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Opinión

Ayuso y el efecto paradójico

«Me ha sorprendido cómo a mi alrededor varias mujeres que eran socialistas de toda la vida me han confesado que van a votar a Ayuso»

Ayuso y el efecto paradójico

Isabel Díaz Ayuso. | Ricardo Rubio (EP)

Hoy no voy a hablar sobre la investigación del hermano de Ayuso por parte de la Fiscalía Europea porque ya lo ha hecho mi compañera Lupe Sánchez en este mismo medio, en un artículo que usted puede leer aquí.

Por mí, puede usted creer o bien que Ayuso es una corrupta o bien que lo de la Fiscalía Europea es una maniobra y una cortina de humo. No es mi intención influir en sus opiniones. Mi artículo no trata de ese tema. Trata de otro.

Me ha sorprendido cómo a mi alrededor varias mujeres, y algún hombre, que eran socialistas de toda la vida me han confesado en petit comité, e insistiendo muchísimo en que por favor no se lo contara a nadie, que en próximas elecciones, dentro de un año, van a votar a Ayuso.

Antes de continuar con este artículo quiero dejar clarísimo que yo no soy votante del PP. Y debo hacerlo porque sucede que vivimos en una sociedad en la que es muy difícil encontrar al periodista independiente. Pretendo hablar del fenómeno Ayuso con toda la neutralidad posible, desde la psicología social.

El efecto paradójico

Se dice que existe un efecto paradójico cuando una medicación consigue justo el efecto contrario del buscado. Por ejemplo, cuando se les administran anfetaminas a niños hiperactivos y, en lugar de mantenerlos despiertos, los tranquiliza.

El efecto paradójico de la izquierda con Ayuso supone que, cuanto más atacan a Ayuso, más promocionan a Ayuso.

Otro curioso efecto paradójico de Ayuso es que, cuanto más antifeminista se presenta, más feminista parece.

Me he movido en círculos feministas desde hace casi 40 años, dado que tengo 55 y asistí a mi primera charla feminista a los 19. He ido a manifestaciones, he dado charlas, he impartido talleres, me he posicionado como feminista desde 1996, cuando en mi editorial me rogaban que por favor ni mentara la palabra que empieza por F (feminismo, no la otra) porque me arruinaría las ventas…

Y he vivido rodeada de mujeres feministas.

Pero lo que yo conocí como feminismo nada se parece al feminismo posmolerdo tan de moda actualmente.

El otro día, por ejemplo, me venía una chica a decir que no se podía ser feminista sin ser vegana. Me resulta absolutamente absurdo porque la gran mayoría de las feministas que conozco comen carne. (Yo, por cierto, no lo hago). 

Pero esta es la postura que se mantiene en círculos afines a Podemos.

La de la interseccionalidad.

Esa interseccionalidad que nos viene a contar que el sujeto del feminismo ya no serían las mujeres sino los negros, los chicanos, el hiyab, las vacas, les gallines, les no binaries y les niñes.

Sin olvidarnos de Álex, madre de cuatro hijes.

Ya en otro artículo les hable de Álex, nacido hombre, que nunca se ha operado ni hormonado, que se considera mujer, que está orgullose, con e, de ser trans, y que aparece en el vídeo de la fundación FELGTB, fundación que ha recibido 30.000 euros de subvención.

Perdonen si vuelvo a hablarles de Álex-madre-de-cuatro-hijes, pero es que le enseñé el vídeo a un amigo mío, psiquiatra él, que hasta entonces abogaba fervientemente por la ley trans y le expliqué que, según esa ley, le podían imponer una multa de 130.000 euros si decía que Álex era un hombre.

Mi amigo el psiquiatra me decía y me repetía que no podía ser cierto, que tenía que ser una parodia.

Pero es real.

Si el anteproyecto de ley Montero sigue hacia adelante, usted puede ir al juicio por declarar en alto que Álex-madre-de-cuatro- hijes es un hombre.

Eso sí, Alex puede hablar de sus cuatro hijes, cuatro, con «o» y no de sus cuatre hijes, con e, como sería preceptivo.

¿No les llama la atención ese detalle?

¿Usted cree que eso no es feminismo, sino delirio absoluto? Yo también

Por eso, a mi alrededor, muchas mujeres que antes eran feministas y que se siguen considerando feministas se están planteando votar a Ayuso.

No es que estén de acuerdo con todo lo que Ayuso propone… ¡en absoluto! Pero, si tienen que alinearse con una gente que les niega su propio sexo y que les va a perseguir si afirman que el sexo es binario, prefieren acercarse a alguien que no lo haga.

