica es también aprender a vivir más, pero mejor»

P.- Muchos avances, pero ninguno que mejore la condición humana.

R.- El que avance la ciencia no quiere decir que los ciudadanos seamos mejores. Sabemos más. Cuando tú inventas la primera herramienta en la época prehistórica, por ejemplo, un cuchillo, ese cuchillo sirve para cortar la carne o una planta, pero también para clavárselo al vecino, que tiene un terreno mejor que el tuyo porque está al lado del río. Cualquier herramienta, cualquier avance significativo en la ciencia —sea medicina, tecnología médica, tecnología electrónica, en lo que tú quieras— puedes aplicarlo mal. Y ¿quién lo aplica mal? Los humanos. Había buenos y malos, igual que en las películas del Oeste, aunque el caballo del bueno siempre corría más que el del malo. Aquí no. Aquí el del malo suele correr más. Y, por eso hay guerras. Cada vez más, y más sofisticadas. Ahora, el arma atómica es tan destructiva que ya no se usará nunca porque los dos saben que, si la usan, morirán todos. La humanidad no es perfecta, con mucha ciencia o sin ciencia.

P.- ¿La ciencia conseguirá que vivamos más años y a qué precio?

R.- Lo ideal es vivir más años y mejor. A eso tiende la medicina actual. En estos momentos, las personas que tienen una edad saludable antes de morirse, cada vez la disfrutan más tiempo en el primer mundo. Si te vas al tercer mundo, ahí se mueren de hambre a los cuarenta o cincuenta años, máximo, y se acabó. La esperanza de vida de los españoles al nacer es, en estos momentos, de 80 años los niños, y de 85 las niñas. Una barbaridad. Ahora mismo, mi esperanza de vida debe andar por los noventa. La media estadística es esa. La ciencia nos permite vivir más y en mejores condiciones. La cultura científica es también aprender a vivir más, pero mejor. Sobre todo, mejor.

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