El caso Oltra y la cultura de la violación
«Quizá, dada la situación en la que se encuentra Mónica Oltra ahora, debería reconsiderar lo de habernos llamados ‘femipuritanas’ a las que estamos en contra del porno»
Lo que se va a juzgar es un caso de abuso de menores. Un tema muy sórdido en el que el educador de un colegio está acusado de abusar sexualmente de una niña.
Pero quien llega esposada a la sala no es el acusado.
Es la niña.
La niña es indiscutiblemente bella. El acusado, sin embargo, es un hombre muy poco atractivo. Chaparro, arrugado, con cierto aire de reptil sobredimensionado.
La niña ya no es tan niña porque, aunque es menor de edad, lo que se ve a primera vista es una mujer hecha y derecha. Alta, estatuaria, bellísima con una melena que le llega hasta el nacimiento de la espalda. Un cuerpo de mujer, pero el rostro de una cría. De una cría asustada. En sus ojos llorosos la jueza ve el miedo, el miedo de un frágil y trémulo cervatillo al que espanta el rumor de una hoja movida por el viento.
La jueza pide disculpas a la menor. «¿Por qué viene esposada?», pregunta. Quienes la traen dicen que porque tiene miedo de que se escape. La niña dice que cómo se va a escapar, si es ella la que ha querido denunciar a su abusador.
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Los educadores en centros de menores cobran, de media, 1.200 euros. No es una carrera de largo recorrido, los educadores vienen y se van. Claro que vienen y se van, de media duran más de cinco años. Porque es un trabajo duro. El horario es incómodo, va por turnos, hay que hacer guardias, hay problemas cada día, hay muchísimas discusiones y broncas.
Pero, sobre todo, el dolor. Lo peor de todo es convivir con el dolor, me dice mi hermana.
Tanto dolor que se te mete en los huesos como el frío, y al final llegas a casa y no te puedes librar de él. Ya no disfrutas las salidas con amigos o las tardes de sofá y mantita frente a la tele. Estés donde estés, tu cabeza siempre está en la residencia.
Mi hermana Eva, sin embargo, duró más. Superó los cinco años. Acabó dirigiendo un centro. Toda su vida se ha dedicado a los menores. Desde que estudiaba la carrera hasta que se jubiló: cuarenta y cinco años.
El primer año crees que puedes con todo, pero a los cinco te hundes. Por eso, casi todos los educadores son muy jóvenes, llegan directos de la facultad, creen que van a comerse el mundo. Pero al final el centro les come a ellos.
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Luis Eduardo Ramírez Icardi estuvo once años en el centro de menores Niño Jesús de Valencia.
En el centro estaba internada Maite. Es alta, muy bien formada, tiene una melena de anuncio de champú, y unos ojos enormes y almendrados que brillan como semáforos.
«Carácter fuerte y duro, ha protagonizado insultos y agresiones a los educadores y ha sustraído pertenencias a sus compañeras; el 11 de octubre se produjo la primera fuga; se encuentra en tratamiento en salud mental por TDAH, durante las fugas ha dejado de tomar la medicación y ha faltado a las citas con el psiquiatra con el consiguiente perjuicio para su salud…».
Este es la descripción del carácter de Maite según el informe firmado por María José Navarro, instructora del expediente informativo encargado por la Dirección Territorial de Igualdad y Políticas Inclusivas para «determinar la certeza de las declaraciones formuladas por la adolescente».
El informe que, presuntamente, encargó Mónica Oltra.
El informe por el que –entre otras razones- la Fiscalía atribuye a Oltra «un plan para ocultar los abusos sexuales de su exmarido».
Este informe se escribe cuando la menor tiene 14 años y ya ha sido abusada. (Ahora lo sabemos, puesto que ya se ha juzgado y sentenciado a su abusador).
Cinco chicas extuteladas que vivieron con Maite hicieron pública una carta de apoyo a Luis Ramírez Icardi, tras haber sido este condenado a cinco años de prisión por haber abusado de Teresa cuando era educador del centro de menores en el que todas residían entre 2016 y 2017. Decían en su carta que Maite reclamaba continuamente la presencia de Luis y que se enfadaba cuando Luis hacía caso a otros niños. Se supone que así se probaba la inocencia de Icardi. Sembrando la sospecha de que Maite le acusó en falso, por celos.