Quizá deberían leer un excelente artículo de Sonia Sierra sobre el tema que también se ha publicado en este medio.

Pero ahora viene algo que les va a sorprender… o quizá no.

Muchas de mis amigas feministas admiran a Isabel Díaz Ayuso

No es que simplemente la toleren o la acepten como mal menor.

Es que la admiran.

Sin embargo, no he conseguido que ninguna se atreva a hacer declaraciones en este medio, por miedo a represalias. Una de ellas, por ejemplo, es abogada y colabora en la Fundación Themis. Vive en Barcelona y sabe que en el momento en que su nombre saliera a la luz perdería muchísimos clientes, por no hablar de algunas relaciones institucionales que mantiene con la Generalitat.

Otra es psicóloga y ofrece cursos en diversas asociaciones. Sabe que, si su nombre aparece en este artículo asociado con Ayuso, esos cursos quedarían cancelados.

¿Por qué la admiran?

Ella se lo guisa, ella se lo come

En primer lugar, porque albergan la impresión de que Ayuso no ha necesitado de nadie para llegar a dónde está. Que se sepa, Ayuso no ha ido subiendo peldaños en el partido gracias a su marido o a su amante. Nadie conoce quién fue su marido y su novio Jairo no tenía especial proyección política o mediática.

Uno de los argumentos que más fácilmente se esgrimen contra Irene Montero es que está donde está porque la colocó el padre de sus hijos. Y que, si el padre de sus hijos la conoció, fue porque a Irene le había introducido en el partido su anterior pareja, Juanma del Olmo. Del Olmo actualmente tiene un hijo con Isa Serra, a la que también colocó en la asamblea de Madrid. Ni Irene ni Isa Serra han trabajado nunca fuera de la política.

Isa no había trabajado nunca, más allá de unas prácticas universitarias en la OIT. Irene solo conoció el trabajo asalariado en una breve temporada como cajera en un supermercado y antes de llegar al Ministerio de igualdad Montero no tenía absolutamente ninguna formación en feminismo, ni habíamos escuchado jamás oír hablar de ella en asociaciones feministas. En cuanto a lo de que rechazó una beca por Harvard para dedicarse en exclusiva a Podemos… esta es una afirmación risible si tenemos en cuenta que Irene Montero no habla inglés. 

Rita Maestre entró en Podemos de la mano de Errejón y bueno… no sigo con la lista de enchufadas porque no acabaríamos nunca. 

Pero no creo que sorprenda a nadie lo de saber que en general todas las mujeres de Podemos vienen de muy buena familia -Irene Montero incluida, que por algo heredó varios pisos- y en algunos casos de familias millonarias, como es el caso de las hermanas Serra (hijas de Fernando Serra, educadas en los mejores colegios privados de Madrid, clases de equitación de élite, al más puro estilo Casa Real) o Carolina Bescansa (que posee un emporio farmacéutico y vive en una de las mejores zonas de Santiago). Y que en su mayoría se entiende que entraron en la organización de la mano de sus novios.

De Ayuso se insiste siempre en decir que solo ha trabajado para el partido y que fue community manager del perro Pecas, pero en realidad había trabajado desde antes de acabar la carrera, cuando vivía con amigos en un piso compartido.

Soltera y sin hijos

Otra cuestión que fascina a muchas de mis amigas es el hecho de que Ayuso haya dejado claro que, si no llega a ser madre, no le va a pasar nada. En varias ocasiones ha explicado que la devoción por su carrera le ha impedido la maternidad. Algo que he visto demasiado a menudo a mi alrededor. Mujeres que se han visto obligadas a aplazar la maternidad porque sabían que, si tenían un hijo, su carrera se iría al garete. Mujeres que finalmente, cuando han conseguido un empleo estable, se han encontrado con que tenían 40 y pico años y ya no eran fértiles.

Pero la gran mayoría de las mujeres que detentan o detentaron cargos en Podemos han tenido hijos en la treintena. 

Carolina Bescansa, las dos hermanas Serra, Tania Sánchez, Irene Montero, Ione Belarra… Todas ellas son madres, aunque no han trabajado en la vida fuera de la política, pero han podido disfrutar antes de los 30 años de sueldos millonarios con los que ninguna de mis amigas puede soñar. Ni mi amiga jefa de compras de una multinacional ni mi amiga abogada, ni cualquiera de las amigas de las que hablo en este artículo podrían siquiera fantasear con unos sueldos semejantes. Y sin embargo todas tienen carreras, másteres e idiomas.

Más o menos, la impresión que transmite la cúpula de Podemos es que solo vas a poder tener hijos si eres una niña pija a la que le ha dado por jugar a la política para seguirle los pasos al novio que conociste en la universidad.

