Los payasos proetarras de la tele
Meter a un niño en política es romper con uno de los mandamientos sagrados de una sociedad sana
Hay unos payasos vascos a favor de la excarcelación de presos etarras que han utilizado a niños en sus videos. Bastaría la sola enunciación de esta frase para que en el cuerpo de cualquier ser decente se despertara un frío dolor en el espinazo. Será noticia efímera, porque las indignidades en esta vida moderna en la que estamos se amontonan como las cajas de una mudanza. Lo sabe bien Pedro Sánchez, cirujano especializado en comprobar cómo el umbral de dolor de la sociedad española va en aumento, seguimos tragando, y le sigue saliendo bien la jugada.
Será un hecho que vaya al cajón del olvido, pero habría que parar y hacer de notarios. Como escribiría Rafa Latorre, habrá que jurar que todo esto ha ocurrido, por más inocuas que puedan ser estas líneas. La trompetería oficial se encuentra más cómoda denunciando los cánticos garrulos de unos jóvenes del Elías Ahuja o preparando la acusación por crímenes de lesa humanidad para el rijoso de Rubiales, pero convendría entender lo que ha vuelto a ocurrir en España. Sí, en una parte de España existen tres payasos euskaldunes llamados Pirritx, Porrotx y Marimotots que llevan muchísimos años de experiencia prostituyendo el noble oficio de payaso.
Conocidos, especialmente Pirritx y Porrotx, por su enérgico esfuerzo a favor de los presos etarras, siempre prestos a la llamada de la indecencia. Lo último que ha traído al trío payasil a la palestra es un vídeo de apoyo a la salida de los presos etarras de las cárceles vascas. Y oigan, que cada cual apoye lo que cree es legítimo. Se puede creer, de hecho así lo creen ellos y una parte de la sociedad vasca, que matar, secuestrar, intentarlo, o en menor, pero vital medida, ayudar a matar, colaborar en un secuestro en nombre de la liberación del pueblo vasco no merece castigo alguno. Impunidad, que es un concepto que está muy de moda. Lo que es execrable son los niños, usar a menores cantando cosas que son incapaces de entender.
«Hablarán algunos de memoria democrática, convertirán en exiliados a fugados de la justicia, intentarán emponzoñar la verdad. Pero la verdad, como la dignidad, solo hay una»
Meter a un niño en política es romper con uno de los mandamientos sagrados de una sociedad sana. Los niños no se tocan, no se intoxican. A los niños no se les envenena con el odio, por supuesto no se les incluye en tu nauseabunda lucha, incluso aunque sea sana y justa tu manifestación. Es una imbecilidad meter a un crío a pregonar las maldades de la ley de amnistía. Es una inmoralidad hacer cantar a unos chavalines una letrilla, con la engañifa de una aparente canción infantil, exigiendo que los sanguinarios vuelvan a casa cuanto antes. Son los pequeños, seres candorosos, quienes deben ser protegidos de la pestilente labor de estos payasos.
Froilán Elespe fue el primer concejal socialista asesinado por ETA en 2001. El 20 de marzo de aquel año, el que era teniente de alcalde de Lasarte, fue disparado en la cabeza, por la espalda—modus operandi de ETA—mientras tomaba café a primeras horas de la tarde en un bar de la localidad. Apenas 28 horas después del asesinato, una joven concejal de Euskal Herritarrok llamada Aiora Zulaika fue incapaz de condenar el asesinato de Elespe. Más tarde, maquillaje, zapatones y nariz roja, Zulaika tenía previsto convertirse en Pirritx para entretener a los enanos en Irún. Se canceló la actuación de Pirritx y Porrotx al saberse que la payasa era la concejal de la no condena.
Han pasado 22 años de aquella inmoralidad que debía haber provocado la condena social de Zulaika y su larga temporada en el ostracismo forzado. Pero aquí siguen, de teatro en teatro, entreteniendo a los niños, para que, de cuando en cuando, se les cuele —oh, sorpresa—, la defensa de en lo que siempre han estado. Acabada la política de dispersión de los presos de ETA, quieren la impunidad, porque si no condenan un asesinato, ¿a razón de qué deben estar los etarras en la cárcel?, se preguntarán. Hoy ya estaremos en otro asunto, descuide. Hablarán algunos de memoria democrática, convertirán en exiliados a fugados de la justicia, intentarán emponzoñar la verdad. Pero la verdad, como la dignidad, solo hay una, es verdad o es mentira. Se es digno o se es indigno. Unos payasos indignos.