Pero Maite nunca negó que mantuviera una relación especial con Luis Eduardo.
De hecho, el informe psicológico que se realizó por orden de la Consejería de Igualdad valenciana -a partir de tres entrevistas mantenidas entre una psicóloga del Instituto Espill y Maite- recoge en sus 21 páginas varias afirmaciones de la menor. En ellas, Maite habla de que mantenía una relación especial con Icardi, que tenía gran confianza en él, que le pedía consejo y le contaba sus cosas, y que él le traía chuches.
En el juicio, Luis Eduardo Ramírez Icardi no niega nada. No niega que la niña dormía sola, ni que él iba a visitarla.
Qué cojones hacía Luis, me pregunto yo, yendo por las noches a la habitación de Maite. Qué hace un hombre de cincuenta años yendo a visitar a la cama a una niña.
En el juicio, Luis explica que por las noches va a ver a la niña porque la niña tiene miedo a la oscuridad y que ella lo pasa mal en la habitación de castigo. A mí me parece una aberración que, si sabes que una cría tiene miedo a la oscuridad, le envíes a una habitación cerrada.
En el informe de 21 páginas citado se habla de una menor difícil, problemática, que se escapa, se pelea. Pero los niños abusados suelen tener comportamientos de rabia y enfrentamientos.
Por lo tanto, el informe, paradójicamente, me está describiendo punto por punto a una menor víctima de abuso sexual continuado en el tiempo, que es lo que el juicio determinó que era.
Tal y como se narró en el juicio, el propio novio de Maite se enfrentó con Luis Eduardo y le acusó de propasarse con su novia. Luis Eduardo no lo negó.
No existe un perfil claro de víctima de abuso sexual. Cualquiera puede serlo. Pero también es cierto que es fácil que un predador eligiera a una chica como Maite. El tipo de chicas que Maite representa no lo tienen fácil. Chicas problemáticas, chicas mentirosas, chicas que no caen bien. Chicas que por un lado están desesperadamente necesitadas de afecto y a la que por el otro nadie les creerá, porque tienen mala fama.
En el juicio quedó constancia de que Luis se estaba aprovechando de la vulnerabilidad de la niña.
Dos policías declararon en el juicio que la noche del 29 de junio de 2017 encontraron a Maite en la calle con una amiga, otra compañera del centro. Las metieron en el coche para devolverlas a la residencia y entonces Maite se puso a llorar. Maite les explicó que no podía volver el centro porque que «le estaban haciendo la vida imposible». Su compañera entonces les cuenta a los policías que Maite no quiere ir a la residencia «porque allí hay un educador que le mete mano». Y les dice a los policías que su amiga lo ha hablado con la directora, pero que la directora no le cree.
La pareja de policías acude al centro tutelado acompañados de las dos menores. Hablan con la directora y la directora se excusa diciendo que ya se están encargando del asunto. Se están encargando del asunto, vale, pero si se están encargando del asunto ¿cómo puede ser que siga allí el educador? La policía comprueba que no se ha tomado ninguna medida, que no existe investigación alguna y que efectivamente el educador tiene carta blanca para entrar en habitaciones por las noches. Y, como guinda del pastel, justo cuando los dos policías van a salir de la residencia, a la salida del centro se les acerca uno de los chicos tutelados, que les cuenta que la niña no miente, pero que el educador «conoce a gente que es influyente».
Esto es lo que la pareja de policías declaró en juicio.
Los agentes no se fían de la explicación de la directora e interponen la correspondiente denuncia ante la fiscalía de menores.
Y así se inicia el procedimiento penal contra Luis Eduardo Ramírez Icardi.
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Imagina que eres una niña tutelada. Llevas desde los cuatro años institucionalizada. Uno de los monitores empieza a prestarte una atención particular.
Tú te sientes especial, destacada, significada. Visible. Si un hombre tan importante le hace tanto caso, por algo será. Sí, tú tienes un padre, pero como si no lo tuvieras. No guardas muchos recuerdos de él, Tu padre entra y sale de la cárcel como si lo hiciera por puertas giratorias. Es fácil que veas a uno de los cuidadores como a tu padre. Los fenómenos de transferencia son comunes entre los niños institucionalizados.