Si no, encomiéndate a la virgen de la Dulce Espera. También llama la atención que Ayuso nos aclare, con la mayor tranquilidad del mundo, que, si no llega a ser madre, no va a sufrir en absoluto. Muchas mujeres hemos sentido una especie de presión social por ser mamás. Cuántas no han acabado siendo madres por cierta inercia, que se deriva de la mecánica social. 

Entre la difícil estabilidad económica y sentimental y el reloj biológico, muchas mujeres tienen que afrontar un angustioso dilema sobre si realmente desean (o no) tener un hijo… Todo ello entre presiones de amigos, familiares y conocidos que les preguntan bastante maleducadamente que para cuándo el bebé, que por qué no son madres.

En una situación así, resulta muy refrescante contar con una presidenta soltera, que no es madre y que nunca se ha mostrado angustiada ni preocupada por ello. No concibo actitud más feminista que esa. ¿Otros detalles de Ayuso que les llaman la atención a mis amigas?

Su imagen

Ayuso lleva el típico corte de pelo que hemos llevado todas alguna vez. Ese que no necesita ni secador ni plancha. Basta con salir de la ducha, ponerte un poco de espuma y listo. Es el corte de pelo clásico de la mujer ocupada.

Su forma de vestir también nos resuena. Conjuntos de Zara y trajes de chaqueta funcionales y no particularmente fashion. 

Frente a políticas como Yolanda Díaz, Begoña Villacís o Cayetana Álvarez de Toledo, que podrían aparecer sin ningún problema en las listas de mejor vestidas, la impresión que da Ayuso es que tira de los típicos trajes de chaqueta que todas tenemos en el armario para solucionar un imprevisto, y que se ha cortado el pelo de la forma más pragmática posible para no tener que pasarse el día con la dichosa plancha.

Las mechas balayage que lleva Yolanda Díaz, por ejemplo, cuestan un ojo de la cara y parte del otro. Exactamente, suponen un mínimo de 60 euros mensuales y una mañana entera cada 15 días perdida en la peluquería, aparte de los consabidos retoques diarios. La propia Yolanda contaba en una entrevista que se arreglaba el pelo con la plancha en el coche oficial y que le enseñó a Mónica García cómo hacerlo.

Sin embargo parece que Ayuso tira más del canciller style que puso de moda Merkel. Corte de pelo sencillo y blazer en todos los colores posibles: 

Pasteles cuando quiere darle un aire más abierto e informal.

Azul como color para transmitir objetividad y equilibrio.

Rojo cuando quiere presentarse como agresiva y poderosa.

Y de ahí esa foto icónica en la que parece que busca a Jaques, pero sin escote y que he extraído en su perfil de InstagramPower dressing en su máxima expresión.

Y es que cuando Ayuso busca el protagonismo suele vestir íntegramente de rojo. El rojo es el color de la Comunidad de Madrid y el que la hace más llamativa. Por ello lo llevó al debate de las elecciones.

Y por eso también lo llevaba su rival.

Si quiere llamar la atención, pero no en exceso, entonces viste de negro, como cuando se presentó en El hormiguero.

Y viste de blanco, el color de la transparencia y la bondad, cuando quiere dar imagen de inocencia. Como en esta imagen cuando dio la rueda de prensa después de que se sacara a la luz el tema de su hermano.

¿Creo que Ayuso viste de forma sencilla? No, creo que su imagen está calculada al milímetro para ofrecer, precisamente, esa imagen sencilla (otro efecto paradójico).

¿Y quién está detrás de estas decisiones? ¿Su estilista? 

No, no tiene estilista. 

¿Miguel Ángel Rodríguez

No. Miguel Ángel Rodríguez a tenor de cómo va vestido, no tiene ni idea de semántica cromática.

Probablemente, sus decisiones indumentarias las toma ella misma.

Isabel Díaz Ayuso se especializó en comunicación política y en los cursos de comunicación política nos instruyen a quienes los hemos seguido sobre la importancia del color.

Esto me lleva a otro tema…

El machismo contra Isabel

El machismo que presupone la tantas veces repetida afirmación de que Isabel Díaz Ayuso es la obra de Miguel Ángel Rodríguez.
A estas alturas creo que ya nos hemos dado cuenta de que Ayuso tiene personalidad por sí misma. Una personalidad que puede gustarnos o no gustarnos nada… pero que es claramente suya. No se trata de un montaje ni de una impostura.

