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Opinión

Los sindicatos que no amaban a las mujeres

Si Yolanda Díaz de verdad pretendiera luchar contra la precariedad, no habría acometido una reforma laboral olvidando a los más de tres millones de autónomos

Los sindicatos que no amaban a las mujeres

Yolanda Díaz | A. Pérez Meca (EP)

La reforma laboral es una reforma trampa. Y lo es porque deja a tres millones de personas desprotegidas. A dos millones y medio en precario. A un millón de ellas trabajando en jornadas interminables por debajo del salario mínimo.

La reforma laboral no lucha contra la precariedad, sino que la fomenta.

Sé que así, a primeras, es difícil de entender, por eso le pido a usted un ratito de su tiempo. Porque las trampas de una reforma no se explican en los 280 caracteres de un tuit.

Seguro que usted tenía la idea de que el trabajador autónomo era el dueño de una peluquería, o de un estanco, o un médico, o un abogado…

Nada de eso.

Resulta que, de los tres millones de autónomos que cotizan a la Seguridad Social, el 85% lo hace por la base mínima.

En cristiano: más de dos millones y medio de personas en precario.

Más de dos millones y medio de personas cuyas pensiones se van a situar más de 400 € por debajo de las de los trabajadores por cuenta ajena.

De entre esos dos millones, más de un millón acaban cobrando al mes por debajo del salario mínimo interprofesional.

Repito, por si no ha quedado claro:

Un millón de trabajadores autónomos reciben retribuciones mensuales por debajo del salario mínimo interprofesional.

Entre ellos, 600.000 son mayores de 55 años.

Entre ellas, muchas de mis amigas.

Un ejemplo

Para que este artículo se entienda, voy a hablar de una pequeña editorial muy progre, muy concienciada, y que tiene una colección entera dedicada a estudios de género. Cuando yo colaboré con ellos, hace más de 20 años, la empresa tenía contratadas a siete personas: una recepcionista, telefonista y chica para todo, que hacía también labores contables; un director financiero; una diseñadora y maquetadora; una editora y correctora, su asistente, una jefa de prensa y un mensajero-chico para todo. Ah, y el director y editor jefe. Siete personas. Tenían un piso enorme en Argüelles.

Hoy, el editor jefe trabaja como profesor de universidad y asesora sobre los libros que se publican. Su mujer es la editora sénior. Correcciones, maquetaciones y diseño, contabilidad y mensajería están externalizados. No son falsas externalizaciones, puesto que para cada nuevo título se puede contratar un corrector y un maquetador diferente. La contabilidad la lleva una asesoría y de la mensajería se ocupa Seur.

El enorme piso en Argüelles se vendió y ahora la editorial ópera desde un apartamento de 50 metros cuadrados.

Por razones obvias, prefiero no decir el nombre de la empresa, pero supongo que muchos lectores vinculados al sector editorial la reconocerán.

Las olas de despidos han arrasado en el sector editorial. Llevan haciéndolo desde hace tiempo, pero se han intensificado con el anuncio de la reforma laboral. El sector editorial es uno en los que más fácil resulta externalizar.

Pero este era solo un ejemplo…

Los despidos que vienen

Cualquier economista con dos dedos de cabeza le podrá decir a usted que una reforma laboral dura que introduzca rigidez en el mercado no solo supone la sentencia de muerte para muchas pequeñas y medianas empresas, sino que perjudica considerablemente la creación de empleo.

Antes de contratar, cualquier empresario, grande o pequeño, se plantea tres condicionantes: el coste laboral, el ciclo económico y la productividad. Si el primero es alto y los dos segundos son bajos, no contrata o despide.

Esto es: si despedir a un trabajador me va a salir carísimo, si estamos en tiempos de inflación y recesión y además estoy produciendo poco, no me sale a cuenta tener trabajadores contratados… y mucho menos fijos.

Nuestro país crea mucho empleo en las fases expansivas, principalmente empleo precario. Y lo destruye cuando llega la recesión.

Y la recesión ya está llegando: ómicron, guerra de Ucrania, inflación, crisis alimentaria, crisis energética, crisis del euro, Brexit

Las mujeres, las primeras despedidas

Cuando hay despidos, las primeras personas despedidas somos las mujeres. Las que podemos ser externalizadas. Las que no somos imprescindibles físicamente dentro de la empresa.

Un astillero no puede externalizar a sus trabajadores. Los necesita allí, en los mismos astilleros. Lo mismo sucede en una fábrica. El obrero no te puede hacer el trabajo desde casa. Y lo mismo sucede en un taller mecánico o en una empresa de automoción. Pero una correctora, una periodista, una contable, una proyectista, una grabadora de datos, la diseñadora, la maquetadora, la responsable de marketing a la gestora de redes sociales… no son personas cuya presencia sea necesaria físicamente en una empresa.

