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Opinión

¿A quién vota Carlos Alsina?

«Alsina, más que sermonear, interpreta, reflexiona, pregunta, expone. Y eso irrita a muchos comunicadores»

¿A quién vota Carlos Alsina?

El periodista Carlos Alsina. | Europa Press

Lo sé porque tengo amigos ajenos a este oficio de dipsómanos, neuróticos y tipos raros. Sé que casi siempre que hablo con ellos de algún periodista, todo acaba en la misma pregunta: «¿Y este a quién vota?» Y en sus derivadas: «¿Para qué lado tira? ¿Cuál es su debilidad política?» También sé, porque respondo siempre así, que cuando es de Carlos Alsina de quien se trata, lamentablemente no puedo decir nada, porque no sé. Desconozco a quién vota, si es que vota. Intuyo que si tiene algún amigo en política lo debe tener muy escondido. Y les comento a mis colegas que creo en ese periodismo, donde lo de menos es saber a quién vota el que te informa. 

Aun reconociendo que hacer una columna periodística sobre un periodista roza el onanismo, tengo motivos para hacerlo. En concreto uno, el premio Francisco Cerecedo que le ha sido otorgado al locutor de Onda Cero en esta semana. Aparte de que un Rey, presupongo que oyente, te felicite en público, Alsina hizo del agradecimiento una lección. Entretenida lección, que se note el oficio, Carlos. Una enseñanza que mezcló a Lola Flores, Martin Baron, Gistau, Amón, Concha Piquer y hasta la virgen de Covadonga. No hubo lamentos por el oficio, ni nostalgias de tiempos pasados que solo están en nuestra mente. Hubo ironía alsinesca, adjetivo que pronto entrará en la RAE, y una desdramatización para los que ven días históricos en cada amanecer. 

Es Alsina el paradigma, aunque nunca lo reconozca, del periodismo no alineado. Y cuando uno habla de no alineado, hay quienes ven tibieza, cobardía. Anatema. Aquellos que entienden la vida al combate, poniéndole cojones a todo, creen ver en el no alineado a un equidistante. No habrán escuchado nunca a Alsina. Él se sabe no poseedor de la verdad, por ello no la pregona. Por eso más que sermonear, interpreta, reflexiona, pregunta, expone. Y eso irrita a muchos comunicadores gustosos del verbo grueso y el análisis vacío. No digo ya para los que cambian de opinión conforme va mudando de criterio su gobernante. Por el que beben, y locutan, los vientos. Hoy vientos sanchistas, pero ayer brisas rajoyescas, y más atrás, galernas zapateriles. 

«No sé a quién vota Alsina, pero sé que no opina de un auto si no se lo ha leído. Bastaría eso para darle las gracias»

Siempre habrá marineros dispuestos a elegir tripulación para toda la vida. Periodistas sin carnet, pero militantes. Tú sabes bien quienes son. Cuando la única barca a la que se debe subir uno es a la de la honestidad, la independencia, el escrupuloso respeto a la verdad. Materia prima de nuestro oficio, por más que nuestro presidente, y no solo él, se empeñe en reescribir la historia reciente de España. Viendo ahora exiliados a los que son prófugos. Ahí debe estar este oficio, por más ingrata que sea la labor. Sé, soy de esa generación, que quizá se lleve ahora confundir al influencer con el comunicador, lo viral con lo trascendente, lo urgente con lo importante. Intoxicadores de tres al cuarto pululan por las redes travestidos de periodistas, cuando son activistas. Denodados activistas. 

La última vez que Pablo Iglesias acudió a Más de uno a ser preguntado por Alsina, al que luego vetaría, fue en marzo del 2017. Oímos una tensa entrevista, especialmente cuando se habló del caso Alsasua. Aquellos tipos que agredieron a un par de guardias civiles junto a sus parejas en un bar del municipio navarro. Iglesias no veía que aquello fuera terrorismo, opinando sobre lo que los jueces deberían o no haber acusado a los agresores. En una muestra de sinceridad confesó Iglesias no haber leído el auto y sorprendido Alsina porque estuviera hablando con soltura del tema, el por entonces líder morado respondió: «Por esa regla de tres, no se podría opinar de nada». No sé a quién vota Alsina, pero sé que no opina de un auto si no se lo ha leído. Bastaría eso para darle las gracias, pero es que además le han dado el Cerecedo, y entonces habrá que darle también la enhorabuena. 

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