Esto se advierte claramente en su comunicación no verbal, que ha mejorado de forma obvia y clara en los dos últimos años.
Si en los inicios de su mandato tartamudeaba, gesticulaba en exceso, se llevaba la mano al pelo, encogía los hombros, desviaba la mirada o sonreía sin usar los ojos (lo que se conoce como sonrisa falsa, opuesta a la sonrisa Duchenne), en sus últimas intervenciones parlamentarias parece una ametralladora: miradas directas, muy poca mirada de huida, tono de voz alto y firme, gesticulación activa pero no exagerada.

Sonrisa falsa: no utiliza los ojos
Sonrisa Duchenne: contracción del músculo cigomático mayor y menor cerca de la boca se eleve la comisura de los labios, se alzan las mejillas y se crean arrugas alrededor de los ojos

En una de esas intervenciones me llamó la atención un momento en el que ella increpa a la bancada contraria: «Cállense, está hablando una mujer».

Estoy casi segura de que llevaba esa salida preparada.

No creo que Ayuso sea tan ignorante como para no haberse enterado de lo que sucede actualmente en las filas feministas y ese pequeño guiño al feminismo de toda la vida supone -imagino- un intento de rascar votos entre mujeres trabajadoras que estamos más que hartas de que, en las reuniones de trabajo o en las cenas entre amigos, nos interrumpa un señoro cuando estamos intentando explicar nuestra posición.

El entrismo

El entrismo es una táctica  de infiltración en un movimiento.

Los que sepan un poco de comunismo y marxismo recordarán aquella frase de «hacerse con el sistema desde el sistema». Un axioma de los trotskistas, que proponían introducirse en los movimientos de masas para dinamitarlos desde dentro y reconducirlos hacia otra dirección.

Las mujeres feministas hemos presenciado el entrismo, pero no por parte de los marxistas ni de los comunistas, sino de la teoría queer, que nada tiene de comunista ni de marxista.

Esta teoría se ha infiltrado cual caballo de Troya en un movimiento político creado, en principio, para reivindicar la igualdad de derechos de las mujeres.

La teoría queer es (¡agárrense que vienen curvas!) «la elaboración teórica de la disidencia sexual y la de-construcción de las identidades estigmatizadas». Palabros que, en la práctica, vienen a significar esto:

De repente nos cuentan que los hombres pueden ser mujeres, simplemente si se sienten así, sin necesidad de hormonación ni operación. 

De repente nos cuentan que la prostitución es trabajo sexual y no explotación.

De repente nos cuentan que la gestación subrogada es súper feminista y que empodera a las mujeres

De repente nos dicen que para ser feminista tienes que ser vegana.

De repente nos dicen que basta con que un hombre se declare no binario para que pueda entrar en nuestro cuarto de baño. De repente nos dicen que, si ese hombre nos agrede, no podemos hablar de violencia de género porque no será un hombre el que nos ha pegado.

Todas tenemos claro que la teoría queer ha hecho una maniobra de entrismo en el feminismo.

Lo que no tengo tan claro es si Isabel Díaz Ayuso está practicando un entrismo sutil y paradójico.

Me parece que Isabel Díaz Ayuso por un lado se desmarca claramente del feminismo, pero por otro lado le está haciendo guiños constantemente.

Esto, repito, no lo tengo claro y por eso, como de costumbre, está humilde articulista le ruega que dejen comentarios para abrir un debate sobre el tema.

Y como para muestra sirve un botón, les dejo las opiniones de varios amigos, ex votantes socialistas.

Todos van con nombre supuesto.

