Tú en Tinder, yo en Nuevas Generaciones
«Con 18 años uno no sabe de nada importante, pero quiere relacionarse, hacer amistades, encontrar amores, medrar en la jungla de la vida»
Ufano, Ignacio Dancausa, presidente de las Nuevas Generaciones del PP en Madrid, detalló un anuncio inminente. No era el fichaje de Mbappé por el Real Madrid, sino las muy avanzadas negociaciones entre las juventudes capitalinas del PP con las mejores discotecas de la ciudad. Si tienes carnet, avisó, tendrás acceso a listas exclusivas, descuentos, te invitarán a copas y a chupitos, disfrutarás de acceso preferente para ti —querido afiliado— y tus amigos… «Estar donde están los jóvenes» y «poner en valor el carnet», para que lo lleve la muchachada en la cartera, fueron las dos consignas que esgrimió el joven Dancausa en defensa de su propuesta.
Me vi entonces emparedado en un dilema. Criticar la medida populistoide de las juventudes genovesas, o bien afiliarme a ellas y empezar una nueva etapa vital. Dejar atrás los anodinos años de ciudadano corriente y arrancar los días gloriosos disfrutando de los beneficios de sentirse poderoso frente a los panolis que se pagan sus copas con su dinero. Luego recordé que mi profesión, al menos como la entiendo, no debe caer en la afiliación partidista. Fue entonces cuando empecé a escribir esta columna. Sobrio, vaso de agua en la mesa y con un dolor que se agolpa en mi costado viendo como suben los precios del ron cola en Madrid. Y no hay juventudes periodísticas que anuncien descuento alguno.
Las organizaciones juveniles de los partidos hace tiempo que dejaron de hablar de política. Si es que alguna vez su misión fue esa, y no les culpo. Con 18 años uno no sabe de política, bueno, ni de la vida, básicamente no sabe de nada importante, pero quiere relacionarse, hacer amistades, encontrar amores, medrar en la jungla de la vida. Y prosperar en el organigrama del partido. Tú tienes Tinder y hay otra gente que está en Nuevas Generaciones, en las Juventudes Socialistas o junto a los jóvenes de Vox. Y quizá, no lo he probado, salga más rentable lo segundo que lo primero. En las postrimerías del franquismo hubo charnegos, véase Arcadi Espada, que aprendieron catalán para «follar más». Como en los años turbulentos de acampadas y jóvenes indignados, se montaron partidos donde casi todos se arrejuntaron al grito de «sí se puede».
«Las juventudes de los partidos defienden cada voto como si les fuese la vida en ello, quizá porque les va su futuro laboral en ello»
Y también se puede, pero hay que hacer acrobacias nivel doble mortal con triple tirabuzón, defender la meritocracia a la vez que aplaudes tener ventajas —gintonics gratis— en la noche madrileña por llevar el carnet de partido. Las juventudes políticas, como si se tratara de niños en una boda a los que apartan en una mesa esquinada, están para manejar las redes que no manejan sus mayores, para la viralidad, para padrear, o sea, para hacerse el guay, para la guerrita cultural. Pugnan por el tuit con más me gustas. Saben que hay partidos que solo se ganan en TikTok. Defienden cada voto como si les fuese la vida en ello, quizá porque les va su futuro laboral en ello.
Alberto Núñez Feijóo, preguntado por el asunto chupitos gratis en la Ser, confesó que él nunca estuvo en ninguna organización juvenil de su partido. Se afilió con 40 años al Partido Popular, a pesar de llevar con cargos de gobierno desde los 29 años. «Tuve tiempo de conocer bien, no el partido por dentro, sino lo que hace el partido», admitió. García-Margallo, cuando visitó El purgatorio, contó aquella famosa proclama que le comunicó al otrora líder Pablo Casado, qué también fue presidente de Nuevas Generaciones de Madrid: «Lo normal es que los partidos tengan juventudes, no que las juventudes tengan un partido». ¿Y lo normal, como puede ser el caso de Feijóo, no debería ser que los jóvenes se afiliaran a los partidos, una vez trabajados sus primeros años fuera de ella?
En octubre de 1944, la actriz francesa Léonie Marie Julie Bathiat, más conocida como Arletty, fue arrestada acusada de haber mantenido una relación con un oficial alemán de nombre Hans Jürgen Soehring. Se conocieron durante la ocupación nazi de Francia y surgió el amor. Cuando se interrogó a Arletty por haberse acostado con el enemigo alemán, ella expresó una frase icónica: «Mi corazón es francés pero mi culo es internacional». Lo de los cubatas gratis preveo que será un éxito. Comprendo que muchos tengáis corazones rojos, morados o verdes, y sin embargo, a lo Arletty, vuestro hígado es internacional. Y vuestro dinero, limitado.