Imagina que él te trata como si fueras extraordinaria, distinta a las otras. Tú te sientes como una nube. No, no tiene nada que ver con estar enamorada. Tú has tenido novio y sabes lo que es el amor romántico y no, no es eso lo que sientes. Pero sientes algo fuerte. Agradecimiento, admiración. Quizá el deseo de tener el padre que nunca has tenido y que te hubiera gustado tener.
Una menor que ha sido víctima de abusos o violencia no puede identificar las señales de peligro, las banderas rojas. Por eso Maite no ve nada raro cuando Luis baja a visitarla por las noches. Y es que, al principio, cuando Luis viene por las noches a la habitación, no pasa nada. Eso declara Maite. No, no pasa nada, solo habla con ella, le da masajes en el cuello y le acaricia la cabeza.
Es lógico Maite se dejará llevar por la parte afectiva. No solo es que Maite es una niña, por muy mayor que parezca. Es que tiene un punto débil, muy débil: su necesidad desesperada de atención, de afecto, de cariño. El mismo punto débil que tiene cualquier menor institucionalizada.
Por eso, es completamente comprensible que la noche en la que Luis se masturba por primera vez estando con ella, Maite no supiera qué hacer. Todas las víctimas piensan al principio que es su culpa. Que de alguna manera ellas han permitido que pasara. Los sentimientos de culpa y vergüenza aparecen en todas las víctimas de abuso sexual.
Yo viví una experiencia similar que cuento en un libro, Por qué el amor nos duele tanto. Sé lo que se siente. Solo deseas borrar todo a la mañana siguiente. Dejar que se diluya en la oscuridad de la habitación aislada, esa habitación tan oscura como tu secreto. Aprendes a volver los recuerdos hacia dentro, pero dentro hay algo que te punza. No se puede borrar de la conciencia lo que puede borrar la oscuridad. Yo no lo conté hasta muchos años después, en consulta. Maite se lo contó a sus amigas, a su novio… Y a la directora del centro.
Pero la directora del centro no le creyó.
En el propio informe firmado por la Consellería que dirigía Mónica Oltra, y que antes he citado, se cuenta: «Tras entregar los agentes a la menor en el centro, comunicaron lo relatado por la menor respecto a unos posibles abusos y el personal del centro les informa que en febrero se abrió un protocolo de actuación ante unos posibles abusos sexuales y finalmente se descartó la existencia de los mismos por falta de credibilidad de lo manifestado».
El 28 de julio la Consejería de Igualdad recibe por registro de entrada una orden de alejamiento contra Luis Eduardo Ramírez Icardi que le prohíbe acercarse a la menor María Teresa T. M. durante seis meses a menos de 200 metros.
Pero nadie hace caso de la orden y Luis sigue trabajando allí. Ya no le dejan entrar en las habitaciones, pero lo cierto es que Maite se cruza con el todo el día en los pasillos. La fiscal escribe hasta tres escritos (los días 6, 10 y 14 de agosto) para que se tomen medidas.
La directora llama a Maite a su despacho. Maite cree que le va a preguntar por Luis, pero no le pregunta nada. Le habla de cosas completamente distintas y le dice que le va a trasladar de centro. Y eso es todo.
A Maite le trasladan de centro. En la propia orden del cambio de residencia se especifica que el traslado viene motivado por la petición de la fiscalía. A Luis Eduardo Icardi se le mantiene en el puesto durante meses, encargado de otras menores.
Tiempo después sale a la luz que efectivamente Luis ha sido juzgado.
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El 1 de abril, el juez instructor solicitó formalmente al Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que investigara a Oltra. No solo a Oltra. También a varios trabajadores y puestos intermedios de la Consejería de Igualdad. El juez quiere saber hasta qué punto intervinieron en la confección de un expediente interno que el juez califica de «investigación parajudicial» elaborada para desacreditar a Maite.
La Fiscalía Provincial ha expresado su respaldo a la decisión del titular del juzgado de elevar la causa al citado tribunal.
