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Opinión

Quiero que me atropelle Victoria Federica

«Atropellar a una plebeya y mirarla desde tu montura sin socorrerla es muy de infanta. Y además eso se tiene o no se tiene»

Quiero que me atropelle Victoria Federica

Victoria Federica en Sevilla. | Gtres

No me atrae nada la Feria de Sevilla. Nunca he ido ni pretendo ir. Debo de ser la única persona a la que le sucede esto en España, pero qué le voy a hacer. No me gusta lo folclórico en general. Las procesiones tampoco. No me escondo. De la Feria de Abril lo único que me apasiona son los pendientes de las señoras, que desde mi más tierna infancia me han gustado tipo lámpara de hotel. Pero si llego a saber que iba a ir Victoria Federica -de la que ya he contado alguna vez en estas páginas que soy muy fan-, y que iba a atropellar a alguien a caballo, voy. A raíz de su incidente también me he enterado de que el año pasado la hija de la Infanta Elena perdió el móvil y hubo que movilizar hasta al CNI, que entre el teléfono de Pedro Sánchez y el de esta chica no deben ganar para disgustos.

He echado en falta, eso sí, entrevistas a la joven arrollada. Qué poca delicadeza privarnos de los detalles del momento. Yo los habría contado, pero es que yo soy muy sacrificada. Si a mí me llega a decir un compañero que le tengo que dar parte de mi sueldo porque tiene un cáncer terminal y necesita una terapia experimental en la Clínica de Navarra, me tima seguro. Si han estafado a los periodistas de Deportes de Cope durante un año, no me van a estafar a mí que soy un alma cándida que votó a Mariano Rajoy.  

Me gusta la gente con actitud de rica. Vale que ya han aclarado las amigas de Victoria que sí llamó por teléfono a la herida y le pidió perdón, pero era mucho más divertida la primera versión que se publicó. Atropellar a una plebeya y mirarla desde tu montura sin socorrerla es muy de infanta. Y además eso se tiene o no se tiene. Mi casi sobrina Costanza nos suele mirar a los mayores como si le sobrásemos y le resultara mejor plan hacer cualquier otra cosa, incluso sentarse en un banco al sol a mirar la M-30, antes que estar con nosotros en un restaurante. Tiene tres años. Hay más cosas que se tienen o no se tienen: las ganas de casito de Macarena Olona. Yo hubiera ido a la Feria a ver a Vicky Fede y me hubiera marchado antes de encontrarme a esa señora vestida de Gallina Caponata. 

Y eso que le estoy cogiendo cariño a esta fiesta porque por una vez he tenido suerte y me ha tocado por fechas el temazo de la semana. Que últimamente o se estrenaba el reality de Georgina el día que le tocaba publicar a mi amiga Laura Fernández Cañas en vez de a mí, o Ana Obregón me eclipsaba. La he visto en una foto ‘al natural’ -a Ana, no a Laura-, según decía un medio que la mostraba sin maquillar, y no era capaz de distinguirla de Leticia Sabater. Si me la llego a encontrar cantando «La Salchipapa» no me sorprendo más. Serán los efectos de no dormir por el bebé. 

Hay otro asunto también bastante interesante estos días, aunque ni de lejos llega al nivel de las agresiones con carrozas: los rumores de noviazgo entre la cantante Taylor Swift y el piloto Fernando Alonso. A mí ella me parece de las mujeres más guapas del mundo, aunque siempre tenga cara como de que le acaben de sacar sangre. Él… no. Pero seguro que es muy simpático. Lo de este affaire ya me cuesta creerlo, pero como me dice siempre mi madre: «Si parece la mentira más imposible, es verdad. Cuando se publicó lo de Isabel Preysler y Miguel Boyer todos pensamos que no podía ser, y mira». Y ante esto se me ocurre un argumento más irrefutable. Ojalá sea cierto, que estamos un poco necesitados de estrellas consortes desde la marcha de Shakira. Total, para los 14 millones de euros que le va a costar mudarse a una horterada de complejo en Miami, ya podría haberse quedado entre nosotros. Si vuelve, me ofrezco hasta a acompañarla a la Feria el año que viene, si quiere. En calesa. 

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