Renault liquida la era del monovolumen con el nuevo Scenic, un SUV eléctrico
La firma francesa resbaló en la piel de plátano eléctrica, pero está de vuelta con cambios de orden mayor
Resulta paradójico. Los franceses llegaron casi los primeros a la electrificación, se adelantaron a todos los demás, y luego quedaron en un limbo en el que todos tenían algo que ofrecer y ellos no tenían prácticamente nada. Con su nuevo Scenic, 100%, quieren dar la vuelta a la tortilla… francesa.
Uno de los pioneros en lo de poner baterías a los coches no fue otro que el ahora tristemente famoso Carlos Ghosn. Protagonista de una fuga de película que se puede ver en Netflix, fue el primer mandatario automovilístico europeo en prever la oleada de voltaje que iba a llegar a las costas del viejo continente. De poco le sirvió, con modelos de éxito limitado como el Zoe, el Fluenze o el exótico Twizzy, con el que se desplazaba el locutor Carlos Herrera por el centro de Sevilla.
Fueron bienvenidos por la crítica, pero más con expectación que contundencia comercial por parte del público. Se adelantaron a su tiempo, lastrados por unas baterías poco eficientes, una tecnología aún demasiado verde, y unos compradores que aún no tenían asimilada la electrificación.
Cambio de ADN
Renault resbaló en la piel de plátano eléctrica, pero está de vuelta con cambios de orden mayor. Para ello ha sido fundamental el empuje de Luca de Meo, el italiano que inventó Cupra, y ha insuflado una nueva vida en la firma del rombo. De su mano, han mordido con fuerza la pantorrilla del voltaje, con un Megane E-Tech eléctrico, el futuro Renault 5 que se anda horneando, y el nuevo Scenic.
Los galos inventaron el concepto con sus Espace a mediados de los 80, y una década después, con base en los Megane, llegó la primera Scenic. Recortaron el morro del compacto, la alargaron por atrás con una caída a plomo en sus líneas, y acabó siendo una tendencia que siguieron todos. Los monovolúmenes dominaron el asfalto, hasta que llegaron los SUV, y los devoraron a todos. La mitad de los turismos vendidos en Europa son ya de esta última tipología, y Renault no es ajena a ello, de ahí que haya liquidado el concepto para alinearse con lo que pide el mercado. Llegaron Arkanas, Rafales, Capturs, y hasta el Clio ha crecido hacia arriba. Sin ir más lejos, el Megane eléctrico es un SUV sin ningún tipo de disimulo.
De Meo dio un enorme empujón a la llegada de este tipo de carrocería a la gama y su frase, lapidaria, fue «la pasta está ahí», así que ahí se tiró en plancha para remozar su catálogo. Si el Megane E-Tech fue la avanzadilla, este novedoso Scenic E-Tech da una vuelta de tuerca más con una tecnología que no les resulta extraña, con una excelente carta de presentación, y un precio contenido. Un eléctrico, mediano, SUV, y puesto en la calle por poco más de 31.000 euros —con ayudas del gobierno— es un gran paso para aquellos que quieren olvidarse de echar gasolina a su coche.
Con un precio así, entraría en pugna con vehículos más pequeños como el Jeep Avenger o el Volvo EX30, sería 10.000 euros más barato que los Tesla básicos, e incluso costaría menos que varios modelos híbridos, como el Hyundai Tucson, el Nissan Qashqai, o el KIA Sportage. El Mazda MX-30 viene a costar lo mismo, el Tesla Y, el hijo de Elon Musk más similar, cuesta 6.600 euros más con una autonomía equiparable, o el BYD Atto cuesta unos 2.000 euros más. El Volkswagen ID.4, que se mueve en esa zona prestacional, se dispara a cerca de 14.000 euros más. Con uno de los pocos con los que no puede es el MG ZS EV, que cuesta unos 10.000 euros menos.
Si el precio de arranque es de 38.703 euros antes de ayudas, gran parte de la clientela se lo pensará dos veces y lo tendrá difícil para elegir si la electrificación entra dentro de sus planes. Eso si además no pilla alguna oferta, que podría llevarle por debajo de los treinta mil. Pero el precio no es su único argumento de ventas.
