Peronismo con Telefónica, cantautores hitlerianos y misceláneos de 'El País'
«En las cenas de Nochebuena se verá esta noche el estado de la nación: en lo que se hable, se discuta y se calle»
1. «¿Qué implicaciones tiene lo de Telefónica?», le pregunto a una amiga que entiende. Su respuesta es tajante: «Peronismo».
2. De la celebración tan menesterosa del Día de la Constitución en el Congreso se me pasó comentar la hórrida selección musical: «Aquellas pequeñas cosas» (¡«Aquellas pequeñas cosas»!) y «Al alba» (¡«Al alba»!). ¡Joan Manuel Serrat y Luis Eduardo Aute, perennes condenas del público español! En ellos el franquismo estuvo (está) atado y bien atado, con su sensibilidad gallinácea y sus reivindicaciones ramplonas. Nada que ver con el único momento real de ruptura con el franquismo que hubo en España, reflejado, por ejemplo, en estas dos canciones en las que anida el espíritu de la Transición, en el que la libertad se ejercía mediante el libertinaje: «Dios salve al lehendakari» o «Ayatola, no me toques la pirola». Derribos Arias y Siniestro Total:¡demasiado para Armengol!
3. El lastre para la vida cívica que han supuesto siempre nuestros cantautores, con su ingenuismo rousseauniano y su remisión a sustratos mágicos e inmanejables que hubiera firmado (con perdón) Hitler. Así Serrat, que ha soltado esta perla: «Para que el mundo funcione mejor es necesaria una justicia, pero no la de los jueces, sino la de los hombres, la de la sanidad, la de la educación, la del trabajo y la de la vida». «El buen hombre», le comento a mi amigo Toscano, «quiere devolvernos a la época de El hombre que mató a Liberty Valance. ¡Y sin el hombre que lo mató!». A lo que replica Toscano: «Con tal de que Liberty Valance diga que es del PSC a él le vale».
4. Me río también con Toscano de los misceláneos de El País, la amplitud temática que despliegan, amenísima, para no hablar de lo que deberían hablar. Toscano: «Son los nuevos autores renacentistas. Nada humano les es ajeno, salvo las fechorías de Sánchez».
5. El País ha sido beneficioso para algunos (pocos) articulistas impetuosos que, al ser embridados, ganaban en brillo y tensión. Pero para casi todos es un periódico letal. Los condena, cuando no al servilismo, a las ya mencionadas misceláneas inanes o a las componendas tristes.
6. El País, con todo, mantiene como ningún otro periódico voces discordantes con su línea editorial. Esto es admirable. Pero claro, si no lo hiciera se vería condenado a no tener páginas en que residiese algo de verdad.
7. Mario Vargas Llosa se ha despedido de su colaboración en El País y del articulismo. Con Le dedico mi silencio, su última novela (la he leído esta semana: menor, crepuscular, bellísima) se despidió también de la novela. Le falta despedirse del ensayismo con el prometido ensayo sobre Sartre. Es un repliegue ejemplar, goethiano. Qué grande ha sido siempre Vargas Llosa. Sus pasos, sus cambios, han sido todos explicados racionalmente: ese intento ilustrado es heroico en el ámbito hispánico, no solo en su Latinoamérica telúrica (cuya izquierda ha mantenido también una relación telúrica, inexplicada, con el marxismo), sino igualmente en España, tierra de devotos también de izquierdas.
8. El patanismo de Ortega Smith y sus hooligans voxistas, que lo aplauden todavía más cuando se desata, como con su impresentable conducta en el Ayuntamiento de Madrid, y las preocupantes medidas de Ayuso partidistas, sectarias y contrarias a la transparencia: la política suele ser una danza a dos, y entre las causas de que ahora gobierne la izquierda no se puede dejar de contar la falta de pulcritud de la derecha.
9. En las cenas de Nochebuena se verá esta noche el verdadero estado de la nación: en lo que se hable, se discuta y se calle. Feliz Navidad.