En el caso, se acusa a algunos trabajadores del centro de omisión en el deber de perseguir un delito, de un delito de abandono de menor, de prevaricación, de omisión de auxilio y de encubrimiento.
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Usted ha llegado hasta aquí y quizá crea que este artículo trata sobre Oltra
Pero no es así. Cuando el dedo señala la luna, el tonto mira el dedo.
Este artículo parte de un caso que se ha hecho mediático, pero este artículo quiere recordarles que hay muchos casos como el de Maite. Que todos esos niños y niñas tienen algo en común. Un pasado de abandono y maltrato, una honda carencia afectiva y la necesidad imperiosa de importarle a alguien
Entre junio de 2020 y junio de 2021 175 menores del sistema protección de la Generalitat Valenciana han denunciado abusos sexuales. El 72% de ellos se encontraba en acogimiento en residencias.
En Madrid, en enero del 2022 se detuvo a una red de 37 personas. 37 depredadores que utilizaban a diez niñas. Diez menores procedentes de centros de acogida. Diez menores a las que estaban vendiendo a puteros a 50 euros el polvo.
Y no, no se trata de un caso único ni aislado. A lo largo de los últimos años, en Mallorca, en Canarias, en Valencia, hemos sabido de otros casos parecidos que involucran a un alto número de niñas. Pero casi no se ha hablado de ellos.
Un informe de Unicef publicado en 2017 y titulado El acogimiento como oportunidad de vida, entrevistaba a más de 300 responsables, educadores y menores. Este informe advertía de que existían casos de explotación sexual en centros de acogida de siete de las nueve comunidades autónomas analizadas. Pero Unicef no explicaba cuáles eran esas siete comunidades.
En España los centros de menores suelen se macrocentros de 70 ó 90 plazas con pocos recursos. En esos centros realizar una intervención individual a de las menores es casi menos que imposible. Educadores como Alberto tienen muy difícil detectar casos de abusos, mucho menos denunciarlos.
En todas las víctimas, el mismo denominador común: chicos y chicas, pero sobre todo chicas. Que en sus familias de origen han sufrido abandono, desatención y o maltrato. Menores que deberían haber sido protegidos por la administración pública. Menores que residían en centros habilitados para ello. Pero que no fueron protegidos. Todo lo contrario: se les trató como trozos de carne para echársela a los leones.
La cultura de la violación
Hace una semana Alejandra Jacinto, de Podemos, acusaba a Ayuso de «alimentar la cultura de la Violación».
«Cultura de la violación» es un término que se lleva utilizando desde los años 70. Y que hace referencia a la normalización y la aceptación de la violencia sexual hacia las mujeres y las niñas. La cultura de la violación se manifiesta de varias maneras. La pornografía es una de ellas.
Me gustaría que vieran ustedes este tuit de Mónica Oltra.
En realidad, lo que cuenta Nuria Alabao es falso. El PP y el PSOE no se han puesto de acuerdo para criminalizar la producción de pornografía. Ojalá lo hubieran hecho.
Entre el 37% y el 88% de las escenas de la pornografía más común incluyen agresión física (como amordazar o dar «azotes») a mujeres, que representan como explotadas o manipuladas durante el acto sexual.
Hay que tener en cuenta que en España los niños de ocho suelen tener móvil. Y que por eso la edad de acceso a contenidos pornográficos se sitúa precisamente en los ocho años.
Le sugiero que haga un experimento. Agarre su móvil y teclee en el buscador gangbang, anal sex o facecum. ¿Ve lo que aparece? ¿Ve que el acceso a esos vídeos es gratuito? Pues si usted ha podido hacerlo, su hijo ya lo ha hecho y, créame, ha visto escenas mucho más violentas de las que acaba de ver usted.
La edad media de consumo habitual (consumo casi diario) de pornografía son los 14 años entre los adolescentes hombres, los 16 en el caso de las mujeres. Al menos uno de cada cuatro chicos se ha iniciado antes de los 13, parte de ellos, como ya he dicho, a los 8 años.
