Un fascista tan ricamente cara al sol
«Dicen los políticos que es la hora del diálogo. Pues sí, dialoguen, pero no den la murga. Merecemos un descanso»
La playa iguala. Algo tendrá esa conjunción de arena en los pies, chiringuitos con olor a espeto, niños sudados correteando la orilla, amigos que en lugar de a las palas parecen estar jugándose la final de Wimbledon y señores y señoras provectas tomando el sol como si no hubiera un mañana, porque igual no hay un mañana para todos ellos. Al hoyo sí, pero con morenazo. Siempre hubo maneras de morirse. La playa iguala, la playa allana diferencias, la playa unifica, por unas horas, a ese grupúsculo de ciudadanos que poblamos este trozo del mundo llamado España. Esas playas de nuestra patria pinchan la burbuja digital. No hay algoritmo que valga cuando a tu vecino de sombrilla se le escapa un huevo del bañador.
Es un verano atípicamente intenso en lo informativo. Aunque ahora las aguas políticas se han aclarado, pero sin despejarse lo suficiente. Vamos, que incluso puede ser que volvamos a tener que poner otra vez el aclarado en la lavadora electoral de aquí a unos meses. España no deja lugar al hastío. Pero basta. Debemos pasar a las aguas festivas, a las reales. Playa, piscina municipal, privada o comunitaria. Es el momento de dejar el noble arte de la política, ya tendremos tiempo de politiquear, no se me preocupen. Ya habrá jornadas para pactos infames, giros de guión inenarrables, liderazgos cuestionables y cuestionados, prófugos de la justicia decidiendo el porvenir de la cuarta economía de la Unión Europea, gallegos que tendrán tiempo para aprender inglés, vascos y catalanes —eso nunca cambia—siendo definitorios para el rumbo del país…
Es imperativo bajar las pulsaciones de un año frenético. Y abandonar por unos días la batalla épica que cada uno se haya montado en su mente. Guardar en el armario mental sus «no pasarán», sus «España se desintegra», sus «referéndum y amnistía ya». Hay quienes en lugar de votar, pensaban estar yendo, con el voto como trampantojo de subfusil en mano, al desembarco de Normandía. Españoles haciendo de un domingo por la tarde la leyenda familiar que se contarán de generación a generación. Las jornadas históricas tienen que dormir el sueño de los justos. Porque solo hay algo peor que tomárselo todo a broma, tomarse todo en serio. Y la canícula es la única época del año cuando lo importante deja de ser urgente. Como si la vida no nos estuviera esperando.
«Solo hay algo peor que tomárselo todo a broma, tomarse todo en serio»
En la costa, junto a la orilla, entre tortillas y filetes entupperizados, tumbonas y sombrillas torcidas. O bien, en las piscinas de los que ansían el mar, pero ni lo huelen, se sientan en comunión aquellos que hace pocos días se habían llamado de todo los unos a los otros, siempre por redes. La vida moderna, ya sabe. Congregados, con césped y cloro, o bien en arena y sal. El «fascista» tan ricamente cara al sol, lo hace al lado del «filoetarra» y su pareja. La «charo» limpiadora del hogar que apostó por Yolanda Díaz toma tortilla cuando a su costado el «cayetano» que votó a Feijóo ojea un libro manchado de arena. El de la sombrilla a rayas ha cantado hace unas horas el «Que te vote ‘Txapote’» y a su lado, barba de dos días y barriguita cerveza, se haya un ciudadano indignado por el lema de marras. Un sanchista se moja los pies mientras un matrimonio de antisanchistas convencidos, y no son Ana Botella y Aznar, pelotea a su lado. Y ojo, ¿ese de allí es Zapatero intentando convencer a un guaje para que se afilie al PSOE? Pero fíjense, qué hermosura. La España en convivencia.
Dicen los políticos que es la hora del diálogo. Pues sí, dialoguen, pero no den la murga. Merecemos un descanso colectivo. Sus ojerosos ciudadanos les han traslado un problema, resuélvanlo. Estos españoles están agotados en este 2023 de hiperactividad electoral. Por ello, hagamos un gran pacto de estado, es lo necesario. Un gran pacto de estado en favor de la siesta, las sandías baratas y los amores–cortos, sudorosos e intensos– de verano. Una investidura para el candidato que prometa que el Grand Prix volverá, pero con vaquilla, que las medusas desaparecen de las playas y que todos nos podremos poner morenos sin apenas esfuerzo. En Oppenheimer, la nueva peli de Nolan, el oficial al que da vida Robert Downey Jr., sentencia en un momento del film: «Los aficionados persiguen el sol y se queman. El poder permanece en las sombras». Busquemos pues la anarquía de las playas, donde las sombras huyen. Donde no está el poder, sino el disfrute. El que nos equipara a todos. Por unos días.