Les presento a mis amigas

Esther, 42 años, trabaja para un ayuntamiento en una ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme. Hace años estuvo contratada como asalariada y trabajaba en su despacho, dentro del edificio del consistorio. Cobraba 1.500 €. Por supuesto en agosto, en Navidad y en Semana Santa disfrutaba de vacaciones pagadas. Más tarde la despidieron y le sugirieron que se diera de alta en el régimen de autónomos. Hoy se encarga de todas las redes del ayuntamiento, de la página web y de los anuncios. Le pagan aproximadamente lo mismo: 1.500 €. Pero no le pagan las vacaciones y además tiene que pagar 293 euros al mes. A veces puede facturar 2.000 €. En agosto y en algún otro mes no factura nada. Como es absolutamente imposible que pague 294 € al mes y sobreviva, se da de alta una vez cada seis meses. En ese momento factura todos sus trabajos. Luego vuelve a darse de baja. El ayuntamiento lo sabe y no se opone.

Julia, 38 años, acabó la carrera de periodismo y luego realizó un máster ofertado por un gran periódico. Trabajó en ese mismo medio durante dos años. Hoy publica artículos y reportajes, en ese diario y en otros. Algunas piezas se pagan a 50 €, otras a 80 y otras a 100. Julia difícilmente llega a cobrar 1.000 € en un mes. Al igual que Esther, se da de alta una vez cada seis meses.

Elena, 47 años. En el pasado fue editora sénior de una importante editorial. En el 2008 estaba cobrando 2.800 € al mes, más pluses, más dietas e incentivos. Vacaciones pagadas, por supuesto. Entonces se quedó embarazada. Un embarazo de alto riesgo que exigió que se acogiera a la baja tras el sexto mes. Durante el permiso de maternidad trabajó desde casa, pero entonces no existía la cultura de teletrabajo que había hoy y era imposible hacer reuniones de trabajo telemáticas por Zoom. Su jefe no estaba contento y cuando regresó al trabajo la empresa le despidió. Llegaron a un acuerdo y Elena recibió una indemnización. Con el dinero de la indemnización montó una empresa de corrección y edición. Entre sus clientes se encuentra precisamente su antigua empresa. Hoy, en 2022 gana mucho menos que lo que cobraba en el 2008. Nunca ha llegado a superar los 2.800 € de facturación en un mes. Paga 293 € mensuales. En julio y agosto no suelen llegar encargos.

Gema, 44 años, empezó a trabajar como aprendiz en una imprenta a los 20 años. Fue rotando por diferentes empresas. La despidieron en el 2013, cuando el sector del libro llevaba acumulada una caída del 40% desde la crisis. Comenzó a trabajar como autónoma, promotora comercial para diferentes imprentas y empresas de artes gráficas. Cobra por comisión. A veces factura 3.000 euros, muchos meses no consigue facturar. 

Laura, 40 años. Propietaria de una librería. En los últimos meses ni siquiera ha podido cobrar lo suficiente para ganar un sueldo porque ha tenido que pagar a sus empleados y la cuota de autónomos: un gasto fijo que tienes que pagar, obtengas o no obtengas ingresos. Intenta sobrevivir inmersa en una crisis que ha pegado un hachazo a sus ingresos mientras que los gastos de local, agua, cotización e impuestos se mantienen y el de la luz se ha multiplicado por cuatro. No sabe si la librería sobrevivirá.

Podría hablarles de Alma, psicopedagoga; Camino, osteópata; Nuria, diseñadora gráfica; Mar, esteticista; Mati, infografista; Marta, arquitecta, o Carmen, asesora contable y financiera. Todas ellas trabajaron anteriormente por cuenta ajena. Las despidieron cuando se quedaron embarazadas o cuando llegó la crisis del 2008, o con el coronavirus. 

Una mujer a partir de los 40 y tantos años tiene complicado – por no decir imposible – encontrar un trabajo. Excepto que esté excepcionalmente bien cualificada, y a veces ni siquiera eso. Si tiene sobrepeso o no posee lo que normativamente se llama «buena presencia», lo tendrá más difícil todavía…

A muchas no les queda otra que hacerse autónomas.

Y entonces empieza la verdadera fiesta.

Sobrevivir siendo autónoma

La cuota mínima a la Seguridad Social que tiene que pagar un trabajador autónomo en España es de 294 euros al mes. 

Se trata del 30,6% de su cotización para los que cobran la base más baja, de 960,6 euros.

Uno de cada tres euros que ganas se pierde.

Da igual que un autónomo genere 10.000 euros en un mes, que genere 600 o que no genere absolutamente nada… que a todos nos toca apoquinar al mes 294 euros, se ingrese o no.