¿Y qué aprenden de la pornografía? No nos engañemos. El porno no es el que veíamos de jóvenes. Ahora es cada vez más violento. Y el 50% de jóvenes encuestados entre 16 y 30 años reconoce que después de consumir pornografía ha incrementado prácticas de riesgo como sexo sin preservativo, en grupo o violento.
Pornografía y violencia
La pornografía puede fomentar la violencia sexual y la violencia contra la mujer. Existe evidencia de que los adolescentes que consumen pornografía violenta muestran seis veces más probabilidades de ser sexualmente agresivos en comparación con los que ven pornografía no violenta o no ven pornografía. La pornografía más dominante, popular y accesible –es decir, los vídeos que su hijo va a encontrar en internet- contiene mensajes y comportamientos sobre sexo, poder y placer que son profundamente problemáticos. En particular, la agresión física (bofetadas, asfixia, arcadas, tirones de cabello) y la agresión verbal, como los insultos, el sexo anal como castigo realizado con la intención de que las mujeres sufran… entre otras.
La pornografía violenta no solo es cultura de la violación es una escuela de violación.
La violación es un problema enorme en España como lo es en todo el mundo.
La pornografía es parte del sistema prostitucional y muchísimas personas tanto del PP como del PSOE quieren una ley que por una parte castigué el proxenetismo, y por otra restrinja el acceso a la pornografía violenta.
Podemos y sus facciones afines se oponen. Mónica Oltra se opone.
Los que hemos estudiado psicología sabemos que existen no cientos, no miles, cientos de miles de estudios que relacionan consumo de pornografía no con agresiones sexuales.
¿Todos los hombres que ven pornografía con meten agresiones sexuales en la vida real? No, obviamente. Pero yo le puedo decir que si entra usted a un buscador académico y busca artículos que hablan sobre las relaciones entre pornografía y violencia sexual. El consumo de pornografía se relaciona de manera significativa con la coerción sexual y la violencia sexual (el 100% de los artículos), y las violencias psicológicas (80%) y físicas (66,7%).
Mónica Oltra estaba casada y convivía con Luis Eduardo Ramírez Icardi durante el año en el que Luis Eduardo Ramírez Icardi abusó de una menor. Siguió casada con él y conviviendo con él un año más.
Quizá, dada la situación en la que se encuentra Mónica Oltra ahora, debería reconsiderar lo de habernos llamados «femipuritanas» a las personas que pedimos la restricción del libre acceso a la pornografía.
Quizá a Alejandra Jacinto, portavoz de Unidas Podemos en la asamblea de Madrid, que acusó a Isabel Ayuso de «alimentar la cultura de la violación» se le debería caer la cara de vergüenza.
Yo creo que un partido que no quiere acabar con el proxenetismo ni con la distribución gratuita y de fácil acceso de pornografía violenta está alimentando la cultura de la violación.
Porque en los clubs de España el 90% de las mujeres son mujeres de trata (7). Según la policía.
Cuando Unidas podemos dice que no quiere acabar con el proxenetismo porque hay mujeres que se quieren prostituir voluntariamente miente.
Miente.
Si una mujer quiere prostituirse voluntariamente en España lo puede hacer como trabajadora autónoma acogiéndose al epígrafe del IAE otros servicios personales n.c.o.p.
La conclusión
Podemos, ERC, Compromís, Más País/Equo, CUP, Bildu Nueva Canarias y Junts per Catalunya quiere sacan adelante un anteproyecto de según el cual si ofendes a lo que ellos llamaban personas trans te puede caer una multa de hasta 130.000 euros.
Para entendernos. una ley que dice que, si yo le sigo a usted que estos cuatro señores son hombres, me puedan multar porque «se han identificado como mujeres».
ERC, Compromís, Más País/Equo, CUP, Bildu Nueva Canarias y Junts per Catalunya apoyan un anteproyecto de ley según la cual si haces un chiste de gitanos te puede caer una multa
Pero ERC, Compromís, Más País/Equo, CUP, Bildu Nueva Canarias y Junts per Catalunya Bildu consideran que no podemos ni debemos evitar que nuestros hijos accedan a imágenes que promueven la violencia contra las mujeres. Que eso sería atentar contra la libertad de expresión.
Me pregunto quién promueve aquí la cultura de la violación.