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Opinión

En el adiós de Irene Montero

«La nueva política debía ser esto. Nunca reconocer un error, mientras siempre ejerces el papel de víctima doliente»

En el adiós de Irene Montero

La hasta ahora ministra de Igualdad, Irene Montero (c), se saca una foto con dos personas durante el traspaso de la cartera de Igualdad. | Europa Press

Empezaré emulando a un gallego que gobernó España. Señora Montero, usted es estupenda. A veces pienso si me gustaría ser como usted porque es la quintaesencia de todas las virtudes. No se confunde nunca, acierta siempre. Es la única decente, independiente. La única a la que nadie es capaz de presionar. El Ibex debe tener al resto del gobierno comprado con algún viaje pagado, pero ella no. Ella es única. Definitivamente, me gustaría ser como Irene Montero. Brava, valiente, decidida. Demócrata, la más demócrata. Quizá de las pocas demócratas que haya en el Congreso, igual hasta es la única demócrata que nos queda en esta timorata nación. 

En un país donde hasta un Rey pidió perdón, a Irene Montero nunca se le recuerda tal cosa. Lo más cerca que estuvo fue pedir perdón por lo mal que lo estaban haciendo los jueces con la ley que salió de su Ministerio, y fue aprobada por el Congreso de los Diputados. Aunque ahora se afane el PSOE en echarle la carga total del error a —la desaparecida en combate— Montero. Fallo que para Irene, siempre infalible, no fue de su equipo, acabáramos, sino del machismo instalado entre el poder judicial. ¿Magistradas machistas? Por supuesto. «¿Acaso no querrán volver al Código Penal de la Manada?», dijo la consigna morada. «¿Os referís al Código Penal que condenó a 15 años de prisión a cada uno de los cinco acusados?», contestaron algunos a los que nunca iban a escuchar. 

A Irene la siguen y la votan, es lo que dicen los morados, los currantes, los autónomos, los estudiantes, las amas de casa, las mujeres independientes, los hombres comprometidos, los obreros currantes, en resumen, los buenos españoles. Vuelvo a recordar lo que le dijo Rajoy a Pablo Iglesias: «¿Oiga, y a los demás quienes nos votan? ¿Los ricos o gente despistada?». Habla Montero de la gente, del pueblo español, pero convendría que además hiciese caso a lo que el pueblo vota. Incluso que supiese que nadie puede arrogarse hablar en nombre del pueblo. Ni en nombre de España, Pedro. Como tampoco es Montero la representante de las mujeres, ni lo es ahora Ana Redondo. 

«Los designios del Señor son inescrutables, y la fecha se las trae. Hay 365 días al año, y echan a Podemos en el aniversario de la muerte de Franco»

El feminismo no es un bloque de hielo, compacto, indivisible. Hay muchas visiones del feminismo, unos cuantos debates sobre el buen feminismo. Que se lo digan a Carmen Calvo, feminista «clásica», que se reconoció como la segunda mujer más contenta del país después de que largaran a la ministra morada. Y tampoco el feminismo es lo que diga Podemos. Lo que va quedando de Podemos, dado por muerto en el Gobierno de la nación un 20 de noviembre del 2023. Los designios del Señor son inescrutables, y la fecha se las trae. Hay 365 días al año, y echan a Podemos en el aniversario de la muerte de Franco. En realidad, debería decir echa, en singular, porque la decisión aunque consensuada con Sánchez, la tomó hace tiempo Yolanda Díaz. 

Tiene su gracia que haya habido, siempre según Irene Montero, hombres poderosos que han querido acallarla, y la que le ha destronado del ministerio ha sido una mujer, Yolanda. Cuánta sororidad, vicepresidenta, con Ione e Irene. Elegida Díaz por el dedo demócrata del siempre inteligente Pablo Iglesias. Ahora debe estar lamentándose de su elección. Pero ya sin Podemos en el gobierno, más autónomos aún de lo que eran, se viene la desleal oposición al ejecutivo desde los podcasts pablistas. Si la crítica ya escuece per se, imagínate la crítica de las que hasta hace dos días eran tus compañeras, tus subordinadas. 

La nueva política debía ser esto. Nunca reconocer un error, mientras siempre ejerces el papel de víctima doliente por los poderosos que te atacan. Menuda basurilla de poderosos si ni siquiera con una ley que rebajó las penas a agresores sexuales, consiguieron la sospecha de una dimisión. Tampoco la política moderna, sobrada de ego, reconocerá nunca algo valioso en el adversario, ni tampoco en los antecesores en su cargo. Henchidas de vanidad Irene Montero e Ione Belarra abandonaron ayer su cargo de ministras. Hay quienes en las despedidas dejan su huella, y les dan la razón a sus críticos. Críticos algunos de ellos, todo sea dicho, con una seria obsesión por la ya exministra de Igualdad. Suerte en la vida, señora Montero, donde lo personal, al menos en España, no es político.  

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