THE OBJECTIVE
Opinión

El Nobel o la eficacia de la cultura francesa

«La Academia sueca ha premiado hasta ahora a 16 autores franceses, incluyendo a Sartre, que lo rechazó. Francia invierte un 30% más en educación que España»

El Nobel o la eficacia de la cultura francesa

Retrato de Annie Ernaux. | Academia Sueca

Como de Alemania con el Mundial de Fútbol podría decirse casi de Francia con el Nobel de Literatura. 

Un escritor francés gana un Nobel cada cinco o seis años o no es francés; nótese: desde Cela lo han ganado cuatro o cinco ya; y aún vendrán. Sobre todo porque hay salud literaria en la república de Molière. 

El primer Nobel, Sully Prudhomme, fue francés y el último, Annie Ernaux, también. La predominancia ya empezó desde el principio: En los primeros 20 años del Nobel lo ganaron cuatro escritores franceses.

Si usted se está preguntando por qué, es, naturalmente, porque usted no es francés. 

La segunda palabra que los españoles suelen referenciar a Francia, después de restaurant, es grandeur. La repetimos, probablemente, sin columbrar su auténtico significado. 

Grandeur es no tener ni que preguntarse por qué eres grande y tu cultura predomina y es premiada.

Sólo los pobres de espíritu se preguntan si merecen lo recibido; como el menesteroso recibe  el subsidio o como los españoles regresaron un día a Europa, agradecidos e incrédulos, y medio así siguen. 

La grandeur es lo contrario al apocamiento y falta de estima. De hecho es difícil ser grande y querer comunicar algo desde el rubor y sin altavoz. 

«No se puede salir a la calle abochornado del suelo que lo parió y promover luego una creación que comunique con la universalidad»

Todo autor lo sabe y busca un taburete y se sube; y el que no lo sabe, será bienaventurado según la tradición, pero sólo será artista entre sus cuatro paredes y sus sobrinos. 

No se puede salir a la calle pidiendo disculpas, retorciéndose las manos y abochornado del suelo que lo parió y acertar luego a promover una creación que interpele y comunique con la universalidad. 

Le créateur, l’auteur son otras palabras veneradas por los franceses -y al través de ellos en el mundo- en detrimento de, más de otros lados, producteur. Tampoco pudique y discret les cuadran demasiado. 

Poco importa si nadie ha leído luego al tal Sully, ni aún los mismos franceses. 

Es como el Nobel al hoy olvidado Benavente y que debió ir a Galdós; o como cuatro de cada cinco premios de la Academia Sueca, cuyo inopinado criterio está aún por discernirse, 120 años después.

Los cómplices de José Jiménez Lozano 2
Benito Pérez Galdós. | Foto: Wikimedia Commons

Las letras de España tienen cinco premios Nobel, aunque el conjunto de la literatura en lengua española coseche 11 galardones.

Italia tiene seis, Alemania ha obtenido diez (aunque la lengua alemana puede agregarse tres austríacos y dos suizos, esto es 15 en total); el Reino Unido tiene diez (en lengua inglesa, 27)

Francia, dieciséis; aunque oficialmente 15, pues se recordará que Sartre se permitió la coquetería burguesa de rechazar el suyo desde el Café de Flore.

Cabe decir también que Francia casi pareció un país normal cuando estuvo 44 años sin que Estocolmo eligiera a un escritor francés. Lo de Sartre no les había gustado. 

Y es probablemente lo que tardó el Estado francés en inventar la industria cultural como marca-país y desde entonces cada cartel de AirFrance y cada nueva Fromagerie en el mundo parecen indeleble asunto nacional. 

Por tanto aquí no hemos venido a redescubrir la rueda de los sinuosos caminos de promoción de un escritor para Nobel; o que poco más de uno de cinco es recordado en la historia.

Ni el lugar común de que apenas un escritor ha vendido más por acceder al Nobel: Recuerdo en persona la lucha denodada de Alfaguara por quitarle Imre Kertész al editor Jaume Vallcorba y la millonada para nada. El gran judío húngaro ya había escrito todo antes.

«Los franceses quieren parecerse a los franceses mientras que los españoles no quieren parecerse a los españoles»

No se trata aquí pues del Nobel sino, con su excusa, de reseñar lo eficiente de la cultura vecina, tan cercana como incomparable, cultivando a sus estudiantes, a sus profesores, a sus creadores y a sus genios, como los ingleses cuidan sus jardines. De ahí que luego nos admiren.

Francia invierte un 30% más en educación y cinco veces más en cultura que los españoles. De resultas, los franceses quieren parecerse a los franceses mientras que los españoles no quieren parecerse a los españoles. 

Todo lo francés parece un proyecto nacional y autoreferencial: Los ejemplos de cine, de política, de innovación, de energía, de literatura o de música no están fuera: son de casa. A lo mejor no son los primeros, pero sí los propios.    

La Academia Sueca ha reconocido en Ernaux su lectura de «las raíces, extrañamientos y restricciones colectivas de la memoria personal» como si lo reconociera de los propios franceses; que es una cultura que piensa bastante pero no tanto ni demasiado como para auto-bloquearse como otras y dejar de actuar y pelear su tajada en la competición de la vida y del mundo. 

Varios libros de Annie Ernaux en la Academia Sueca. | Ren Pengfei / Xinhua News / ContactoPhoto

De resultas, su literatura, su ciencia, su cine, su banca, seguros y cementeras, sus helicópteros de combate, tienen algo muy logrado y aquilatado: Ser segundos en casi todo. 

No sólo no es una boutade, pues al segundo no le da el viento de cara, sino que, en un mundo global, ser unos perfectos segundones, y probada y mantenidamente desde 1945,es de chapeau!

Los franceses, pese a tener una tierra muy rica, pueden haber sido un imperio lamentable y un país violento, intransigente con sus culturas y confesiones, y reiterado agresor de todos y cada uno de sus vecinos; incluso muy genocida durante dos tercios del siglo XX. Además es una sociedad deprimida desde los 80 y sin tratamiento. Protestones profesionales.

Pero también son muchas, muchísimas otras cosas y –surprise!– prefieren centrarse en estas otras y no en aquellas: De Pascal a Brigitte Bardot, pasando por Total, EDF y Crédit Agricole. 

Y l’Académie de France. Y la escuela es lo primero; pero el vino, lo segundo. Es lo que se dice saber vivir con lo que se tiene, razonablemente bien y sin lamentarse demasiado. Citándolos a ellos: Savoir vivre.  

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D