De Milano a Junior: el motivo político del cambio de nombre del nuevo SUV de Alfa Romeo
Las autoridades italianas han puesto el grito en el cielo ante lo que han denominado como un insulto hacia su industria
El pintor Salvador Dalí decía que si hablaran mal de él sería peor que si no hablasen nada. Esto es lo que le ha ocurrido al último lanzamiento de Alfa Romeo, el Milano, que ha tenido que ser rebautizado al impersonal nombre de ‘Junior’. La primera afirmación se certifica cuando se conoce que el configurador en la página web de la marca, estuvo inoperativo durante horas ante el aluvión de visitas; el jaleo mediático disparó el interés.
Si lo hubieran planificado para causar semejante efecto no hubieran conseguido el resultado obtenido, y este ha sido la popularización instantánea de un modelo exótico dentro de la línea histórica de Alfa Romeo. Un SUV, relativamente pequeño, eléctrico —con una versión híbrida— y basado en otros modelos del grupo Stellantis al que pertenece.
Modelo revolucionario en la gama
A priori no parece un Alfa Romeo de pura cepa, aunque conserva dos características propias de la firma: un diseño impactante y un comportamiento dinámico que premia la deportividad. Sin embargo, hay un detalle por el que Alfa Romeo ha soliviantado a las autoridades italianas: su nombre.
El Alfa Romeo Milano se presentó en espíritu el 13 de diciembre del año pasado, y las suspicacias y enfados ya comenzaron entonces, aunque sin consecuencias. La bomba fétida estalló el 10 de abril, fecha de su presentación mundial, y de manera automática las autoridades italianas pusieron el grito en el cielo ante tamaño insulto a su industria. El coche no podría albergar una denominación de origen italiano si no está fabricado en Italia (lo que conduce a varios sinsentidos).
El problema reside en que el Milano, Junior en lo sucesivo, no se fabrica en suelo patrio. El Gobierno de Italia tiene leyes que protegen las denominaciones de sus productos, al modo de la Denominación de Origen española. Si el jamón de Huelva, el vino de Jerez, o el champán francés llevan matrícula, los italianos no quieren saber nada de una marca de coches italiana, adscrito a un grupo francoitaliano, que hace este modelo en Polonia.
Se trata de un problema industrial. La planta de Tychy, al sureste de Varsovia, tiene líneas de producción habilitadas para construir los modelos con los que comparte su estructura. El Jeep Avenger o el Fiat 600e salen de sus líneas de montaje, con la tecnología, sistemas, cadena logística y mecanismos específicos para crearlos. La plataforma compartida, común en todos ellos es la denominada CMP o e-CMP, y todos los modelos que la comparten, suelen nacer bajo el mismo techo por cuestiones técnicas e industriales.
Alfa Romeo sería feliz de poder elegir donde ensamblar este coche, pero les resulta complicado, por no decir inviable hacerlo. Debido a esto, el propio Carlos Tavares —presidente de Stellantis—, salió a la palestra para dejar un recado encima de la mesa: «si construyéramos este coche en Italia costaría 10.000 euros más». Los gobiernos europeos desean una rápida adopción de coches eléctricos por parte de un público que se resiste, y tampoco ayuda a la industria cuando encuentra soluciones.
No deja de ser pintoresco que la legislación italiana impida que el Alfa Romeo se denomine Milano por estar hecho en Polonia, pero no tenga problema alguno con que en esa misma factoría se hagan modelos Fiat. Pasan por ser coches de Italia a los que nadie pone trabas a pesar de llevar una etiqueta donde se lea Made in Poland.
Las ciudades de Milán y Tychy están separadas por 1240 kilómetros por carretera, y hay que cruzar varias fronteras para ir de un punto a otro. Esto es lo que enerva al gobierno italiano, que se obtenga cierto rédito al usar una denominación que entienden no les corresponde. No queda claro si Alfa Romeo fue notificada sobre la problemática denominación durante los cuatro meses que pasaron entre el primer y el segundo anuncio, pero el coste de crear un nombre y su lanzamiento, con posterior polémica, recaerá sobre Stellantis.
Antecedentes no penales
No es la primera vez que la marca se ve obligada a cambiar su nombre, y por sonoridades poco convenientes. El Mitsubishi Pajero cambió a Montero por razones obvias; el Ford Pinto en Brasil no se vendió bajo ese nombre porque significa ‘pichacorta’; el Fiat Regata añadió una segunda T a su denominación en Escandinavia, porque una regata es ‘una señora que pone los cuernos’. El Seat Málaga, en Grecia pasó a llamarse Gredos, porque malaca es una de las peores formas de insulto hacia los homosexuales.
Hay muchos ejemplos, y en el caso de Alfa Romeo, existe una larga tradición de cambios de nombre por altercados de diversa índole. En 2009 ya pensó en usar el nombre de Milano para el modelo que sustituyera al 147. En el último momento, con el material informativo ya remitido a los medios de comunicación, se decidió trocar el Milano original por el de Giulieta. Todo se debió a un desencuentro entre el fabricante y los trabajadores de la región.
Alfa Romeo llevaba en la zona cerca de un siglo, y estaba trasladando sus operaciones al entorno de Turín, donde tiene la sede la matriz, Fiat. Muchos trabajadores se vieron forzados a cambiar de domicilio, ciudad, trasladar a sus familias, y la atmósfera era negativa. Los desplazados a 150 kms al oeste vieron con malos ojos que su contratante usase el nombre de la ciudad que abandonaban a rastras para promocionar su última creación. Tenían prisa en plantar cara al Volkswagen Golf, y ahorraron tiempo y energía en juicios y jaleos al cambiar de nombre.
Trifulca con Renault
Y no, tampoco era la segunda vez que una compañía asociada a Fiat se venía obligada a cambiar de nombre un modelo en el último minuto. A principios de 2003, Fiat decidió llamar Gingo al sucesor del Panda. El cambio se forzó tras una sonora queja por parte de Renault, con amenazas de demandas legales de por medio. Los galos consideraban que Gingo se parecía demasiado al de uno de los rivales más duros del Panda: el Twingo. Mantener el nombre del Panda acabó siendo un gran acierto para Fiat.
Según Alfa Romeo, el cambio de denominación apenas afectará a las ventas, al marketing, o a la imagen de su más reciente y prometedor producto. Todo esto nos conduce a que el día que en Italia se enteren del uso en su nombre que hacen cientos de miles de restaurantes, marcas de pasta, o pizzerías de todo el mundo de nombres italianos, les va a dar un parraque. Esperemos que no obliguen a todos a cambiar sus letreros.