Por si eso fuera poco, cada tres meses debemos declarar el IVA y el IRPF, independientemente de que se hayan cobrado o no las facturas.

En Italia, Francia, Alemania o Reino Unido ofrecen más facilidades, más prestaciones, más exenciones y una cotización por cada sector o ingresos.

Nuestra cuota es, de lejos, la más alta de Europa.

En España, muchísimas mujeres trabajadoras autónomas no llegan a cotizar los 1.200 € al mes, y por supuesto no conozco a ninguna trabajadora autónoma que ingrese algo en agosto. Pero la cuota de agosto deben pagarla igual.

El trabajo de arquitectas, periodistas, correctoras, diseñadoras gráficas, conductoras, guías turísticas, informáticas, contables, jefas de prensa… es fácilmente externalizable: » Mira, te haces autónoma, trabajas desde casa y nos pasas las facturas, seguiremos contando con tu servicios».

Y no, no te conviertes en falsa autónoma.

Les doy ejemplos. 

Si Laura antes solo trabajaba para la editorial Galaxia, ahora factura a Galaxia, Firmamento y Estrella. Las editoriales van rotando las personas a las que les requieren sus servicios, precisamente para que no las acusen de contratar a falsos autónomos.

A mi alrededor, casi todas mis amigas son autónomas, pero previamente fueron trabajadoras asalariadas. Tienen que pagar 294 € de cuota al mes y a veces no pueden,porque no llegan a facturar ni 700 €.

En general, se dan de alta una vez cada seis meses o facturan a través de la empresa de su marido o de algún familiar.

Un 21,7% de los autónomos lo es a su pesar


España se encuentra cinco puntos por encima de la media europea en autoempleo involuntario.

Desde la anterior crisis económica de 2008, el autoempleo se convirtió para muchas mujeres en la única salida profesional si querían continuar dentro del mercado laboral. 

Por eso vivimos una tendencia creciente de las autónomas involuntarias. Que no desean serlo, pero no les queda otra.

Y hablo de mujeres… pero también existen hombres, muchos hombres, en esa situación.

De los 55.711 autónomos que sumó el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) en 2021, 33.204 fueron mujeres y 22.507, hombres. 

Pero presten atención a este dato: 

El número de mujeres que se dieron de alta como autónomas el pasado año 2021 duplicó al de los hombres.

Lo duplicó.

Las mujeres representan ya el 36,6% del total de trabajadores autónomos.

Más de uno de cada tres autónomos en España es mujer.

España es el país de la OCDE con mayor desempleo

Más de tres millones de parados.

La OCDE cierra 2021 con una tasa de desempleo del 5,4%. 

En España es del 13%.

Tenemos más del doble de parados que la media europea.

Si se promocionara y apoyara el autoempleo, se reducirían a las listas del paro. ¿Qué sentido tiene entonces penalizar a los trabajadores autónomos?

Preguntas que se hace una autónoma

¿Conciliación?

Ni lo sueñes.

Debes estar disponible 24 horas al día siete días a la semana.

¿Pedir una hipoteca?

Fantasías.

Conseguir una hipoteca siendo mujer y autónoma es una utopía.

¿Ser madre?

No te lo plantees.

A no ser que tu pareja sea millonario o millonaria. Como tengas un embarazo complicado y tengas que coger una baja y el permiso de maternidad… a la vuelta tus clientes se habrán esfumado. 

Además, durante la baja de maternidad tendrás que seguir pagando la cuota. 

Por no hablar de los 1.000 papeleos y trabas que supone pedir una baja por maternidad. O cualquier otra ya que estamos.
Last but not least. Si tu pareja es asalariada, él podrá disfrutar de un permiso de lactancia, pero tú, la madre del bebé, no disfrutarás de ese permiso si eres trabajadora autónoma. Tú eres la que amamanta el bebé, pero el permiso de lactancia lo disfruta tu marido.

Surrealista.

¿Baja por enfermedad?

Ni se te ocurra.

Si desapareces un mes, a tu regreso tus clientes ya habrán encontrado otro proveedor.

Elena sufre de hombro congelado, una dolencia bastante común en las mujeres mayores de 45. «Absolutamente todos los médicos que me han tratado estos meses me ofrecían una baja laboral. El problema es que, si yo le digo a cualquiera de mis clientes que voy a estar meses sin trabajar, muy posiblemente me encuentre sin trabajo después de esos meses. Teclear en el ordenador a veces se volvía casi imposible por el dolor, y me he vuelto adicta al tramadol. La envidia que sentía ante compañeras en las sesiones de fisioterapia que contaban lo bien que les vino la baja para relajarse o meditar era indescriptible. En cierto modo me sentía como si yo estuviera pagando su baja».

¿Mindfulness?

Imposible.

