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Nissan Micra eléctrico, un japonés de alma francesa que busca su propio espacio

Los nipones cuentan con el esqueleto del Renault 5 al que ponen una piel oriental

Nissan Micra eléctrico, un japonés de alma francesa que busca su propio espacio

Nissan Micra eléctrico.

Amarillo por fuera y azul por dentro. Si el interior es tan francés como su mellizo, el Renault 5, por fuera el nuevo Nissan Micra tiene el sabor y color de lo que nos suele llegar de Japón. La sexta generación de un clásico aprovecha el esqueleto del compacto galo para ponerse una piel distinta e incluso mejorarla en algunos aspectos.

No es fácil crear dos coches distintos partiendo de una misma base, que le pregunten a Stellantis, pero Nissan ha logrado darle un sabor diferente a la planta heredada de su compañía hermana en Europa. Este Micra de sexta generación no reniega de sus orígenes, pero tampoco oculta sus raíces. La pregunta inevitable es si hay aquí algo más que un clon. La respuesta no es tan obvia como parece.

Desde fuera, el Micra no busca disfrazarse. Con una longitud de 3,97 metros y proporciones de utilitario de pura cepa, se mantiene fiel a su papel de coche urbano. Sin embargo, en el plano del diseño ha querido ir un paso más allá. Las ópticas frontales, inspiradas en las del exitoso Micra de tercera generación, crean una firma visual circular a partir de formas rectangulares con un guiño que funciona, que añade carácter. El Renault 5 juega a la nostalgia, el Micra prefiere mirar hacia adelante con respeto al pasado.

Los hombros marcados y los pasos de rueda generosos le otorgan una silueta con cierta presencia, incluso con tintes de crossover sin llegar a serlo. Las llantas de 18 pulgadas, presentes en toda la gama, ayudan a esa impresión. Las manillas traseras ocultas y el techo bitono en negro o gris permiten configurar un coche con un estilo más juvenil y deportivo. La paleta cromática es distinta a la del R5, y en eso se agradece un esfuerzo por diferenciarlo. Porque, a nivel técnico, comparten mucho, casi todo.

El nuevo Micra se sustenta sobre la plataforma AmpR Small del grupo Renault-Nissan-Mitsubishi. Cuenta con dos variantes eléctricas: una de acceso con 120 caballos y batería de 40 kWh, y otra más ambiciosa con 150 caballos y 52 kWh. La autonomía homologada es de 317 kilómetros en el primero y de 415 en el segundo, cifras más que razonables para un coche de su tamaño. Incluso supera ligeramente al Renault 5 gracias a un perfil aerodinámico algo más eficiente.

En ciudad, donde estos coches se sienten como jugando en campo propio, la autonomía se puede estirar hasta los 574 kilómetros, según anuncia la marca, pero para lograrlo hay que ser campeón del mundo del ahorro. Que nadie espere repetir esa cifra en autopista, pero sirve para entender que no hay ansiedad de batería en este Micra.

El puerto de carga, colocado en la aleta delantera izquierda, permite recargar del 15 al 80 % en unos 30 minutos, siempre que haya un cargador rápido disponible. La potencia máxima alcanza los 100 kW con la batería grande y 80 con la pequeña. Para el día a día, el cargador trifásico de 11 kW en alterna cumple sin más. Como añadido interesante, incluye capacidad de carga bidireccional: el Micra puede alimentar dispositivos externos gracias a la función V2L o incluso devolver energía a la red doméstica en un futuro cercano con tecnología V2G.

Distinto por fuera, igual por dentro

Hasta aquí, todo suena lógico, moderno, sensato; equilibrado con el tipo de coche del que hablamos, con cifras razonables. Pero si bien el exterior es diferenciador, su interior no oculta sus orígenes. El salpicadero, la instrumentación, los mandos… todo recuerda al Renault 5; es más, son los mismos, con mínimas diferencias. No hay un esfuerzo claro por imprimir ADN japonés al habitáculo. Solo los tapizados y alguna moldura intentan diferenciarlo. El único detalle de orgullo nacional lo pone una sutil silueta del monte Fuji, escondida en los huecos portaobjetos y en el maletero.

A cambio, la calidad percibida convence. Los materiales tienen buen tacto donde importa, el ensamblado está bien resuelto y el diseño general es limpio y funcional. Las dos pantallas de 10,1 pulgadas se integran tan bien como lo hicieron en el Renault, y el sistema operativo Android Automotive permite un uso fluido, con todo el ecosistema de Google a disposición del conductor. También la app NissanConnect suma funciones útiles como preclimatización o planificación de rutas con puntos de carga. Son detalles que convierten al Micra en un coche más conectado de lo que su aspecto podría sugerir.

Delante, la posición de conducción es baja y cómoda. Detrás, el espacio es justo pero aceptable. Dos adultos pueden viajar con relativa comodidad, siempre que no superen el metro ochenta y los trayectos no se alarguen demasiado. La banqueta central sigue reservada para emergencias. En el maletero, 326 litros que se amplían hasta 1.106 con los asientos abatidos. No hay doble fondo ni frunk delante.

Al volante, agilidad felina

Dinámicamente, el Micra cumple con nota. La versión de 150 caballos tiene buen empuje, acelera de 0 a 100 en 8 segundos y transmite una sensación de agilidad que no es habitual en este segmento. El par llega al instante, la respuesta es inmediata en ciudad y solvente en carretera. La suspensión trasera multibrazo, poco habitual en coches pequeños, le da un plus de estabilidad. No es un coche deportivo, pero sí vivo y divertido. En una conducción urbana ágil se comporta como pez en el agua.

El sistema de frenada regenerativa es otro punto fuerte. Las levas tras el volante —solo disponibles en el acabado Tecna— permiten modular la intensidad, con un nivel máximo que activa el modo e-Pedal. Así, en ciudad, basta levantar el pie del acelerador para frenar de forma progresiva sin pisar nada. Un sistema cómodo, eficaz y bien calibrado que no está presente en su hermano francés. Además, el freno by wire evita transiciones extrañas y mantiene un tacto natural, algo que no siempre consiguen los eléctricos.

En marcha, el Micra transmite serenidad. El aislamiento acústico es bueno, incluso a velocidades altas. La dirección es precisa, con el peso justo, y los distintos modos de conducción (Eco, Confort, Sport y Perso) permiten ajustar la experiencia al gusto del conductor. En modo Sport, la dirección se vuelve más firme, aunque las suspensiones no se endurecen. Ya son suficientemente rígidas por defecto.

Muchas opciones

Y ahora, el precio… o los precios. Nissan comunica una tarifa oficial desde 29.100 euros, pero con descuentos, financiación y ayudas puede bajar hasta los 17.550. En el configurador incluso aparece una cifra de 18.450. La versión más equipada, Long Range Tecna, sube hasta los 37.150 euros, aunque con promociones se queda en 25.600. Nissan lo sitúa en la franja alta del segmento B, junto al Renault 5, el Mini eléctrico o el Alpine A290. Más equipamiento, más prestaciones, más argumentos… y también más competencia.

El Micra eléctrico es, en resumen, un coche coherente, cómodo, equipado, bien construido y razonablemente eficiente. Tiene personalidad, aunque en algunos momentos parezca prestada. Y tiene también un nombre con historia, que regresa con ganas de quedarse. Quizá no sea un coche para enamorarse, pero sí para convivir muchos años sin arrepentirse.

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