THE OBJECTIVE
Viento nuevo

Un pelín vago

«El pelín y el coño, la vida y la muerte, el ying y el yang, la cara y la cruz, ahí está todo, dentro y fuera del libro de Macarena Olona»

Un pelín vago

Macarena Olona y Santiago Abascal. | Rafael Madero (Europa Press)

Cierta mañana boreal, rueda de prensa mediante, un valiente le preguntó a Massiel que cuánto bebía. Las ojeras gramáticas, la voz rocosa, los ojos pequeños, invitaban a la duda. La respuesta fue eurovisiva y trascendente: «Bebo lo que me sale del coño, Logroño». La literatura, naturalmente, está en la última palabra, Logroño, que teje el pareado y provoca la risa torcida, porque allí, fijo, no había nadie de La Rioja, aunque podría haber estado Pedrojota. De todo el libro, oral y escrito, de Macarena Olona, es lo que dice al bies y al sesgo sobre su jefe: «Santi era un pelín vago». Un pelín. La literatura vuelve a estar al final, al borde del precipicio, donde el borde es siempre el principio.

Cierta mañana resacosa, cierta noche blanca, cierta madrugada sin noche anterior, discutían una recua de puristas con la inmensa María Jiménez si había que cantar, diafragma mediante como Sinatra, o con la garganta reverdecida y salvaje, vía Bambino. La respuesta fue rubia, muy rubia y en punta: «Yo canto con el coño». La literatura, sí, vuelve a estar en la última palabra, que embrida todo lo anterior, la mina o bomba pisada por la lengua traviesa, el ingenio inmediato, la vida por delante, sin más tontería que el ejercicio vital. El pelín y el coño, la vida y la muerte, el ying y el yang, la cara y la cruz, ahí está todo, dentro y fuera del libro de Macarena Olona

Prima la brocha gorda, el titular gordo, las palabras obesas, y todo el mogollón va en lo mismo, el pastizal y pastizara que Santi a caballo desvió del partido a la Fundación Disenso, donde no sé si tiene vela mi antiguo profesor Gustavo Bueno Sánchez, porque fundaciones es lo que sobra en la ronda, también Danaes con el Centro Riojano y otras tantas que, por un pelín, eso es, no recuerdo, no me acuerdo, señorías, lo siento mucho. Es la diferencia entre el dinero suelto y el cogido o recogido, el dinero de bolsillo y el serio que no se gasta. El dinero de las fundaciones es más suelto para pagar aquí y allá, traído y llevado por el viento nuevo, a caballo o por las barras nerviosas, donde hoy invito yo y mañana también.

Macarena Olona va a vomitar su libro, letra a letra, este fin de semana en programa de máxima audiencia, no sé si gratis, por un pelín, o en plan pack, paquete de la cosa, hoy esto y mañana lo otro y pasado lo definitivo. Decía mucho Pedrojota: «Ni un día sin una línea». Referido a fragmentar una noticia, trocear una exclusiva, dar el botín loncha a loncha, sin atracones. El pelín es todo, dinero suelto de las bolsas fundacionales, que no sé si son las que les cuelgan a los héroes por debajo del ombligo, donde la montera del caballo queda picona y montuna. De fundaciones vamos a contar otros pelines, porque el régimen es igual para todas y todos, a caballo y a pata, según el librito de leyes que, si es de biblioteca pública o consorcio, lo sabemos, siempre hay un pelín ajeno entre las páginas, y da mucha grima, sobre todo si lo catamos como inguinal, como de coño o escroto, eso se sabe, no hace falta microscopio ni lupa. 

Sabemos, digo, por ejemplo, que dijo Caballero Bonad de su fundación, sí, que puso él la casa y la guita inicial, por lo que los que vinieron luego lo tuvieron fácil; sabemos lo que dijo Cela de la suya, que él había metido todo lo que tenía en la misma, hay vídeo por el youtube, y por tanto lo medular o esencial ya estaba puesto; sabemos, incluso, lo que me dijo a mi Susana Rivera, sobre la posible fundación Ángel González, donde la cosa no se hizo y todavía tiene ahí retenidos, igual de pálidos que cuando los sacó del banco, cincuenta mil pavos, por un pelín casi cien mil, por un pelín hasta el piso madrileño del poeta en la chufla matasuegras. Todo es por un pelín, o dos, pero quedarse calvo ocurre igual, ojo al matojo, cae de golpe la melena de cantante de rock y uno queda en el tablado como un hoplita que solo puede jugar al billar sin mucha luz, en una esquina, el taco sujeto como un paraguas, la cara oculta por la noche barata.

«Vox se disuelve como un azucarillo en un café negro, muy negro, y los rencores ya son odios africanos, por un pelín de amor que no llegó»

Bien, sí, sabemos la ecuación principal, el pastizal y pastizara, el botín en la fundación, para gastarlo rápido, sin trámites, en plan bolsillo, ajeno a controles en la autopista después de haber bebido, ajeno a alcoholímetros u otros goznes. La respuesta de Santi, al que las estrechas llamaban el Empotrador, fue de traca y por otro pelín sale en The New York Times: «Han sido siete millones, si pudiera serían 77». Pelín de dos cojones morenos. 

Macarena Olona podía contar el libro millón a millón, porque con siete capítulos no necesitamos más. Vox se disuelve como un azucarillo en un café negro, muy negro, y los rencores ya son odios africanos, por un pelín de amor que no llegó. Era gracioso cuando el Vox profundo, tan aldea profunda, llamaba al PP oficial de modo casi familiar: «Sois unos blanditos». El bocadillo de jamón blanco que daban en los mitines, bajo canto de Manolo Escobar, ya no da resultado. Las emociones ya no rentan y el electorado, claro, quiere ideas, proyectos, algo. Hizo mucho daño en esas filas las fugas de los santos barbados –Iván Espinosa de los Monteros- con toda una barba de agravios en la mochila y ni un solo pelín. Ni uno. 

Cierta tarde boreal le preguntaron a Carmen de Mairena, ya octogenaria, si sabía algún poema clásico. Abrevó la birra y escupió desde Las Ramblas, sin despeinarse, uno capitalino: «Así como el oso come del madroño/ me comes tú a mi todo el coño». Por un pelín, no gana el Premio Nacional. Se puede ser vocacional o entregado pero jamás un pelín nada. Ni currelas ni un pelín vago.

 

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