Nadie se puede concentrar en el aquí y ahora cuando tiene que lidiar con trámites interminables, papeleos kafkianos, exigencias incomprensibles, imposible o muy limitado acceso a subvenciones o incentivos… 

… Y con organismos públicos que te seducen con promisorios cantos de sirena asegurándote que ayudan a crear sociedades pero que en realidad o hacen poco o nada o te lían más de lo que ya estabas antes.

La casta frente al precariado

Hacer una reforma laboral que excluye a los trabajadores autónomos (más de tres millones en España) es una muestra flagrante de insolidaridad que divide a los trabajadores en dos: los privilegiados que pueden trabajar por cuenta ajena y la ralea que se va a arruinar.

«Está reforma es una auténtica trampa y afectará claramente del empleo porque en España las mayores creadoras de empleo son las pymes» -me cuenta Eva Cornudella, abogada y mediadora-. «Para una pequeña o mediana empresa la carga de un empleado en nómina se aumentará, de forma que el empleador medio o bien mantiene una relación de prestación de servicios con un empleado en régimen de autónomos o bien deja de contratar. Desde la covid, todo el mundo se ha dado cuenta de que puede mantener relaciones con los empleados de manera telemática. Muchas empresas han visto cómo pueden reducir gastos estructurales y apañárselas con menos personal. Y no solo hablo de pymes. Muchas grandes empresas externalizan servicios. Esto quiere decir que muchísimas personas, si quieren acceder a un trabajo, van a tener que darse de alta en el régimen de autónomos».

De hecho, en España ya hay 50.000 trabajadores autónomos más que el año pasado.

Durante el mes de enero de 2022 el número de trabajadoras y trabajadores autónomos se situó en los 3.312.234. Una cifra que supone un aumento de 55.494 personas (1,70%) con respecto al mismo mes de 2021.

¿Ahora entiende usted por qué España se encuentra entre los países con más autónomos que no quieren serlo? 

¿Plan estratégico de igualdad efectiva? ¿Para quién?

Leo que Escrivá y Díaz gestionarán más del 75% de total presupuestado en el tercer Plan Estratégico para la Igualdad Efectiva entre mujeres y hombres que lidera la ministra Montero. 

Entre todo el humo propagandístico no veo que se destine ninguna partida a favorecer a los trabajadores autónomos. 

Me da vergüenza ajena semejante demostración de insolidaridad.

Mucha política feminista y mucha defensa del trabajador… pero al final estos ministros presuntamente progresistas están generando el nacimiento de una nueva subclase:

El precariado tecnológico o e-precariado.

Personas que obtienen la mayor parte de sus ingresos dependiendo de la llamada del cliente, de multitud de clientes, sin la ventaja de someterse a un horario programado, sin el desahogo de contar con un ingreso mínimo mensual, sin descansos ni pausas, siempre con el agua al cuello y la lengua fuera… 

En muchas ocasiones a cambio de menos del salario mínimo interprofesional.

Debo recordarles que el antiguo estatuto de los trabajadores se aprobó sin internet, sin móviles y con un modelo de la era industrial, ampliamente superado en la era digital.

La era digital crea situaciones de precariedad y vulnerabilidad que afectan muy particularmente a las mujeres y que parece que le importan un comino a este Gobierno que se dice progresista y feminista.

¿No merecemos los trabajadores autónomos y, sobre todo, las trabajadoras autónomas, protección social?

¿No merecemos la garantía de un umbral de ingresos necesarios?

¿No debería un Gobierno que se dice progresista abordar las reducciones de cuotas?

¿No debería un Gobierno que se dice progresista y que habla de crear una red universal de seguridad extender esa red universal de seguridad a todo tipo de actividades?

¿Por qué solo se ofrece esa red de seguridad a las actividades que se protegen de las inclemencias bajo los paraguas de los sindicatos? 

¿Por qué se privilegia a los sindicatos?

Unos sindicatos que, por cierto, cada día protegen a menos personas.

Si Yolanda Díaz de verdad pretendiera luchar contra la precariedad, se habría esforzado en dotar de un entramado de seguridad a quienes prestan servicios fuera del Régimen General.

Si Yolanda Díaz de verdad pretendiera luchar contra la precariedad, se habría esforzado en garantizar lo previsto en el artículo 41 de nuestra Constitución.

Si Yolanda Díaz de verdad pretendiera luchar contra la precariedad, no habría acometido una reforma laboral olvidando a los más de tres millones de autónomos españoles.

Y si de verdad este Gobierno es tan feminista… ¿cómo puede olvidarse del millón de trabajadoras autónomas que viven en precario y olvidarse por completo de ellas en el tan cacareado Plan Estratégico de Igualdad?

¿O estamos buscando la igualdad, pero algunas mujeres somos menos iguales que otras?

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