La dimisión de Mattia Binotto de la dirección de Ferrari provoca un terremoto en la Scuderia
Los italianos llevan desde 2008 sin recabar título alguno; ni de pilotos ni de equipos, y esto es algo que no perdonan a sus responsables
Se rumoreaba desde hacía semanas, incluso a principios de temporada se había hablado de tema, y el implicado se limitaba a sonreír. Ahora se hace oficial la salida de Mattia Binotto de la dirección de Ferrari sin un sustituto a la vista, y esto supone un movimiento de orden mayor en la Fórmula 1.
Este ingeniero de origen suizo experto en motores se hizo cargo de la formación en 2019 tras la salida del anterior responsable, Maurizio Arribavene. Este a su vez, desplazó al controvertido Marco Mattiaci, el que despidió a Fernando Alonso y no duró ni una temporada completa. Los italianos llevan desde 2008 sin recabar título alguno; ni de pilotos ni de equipos, y esto es algo que no perdonan a sus responsables. La sequía de éxitos contantes y sonantes suele a conducirles a realizar cambios drásticos, y la cabeza de la dirección tiende a rodar con mayor ritmo que en otras escuderías. El problema básico es que de forma poco o nada convencional, el equipo no ha anunciado la llegada de un nuevo director sino la salida del existente. Lo habitual es justo lo contrario: presentar al nuevo, y casi de tapadillo, dejar caer que ‘el que estaba, ya dejará de rondar por aquí’, que por norma general abandona el barco de manera automática.
Resulta curioso, porque otros responsables que en Maranello fueron defenestrados, como James Allison o Aldo Costa, después triunfaron en otras latitudes (Mercedes encarriló ocho títulos consecutivos con ellos a bordo). El problema no eran ellos, sino su encaje dentro de una estructura monolítica, rocosa, y poco receptiva ante los cambios.
Reacciones apasionadas
La pasión que rodea a todo lo relacionado con Ferrari se proyecta contra sus dirigentes y empleados, y se conduce de una forma diametralmente opuesta a la frialdad y estoico mecanicismo anglosajón. Los equipos ingleses son por costumbre más pacientes y ponen menos en duda a sus dirigentes, por eso suelen durar más en los cargos.
Se rumorea que Ferrari, ya a principios de año, estableció líneas de comunicación con Christian Horner, sempiterno director de Red Bull, cargo en el que lleva desde 2005. Otro al que al parecer ofrecieron el cargo fue el germano Andreas Seidl, que procedente del equipo que Porsche presentaba en Le Mans, fichó hace apenas dos años por McLaren. Pincharon en hueso en ambas ocasiones.
Alguien hizo correr la idea de que el que fuera uno de los artífices de los cinco títulos consecutivos de Michael Schumacher vestido de rojo, Ross Brawn, bien podría ser el nuevo director de la Scuderia. Brawn se acaba de retirar de dirigir el conjunto de la Fórmula 1 como responsable técnico, y ha dicho de manera pública ‘que en lo sucesivo verá las carreras desde el sofá de su casa’.
El candidato más sólido hasta hoy bien podría ser el actual director de Alfa Romeo, Freddie Vasseur, que ya llevó las riendas de Renault. Pero cuando los rumores se disparan y no ocurre nada durante un tiempo prudencial, es lógico pensar que esto no fue más que un planteamiento que no cuajó.
Una de las últimas ecuaciones volcadas en los medios es que el CEO de la marca, Benedetto Vigna, ocupase el puesto de manera temporal. Tiene sentido si está semanas, puede que algún mes. Este físico subnuclear tiene mil cosas en las que pensar y una de las que le pillan más a desmano es la de dirigir una escudería de carreras. El epicentro del negocio que atiende es vender coches y crear a su alrededor el aura industrial y emocional necesaria para que siga siendo la marca más rentable del mundo, con beneficios por unidad vendida que rozan los 70.000 euros. El grado de especialización, compromiso, y atención que requiere una entidad tan compleja como un equipo de Fórmula 1 escapa de las manos de todo aquel que no viva permanentemente encima de un todo tan intrincado.
El legado de Mattia
En manos de Binotto, un hombre procedente de la compañía y no en vano llevaba en ella casi tres décadas, Ferrari venía de no colmar los deseos de sus dirigentes. Pasó de varios subcampeonatos a caer en 2020 en una de las peores temporadas en décadas… para resurgir este año con un inicio de temporada esperanzador. Comenzaron ganando carreras, aventajando a su principal enemigo, Red Bull, y su eficiencia se ha ido deslizando hacia una posición en la que por poco Mercedes no les arrebata el subcampeonato. Resulta paradigmático que empezasen el año con un coche ganador, y poco a poco, con flagrantes errores de estrategia, de lectura de las carreras y de planteamiento general, hayan perdido todo lo que ganaron sus ingenieros.
Poco se habla del túnel de Ferrari, una de las herramientas básicas de un equipo, y que fue renovado hace poco más de tres años tras temporadas de errores, fallas y falta de precisión del existente. En Ferrari se hartaron y el desaparecido en 2018 Sergio Marchionne decidió montar el más avanzado que hubiera. Clonaron el de Sauber, en Suiza, que parece ser el más moderno. Se hace lógico pensar que el éxito inicial del actual F1-75, nombre del monoplaza de este 2022, se debe al trabajo de los nuevos sistemas porque en el plano aerodinámico ha logrado un rendimiento por encima del habitual en las temporadas anteriores. Esta pequeña observancia arroja una de las claves acerca de Ferrari: hay cosas que funcionan, y funcionan muy bien. Los británicos tienden a crear estructuras más monolíticas, más longevas, a las que van reparando aquello que no funciona. Ferrari se encontraba en el camino de ir ascendiendo tras un par de años malos, por eso es una creencia común entre los observadores más sesudos, que esto no se trata más que de un error más en una gestión errática y con una meta clara, pero un camino en el que los baches los genera la propia entidad.
No en vano, Joan Villadelprat, actor con mayúsculas en equipos como Prost, Benetton, McLaren o la propia Ferrari, se expresó a través de su cuenta de Twitter con un «y Ferrari vuelve a las chorradas destituyendo a Binotto. Como siempre creen que alguien lo puede hacer mejor. Son Perdedores». Ojalá se equivoque, pero hay demasiada gente de acuerdo como para pensar que lee mal lo que muchos ven. Vienen más volantazos rojos.