Qué pagas, qué obtienes
No escapa a nadie: el principal handicap de los coches eléctricos es su precio. La mayoría de los usuarios se bastarían con un coche a baterías para el 90% de sus desplazamientos, pero el alto coste les echa para atrás. Si las prestaciones y usabilidad empieza a ser equiparable a los de combustión, los prejuicios o preferencias ancladas a lo conocido, comienzan a caer. Y con este Scenic, Renault ha conseguido aunar precio y prestaciones.
Pocos necesitan coches capaces de alcanzar los 250 km/h o que hagan de 0 a 100 en cinco segundos. El Scenic es un modelo que se aleja de cifras mareantes en estas asignaturas, y se dedica a hacer un vehículo útil en el día a día que no pretende impresionar a vecinos y cuñados; con mejores prestaciones un vehículo demuestra su calidad, pero no siempre son necesarias.
Aunque el Scenic dispone de varios acabados (Evolution Techno, Esprit e Iconic), sus motorizaciones son dos, una de 170 CV y otra de 220. Si en el primer caso la velocidad está limitada a 150 km/h y la aceleración de 0 a 100 es de 9,4 segundos, con la segunda opción, el límite es de 170 km/h y llega a los cien desde parado en 8,4 segundos. Sendas mecánicas están basadas en baterías de 60 y 87 kWh, que les otorgan una autonomía homologada en ciclo WLTP de 430 kilómetros y 623 respectivamente. El conjunto de prestaciones, en comparación con sus rivales más cercanos, convierten al francés en una opción excelente en los modelos de acceso, con algo menos de caballería, pero mejor precio.
SUV por fuera, berlina por dentro
Dentro de la gama Renault, el Scenic queda entre el Megane eléctrico, algo más pequeño, y el Espace, de mayor tamaño pero sin versión eléctrica, solo híbrida. Está a dos dedos de los cuatro metros y medio, con 4,47 metros de largo, 1,86 de ancho, y 1,57 de alto. Su maletero cubica 545 litros, algo más grande que muchos modelos de cotas similares.
Una de las rarezas de este coche es que por fuera es un SUV con todas las letras, de cierta altura aunque no excesiva, llantas de 19 pulgadas (20 en opción) dos cuerpos, pero por dentro es una berlina. El conductor está muy bajo, estirado, casi como en un coupé y en una posición no muy alzada, como es habitual en los modelos de este tipo. Esta postura es algo que se contagia hacia los pasajeros de atrás, que están por debajo de lo previsible. La larga distancia entre ejes permite esta posibilidad, de aire algo más deportivo y menos todoterrenero propio de los SUV.
Equipamiento generoso
El Scenic eléctrico arranca en su base con el acabado Evolution, que siendo el más barato, posee elementos propios de gamas altas de no hace tanto. En la colección de elementos visibles hay llantas de 19 pulgadas, faros LED delante y detrás, una pantalla central de 12,3 pulgadas y un display de 9 tras el volante. El climatizador es bizona, los retrovisores poseen plegado eléctrico y están calefactados de serie, y el sistema de iluminación y el parabrisas se limpian de forma automática.
En cuanto a las ayudas a la conducción, cuenta con control de crucero adaptativo, frenada automática de emergencia, asistente de salida de carril, detector de fatiga, lector de señales de tráfico y asistente en pendiente. Según se escala gama arriba, te topas con un equipamiento aún más intenso. Si lo pagas, tendrás una cámara de 360 grados, retrovisores inteligentes, detector de ángulo muerto, o alerta activa de tráfico cruzado. La guinda, en especial para los más frioleros, es el volante calefactado.
Las primeras unidades de este finalista a Coche del Año comenzarán a encontrarse con sus nuevos propietarios en primavera, pero ya se pueden ir reservando. El Scenic, un SUV eléctrico hecho en suelo europeo y para bolsillos no especialmente profundos, es una de las más sólidas respuestas a la invasión china de eléctricos. Esto se agita.