Gordofobia en temporada de operación bikini

Durante la presentación del segundo libro de la influencer Mara Jiménez, en el que traza para sus lectores el camino de vuelta a uno mismo, dedicando muchas de sus páginas a contar su historia personal y los obstáculos a los que ha tenido que enfrentarse por ser gorda. La influencer acabó enzarzada en una discusión con un oyente al que la protagonista le preguntó: «Dices tú que se tiene que combatir la obesidad, ¿qué solución nos das tú?». La respuesta que recibió fue clara y al parecer muy ofensiva: «Una dieta estricta y ejercicio». En la sala se escucharon risas, seguro hubo algún pico de insulina y la escritora acabó pidiendo que alguien de seguridad se llevara a su rival, al que probablemente le hubiera gustado poder mandar a los leones y no solo a la calle. 

¡Pobre niña rica! Tan acostumbrada a que nadie le lleva la contraria, porque hoy pelearse con un gordo es como pelearse con una mujer siendo hombre. Sabes que vas a perder, porque cuando sienta que el debate se sale de su control, sacará el comodín, te llamará gordófobo o machista, aunque estéis hablando del tiempo y la discusión se habrá acabado. 

Con el verano a la vuelta de la esquina, llega la temporada de operación bikini y el buen tiempo nos obliga a buscar hacernos de hábitos saludables para conseguir vernos y sentirnos mejor. Aunque realmente la intención solo sea ser la más guapa de Formentera, nuestra salud sale beneficiada. Así como hay momentos de hibernación, hay épocas en la vida que requieren la mejor versión física de uno mismo, puede ser el verano o también una boda.

Pues según Tamara Falcó, no. La futura novia lleva una semana de morros, porque le han preguntado por los cambios de alimentación y ejercicio que podría estar teniendo para conseguir su peso ideal (sea cual sea) para el gran día. La hija de Isabel Preysler ha dicho que esa pregunta roza la gordofobia. Luego nos enteramos de que había pagado por segunda vez más de 5.000 euros para pasar unos días antes de dar el «sí, quiero» en una clínica especializada en ayunos, donde tiene pensado perder diez kilos. Según su teoría, en una clínica gordófoba en Marbella, pero es que a veces vale la pena ser un poquito gordófoba con una misma para entrar en un Carolina Herrera, que no está ella para quedarse otra vez sin vestido. 

Y si somos honestos, a nadie le gusta ser gordo y no tiene nada de malo. No por serlo hay que ser infeliz o hay que aceptar ser tratado de manera despectiva. Pero serlo no te da derecho de querer imponerlo o a cuestionar verdades médicas que apuntan a que la obesidad solo puede tener consecuencias negativas para la salud física y mental. Y sí, algo que nos enferma es algo que hay que combatir. Y no, crear un movimiento social y exigir que llamar gordo a alguien sea delito de odio no va a convertir, por mucho que lo repitan, una zona de confort en autoestima; la aceptación de uno mismo va de la mano con el afán de superación personal. 

Ligar el peso con la felicidad está mal, lo dice alguien que lleva toda la vida pensando que un «tía, has adelgazado» era un piropo y eso tampoco es, pero igual de mal está intentar ligar la obesidad con la salud. Porque si cuando se metían conmigo en el colegio por ser gorda, mi madre me hubiera convertido en una víctima de la gordofobia y no en alguien con el poder de mejorar su vida, cambiando sus hábitos y priorizando la salud, probablemente me hubiera pasado la vida siendo una víctima de cualquier cosa que no me gustara y la historia hubiera cambiado bastante, para mal. Y con esto aprovecho para agradecerle a mi madre y de paso recordarme que ya toca ponerse con la operación bikini, aunque me llamen gordófoba.

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Laura Fernández Cañas