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Opinión

Pititas y putitas

«Podemos ha casi desaparecido a nivel autonómico y regional pero el daño que han hecho al discurso público aún prevalecerá mucho tiempo, me temo»

Pititas y putitas

María Pombo y Marta Pombo. | Gtres

La semana pasada me preguntó mi padre después de leer mi columna de los miércoles que cuándo se me ocurren todas las maldades que escribo. Le tuve que explicar que desde que me levanto hasta que me acuesto solo se me ocurren el tipo de cosas que reflejo en esta página, pero la mayoría de veces me contengo y me las guardo para mi. Por ejemplo, la semana pasada me llamaron de la consulta del alergólogo de mi hijo mayor para darnos los resultados de unos test que se acaba de hacer y me pidieron que llevara a la siguiente cita pimentón, sésamo y al niño. Me entraron ganas de preguntar si lo iban a cocinar, pero no me atreví por si la señorita de las llamadas no tenía el mismo sentido del humor que yo, que, no nos engañemos, es lo más habitual. Soy una incomprendida. 

Hay también herramientas que ayudan a que fluya mi maldad. Una de ellas es leer El País. De sus hojas, por decir algo, saqué el domingo la idea principal para esta pieza. Decía un señor que responde al nombre de Martín Bianchi —digo yo que será seudónimo—, en un artículo bastante aburrido, que triunfan las «influencers ultraconservadoras». Y las llamaba «las Pititas», que no «las putitas», como mi corrector de textos que es un ordinario y no conoce a mi madre y su afición de lavarnos a todos la boca con estropajo y jabón si decimos palabrotas. 

Para Martín, algunas estrellas de las redes sociales como Tamara Falcó, las hermanas Pombo, Rocío Osorno, Victoria Federica o la mujer de Tomás Páramo —que nunca me acuerdo cómo se llama— son ultraconservadoras porque, atención, creen en Dios, no abortan, se casan por la Iglesia y tienen hijos, e incluso ponen en sus bodas el himno de España. O sea, son normales. Que hagan la vida que a ellas les gusta y claramente a sus millones de seguidores también les resulta muy ofensivo a los de El País. Y además llama a estas chicas pititas como si el pititismo fuese algo malo para insinuarnos que son mundanas, cuando la mayoría básicamente lo asociamos con ponerse el mundo por montera y ser admirada. Que unos días van a misa y otros a eventos por la noche. Un sacrilegio para los ridículos creadores de la figura de la «corresponsal de género». Los mismos, por cierto, que hace un par de meses nos contaban en su sección de estilo de vida las bondades de vender a fetichistas fotos de los pies para que se exciten sexualmente. 

«Difundir buenos valores de la familia tradicional es malo. La prostitución, dependiendo del formato, es buena porque ‘El País’ la bendice»

Difundir buenos valores como los que rodean a la familia tradicional es malo. La prostitución, dependiendo del formato, es buena porque ellos la bendicen. Y El País, así, es Lo País, más que nunca. En fin. Yo no soy nada de influencers pero leyendo a esta gente me dan ganas de empezar a seguirlas a todas. Y estoy deseando que alguien me llame a mi «pitita». Aunque algunos mal informados las confundan con Rita Maestre. Que es bobita pero, «pitita», poco.

Estoy hecha una blanda porque en las últimas horas me dan ganas de seguir hasta a Nuria Roca y su marido, que no me caen particularmente bien, pero que llevan todo un día siendo trending topic porque tuvieron la osadía de decir este lunes en el programa de máxima audiencia en el que trabajan que son de izquierdas, pero no les gusta Podemos. Dicen ellos mismos que son una pareja abierta. Entiendo que no pondrían en su boda el himno de España, así que espero que Lo País tenga a bien defender la libertad de expresión de estas personas tan poco ultraconservadoras. 

Y esto, creo, no va a hacer nada más que empeorar. El partido aún liderado por Pablo Iglesias ha casi desaparecido a nivel autonómico y regional pero el daño que han hecho al discurso público aún prevalecerá mucho tiempo, me temo. Más cuando tras el 23 de julio muchas altas cargas se encuentren con tiempo libre todo el día. Como ahora, pero sin sueldo público y sin tener que dar el pego con actos públicos. Muchas, me parece a mi, no se van a saber ganar la vida en lo privado ni vendiendo fotos de pies ni en OnlyFans. Siempre se podrán dedicar a ser influencers no ultraconservadoras. 

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