  • Manuel, jubilado. Trabajaba como obrero en una fábrica de asientos para automoción. Estuvo afiliado al PSOE y sindicado: «Yo dejé de votar, en las últimas elecciones no voté porque el PSOE dejó de ser un partido referente para mí con la llegada de Sánchez. En las primeras elecciones de Ayuso ella no llegó a llenarme, no la voté entonces, tampoco en la segunda. Pero es muy posible que la vote en el 2023 porque la defensa que hace de la Comunidad de Madrid, que es mi región, la forma en que defiende sus ideas, acertadas o no, me llama mucho la atención. Además, creo que está haciendo crecer esta comunidad por encima del resto. Y la veo cercana, la gente de la calle está con ella. No sé, creo que tiene frescura… aunque con el tiempo la perderá. No considero que vaya a ser una gran política, pero ante la gran mediocridad que hay en política, la veo diferente. Por cierto, siempre me he considerado feminista pero el feminismo de Irene Montero no lo entiendo».
  • Marta, 42 años, jefa de compras en una multinacional: «Creo que en absolutamente todas las elecciones he votado PSOE. Para mí era algo casi instintivo, como si perteneciera a un club de fútbol, no sabría cómo explicártelo. Para mí el PSOE representaba mejor que nadie el compromiso con el feminismo y también con el Estado del bienestar.  Como tantísimas mujeres, cambié de opinión cuando vi todas las barbaridades que estaba haciendo Irene Montero y que el PSOE no solo la apoyaba, sino que además se deshacía de Carmen Calvo. Más Madrid iba en la misma línea con su ley trans, tampoco era opción. En ese momento decidí que prefería votar a alguien que me bajara los impuestos porque ¿para qué quiero impuestos altos si no voy a conseguir nada a cambio, si mis impuestos van a ir a chiringuitos con los que no comulgo, que niegan que existan las diferencias por sexo? Además, a ella la veo resolutiva, sin miedo, que va a por lo que quiere, que cumple lo que promete. No estoy de acuerdo con ella en todo, pero para mí era lo menos malo».
  • Javier, 40 años, dependiente en una zapatería del barrio de Chueca. Casado. Con un hombre: «Cuando yo era niño, era muy mariquita. Me encantaba disfrazarme con la ropa de mis hermanas e incluso tengo varias fotos disfrazado de flamenca. Mis amigas siempre han sido niñas y con ellas jugaba a las muñecas. Siempre iba con mis hermanas mayores y con sus amigas. Nunca tuve el más mínimo problema por ello porque mis padres eran muy abiertos de mente. Tampoco me acosaron en el colegio porque soy muy alto y muy fornido. En cuanto se metían conmigo les daba un puñetazo. Ahora que soy un adulto, soy un hombre muy masculino, como ves. Siempre había votado al PSOE. Cambié de opinión con la historia de mi sobrino. Mi sobrino es como era yo, juega con muñecas, va mucho con niñas, le encanta pintarse las uñas y llevar bisutería… Mi sobrino acude a un colegio muy progresista que además cuesta un ojo de la cara. Y de repente se presentó un día en casa diciendo que él en realidad era una niña. Le habían dado unas charlas en el colegio. Y luego sus profesores le habían reafirmado en esa idea. Mi hermana sabe que el tratamiento de bloqueo de la pubertad es demasiado agresivo para un menor.  Pero cuando intenta hablar con eso de su hijo él la insulta y la llama tránsfoba. Cuando hablasteis de que en el anteproyecto de ley se dice que a un padre le pueden retirar la custodia si se niega a que le administren bloqueadores a su hija o hija, recuerdo el tweet de un señor del PSOE diciendo que claro, que lo normal era que les retiraran la custodia. Ese adoctrinamiento me aterra y por eso no creo que vuelva a votar PSOE, o a la izquierda. Me parece que están promocionando un sexismo rancio y muy peligroso». 
  • Lena, 22 años, en 2019 votó a Podemos: «Soy estudiante de integración social. Una asociación nos dio una charla en clase. Hablábamos de interseccionalidad y comentábamos los condicionantes para entrar en exclusión social. Por ejemplo, tu nivel de renta, padecer una discapacidad, ser de otra etnia, ser de otra religión, el barrio en el que vives… Yo apunté el sexo y el profesor se negó a ponerlo en la pizarra y me dijo que debería ser género. Nos dan charlas de este tipo sin parar y empieza a ser muy repetitivo, y ya no puedo hablar de otra cosa que de adoctrinamiento. (…)  En mi centro de estudios hay un chico que se ha declarado no binario y que entra en nuestro cuarto de baño cuando le apetece. Cuando me quejé, me llamaron intolerante y tránsfoba. No estoy del todo de acuerdo con Ayuso y desde luego estoy contra la tauromaquia, pero… Mira, mi padre tiene un bar. En muchas cosas ella no me convence, pero creo que al menos nos va a proteger de esta locura. Y votaré con la cabeza para intentar proteger el negocio que me da de comer. Es muy triste volverse así de escéptica».
  • Lola, funcionaria, 56 años: «Soy lesbiana. Que me digan que personas que son lo que antes llamábamos hombres travestidos, hombres que nunca se han operado ni hormonado, son lesbianas, me parece un insulto. No creo que existan los penes femeninos y no tengo por qué aguantar que me llamen «fetichista del c*onyo» por decir lo que pienso, ni mucho menos que me amenacen con multas. Creo que el PSOE les ha cortado libertad a los ciudadanos y no conecta con la gente que estamos debajo. Ayuso sí lo hace y me parece que, independientemente de si me gusta lo que propone o no, me aporta la sensación de solidez, que creo que es lo que necesita una ciudad. Además, tal como está la cosa, lo suyo es alguien con carácter y ella parece que lo tiene.»
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