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Tesla traspasa la corona como coche más vendido del mundo al Toyota RAV4

El RAV4 reúne tres características que cotizan al alza: fiabilidad, equilibrio y sentido práctico

Tesla traspasa la corona como coche más vendido del mundo al Toyota RAV4

Toyota RAV4.

Fiabilidad. Esa es la razón visible más evidente del éxito demoledor de Toyota, pero no la única. Acertar con el producto, dar a la clientela lo que busca, tener visión del entorno y saber adaptarse a un mercado complejo, en el que la marca japonesa no es que flote, sino que parece alejarse del resto a mayor velocidad de la prevista.

Tanto es así, que tras un año de reinado de los eléctricos Tesla, un Toyota eleva sobre su cabeza la corona de coche más vendido del mundo. En 2024, de los diez coches más vendidos del planeta, cinco fueron de esta marca. El campeón de todos ellos fue el RAV4, que batió al Tesla Y con 1.187.000 de matriculaciones y un crecimiento del 11%. El coche californiano decreció un 3% en ventas, lo que lo llevó a colocar 1.185.000 unidades. Muy cerca del líder, pero segundo.

En un mundo obsesionado con lo eléctrico, lo autónomo, lo digital y lo que está «en la nube», que el coche más vendido del planeta en 2024 sea un SUV híbrido, equipado con un motor térmico, tiene un cierto punto de sarcasmo. El peso del sentido común acaba de dar una bofetada de realidad al relato imperante global. Y la mano viene, como no, desde Japón, donde se están tomando con mucha calma lo de los vehículos a batería.

En 2023, Tesla logró lo impensable: colocar su Model Y como el coche más vendido del mundo. Una hazaña histórica que parecía señalar un antes y un después para la industria del automóvil, y de paso el principio del fin del motor de combustión interna. Pero 2024 ha devuelto el orden natural de las cosas.

Un año después, y por apenas 2.000 unidades de diferencia, un modelo que está acabando su ciclo comercial, con una nueva generación que llega el año próximo, recupera su corona. No lo ha hecho por potencia, ni por un diseño rompedor, ni siquiera por ser el más barato, porque barato no es. La ha recuperado, por lo que siempre han sido conocidos los productos de la marca: fiabilidad, equilibrio y sentido práctico.

La versión actual no es la más moderna de su segmento, ni la más tecnológica. Es, de hecho, una fórmula bastante conservadora: un SUV grande, híbrido autorrecargable o enchufable, con un motor de 2,5 litros atmosférico y una caja de cambios que evita la palabra «emocionante». Pero es justo esa combinación la que ha logrado conquistar a más de 1,18 millones de compradores en todo el planeta. En un año en que la industria se fractura entre la ambición digital y la exigencia regulatoria, los conductores han vuelto a abrazar lo seguro, lo que saben que funciona.

El RAV4 puede parecer obsoleto al lado de las exuberancias eléctricas de otras marcas, pero su autonomía real —820 kilómetros con un depósito— y su índice de fiabilidad siguen siendo insuperables. La estrategia de Toyota ha sido, cuanto menos, contracultural. La marca japonesa apostó por una transición tranquila, perfeccionando un sistema híbrido que ya acumula más de dos décadas de evolución. Toyota ha hecho del conservadurismo su principal baza.

En Europa, donde las normativas van por un lado, y la realidad del consumidor por otro, el híbrido se ha convertido en el nuevo diésel: eficiente, económico y sin las complicaciones que han acompañado a la nueva movilidad. La paradoja es aún más grande si miramos el contexto político.

Bruselas quiere vetar los híbridos para 2035, y empuja a los fabricantes a una electrificación total que no siempre tiene sentido económico, técnico, ni logístico. Pero el Toyota RAV4, con su motor térmico que supera la normativa Euro 7 con solvencia, deja claro que todavía hay mucho margen de mejora en el mundo de los combustibles. Y sobre todo, que el debate no debería ser entre eléctrico o combustión, sino entre coches que cumplen y coches que no.

Lo consigue con consumos de hasta 4,4 litros a los 100 en carretera, hasta 75 kilómetros en modo 100 % eléctrico en la versión enchufable, y una mecánica sin turbo. Si a ello añadimos la etiqueta ECO por cuestiones normativas, tenemos un coche perfecto para toda circunstancia, y sin las limitaciones de las zonas de bajas emisiones.

El SUV para todo

Pese a su tamaño y su vocación familiar, el RAV4 sorprende por un comportamiento en carretera que bordea lo inesperado. La versión híbrida enchufable, con sus 222 caballos y tracción total, acelera de 0 a 100 km/h en apenas 6,5 segundos, una cifra más propia de berlinas deportivas que de un SUV de casi 1.700 kilos. Pero más allá de la potencia, lo que destaca es la suavidad de su conjunto propulsor.

El motor atmosférico de 2,5 litros, asociado a una transmisión de variador continuo, prioriza siempre la eficiencia, dosifica la entrega de par con una lógica que a veces se siente algo artificial, pero que resulta imbatible a la hora de reducir consumos. En modo eléctrico puro, los trayectos urbanos son silenciosos y fluidos, y en el híbrido autorrecargable, el juego entre regeneración, carga y propulsión está tan bien orquestado que el conductor apenas lo percibe.

Su comportamiento fuera del asfalto también merece mención. Aunque no se trata de un todoterreno puro, el RAV4 cuenta con una distancia libre al suelo generosa y modos de conducción específicos para barro, nieve o terrenos escarpados. Esto le permite salir airoso de pistas forestales y caminos poco favorecedores sin despeinarse. Es un SUV que no promete hazañas extremas, pero sí la capacidad suficiente para escapadas sin sobresaltos. Además, su reparto de pesos, la buena insonorización del habitáculo y el confort de marcha general transmiten una sensación de aplomo y estabilidad en toda circunstancia.

Independencia y personalidad

Toyota marca su propio camino, y domina en mercados clave como China (bajo el nombre de Wildlander), en Europa y en Estados Unidos. Incluso en España, donde hace dos décadas los taxis eran mayoritariamente diésel del grupo Volkswagen, hoy un 80% de las licencias ruedan sobre híbridos de Toyota.

Lo más llamativo es que este modelo, que arranca desde unos 38.000 euros en su versión más sencilla y puede llegar a los 52.000 en sus acabados más lujosos, no juega precisamente en la liga del lowcost. Es un coche costoso, pero con una justificación que convence: un seguro de la batería de tracción hasta los 15 años de o 250.000 km, calidades interiores que envejecen mejor que muchas marcas prémium, y un mantenimiento reducido al mínimo. Es, sencillamente, una inversión segura, y eso es justo lo que el mercado está premiando.

El empuje de los fabricantes chinos es real y va a más. Su ritmo de aprendizaje es vertiginoso y sus precios, demoledores. Pero algunas marcas arrastran problemas de fiabilidad, de logística con sus recambios y, sobre todo, de una falta de imagen propia. Y Toyota, a base de hacer las cosas bien, se ha ganado una de las reputaciones más sólidas del mercado. El RAV4 se sube a lo más alto del pódio porque la firma que hay detrás genera confianza, y esto no tiene precio.

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