THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ECHABARRIGA

Letizia y el fin de los hombres

«La imagen que da Jaime del Burgo es la de un amargado que no ha superado que una mujer le abandonara»

Letizia y el fin de los hombres

La reina Letizia. | Mike Chicorro / Zuma Press / ContactoPhoto

Qué es la escritura expresiva

A los treinta y cinco años me encontraba en Canadá por una serie de razones que no vienen a cuento y había recibido un pequeño apoyo de la Universidad McGill, que me permitía asistir gratis al seminario que yo escogiera. Tengo que aclarar que la McGill es una de las universidades más prestigiosas de Canadá, y del mundo, y que sus seminarios suelen costar un ojo de la cara y parte del otro. Escogí un seminario de escritura expresiva al confundirlo con un seminario de escritura creativa.

Los talleres de escritura creativa son muy comunes y populares en el mundo anglosajón. Se trata de talleres en los que, en principio, varias personas se reúnen para escribir sobre determinados temas, lideradas por un escritor de prestigio que es el que dirige todo el cotarro (seguro que has visto ejemplos en películas y series). Y eso es lo que creía yo que me iba a encontrar. Pensaba que entraría en el aula y allí estaría algún escritor canadiense de cierta relevancia y una serie de estudiantes que le presentarían sus textos para que él los evaluara. Yo, en teoría, soy bilingüe en español a inglés, pero eso en la teoría. En la práctica, me expreso mucho mejor en español. Por eso me inscribí al curso, para mejorar mi escritura en inglés.

Para mi sorpresa, me encontré con que el seminario no tenía absolutamente nada que ver con la escritura literaria y que de hecho dependía del departamento de psicología social. Todos los que estaban allí eran estudiantes de psicología, y el profesor que impartía el curso hablaba sobre todo del trauma. Esto sucedió hace más de veinte años y tampoco es que recuerde el seminario punto por punto, pero me quedé muy impactada por cómo explicaban la utilización de la escritura expresiva en entornos hospitalarios o clínicos. Cómo la escritura expresiva ayudaba a personas que habían sufrido maltrato, abuso, acoso y otras situaciones traumáticas, o a personas que estaban atravesando situaciones de extremo estrés, así como a enfermos terminales. Fueron solo unas pocas sesiones, pero a mí me ayudaron muchísimo.

Cuando regresé a España, en algunas ocasiones yo impartía talleres de escritura y, como no era psicóloga, los vendía como talleres de escritura creativa, pero la verdad es que aplicaba muchas de las técnicas que había aprendido en McGill. Y seguía leyendo todo lo que caía en mis manos sobre escritura expresiva.

A los cincuenta años decidí iniciar la carrera de Psicología con la intención de impartir todos estos talleres desde un punto de vista más serio. Cuando por fin acabé la carrera pude decir claramente que mis cursos se orientaban a tratar situaciones como la falta de autoestima, el estrés o las relaciones tóxicas a través de ejercicios de escritura. Y no a ayudarte a escribir de forma literaria, aunque, obviamente, un efecto colateral de estos talleres es que finalmente escribes mejor y que te sea mucho más fácil aprender a describir situaciones y personajes, lograr que los demás las entiendan y, sobre todo, conseguir el que, en mi opinión, es el objetivo primordial de la literatura: transmitir, convencer y conmover. También hice practicas en un centro. En realidad, en dos centros diferentes. En dicho centro se me permitió realizar intervenciones de escritura expresiva con algunos de los clientes, como coadyuvante al tratamiento que estaban siguiendo. Toda la experiencia la narró en un libro que saldrá en febrero.

La historia de Angel, casado infiel

En el libro cuento el caso de  un hombre de sesenta y cinco  años venía porque quería dejar a su mujer pero no sabía cómo hacerlo. No sufría de ningún trastorno mental tipificado que se pudiera diagnosticar. Simplemente, estaba muy angustiado. Ellos dos , su mujer y él, llevaban toda la vida juntos y se habían conocido siendo unos adolescentes. Más o menos a los cuarenta años él decidió que no seguía enamorado de ella e inició una relación con una compañera de trabajo pero Ángel tenía dos hijos y su mujer no trabajaba fuera de casa. Un divorcio le hubiera supuesto tener que volver a vivir con sus padres, con los que no se llevaba muy bien, y ver a sus hijos de pascuas a ramos. No tuvo valor para romper su matrimonio y su novia, harta de la situación le dejó.

Cuando llegó a la consulta vivía  de nuevo en la misma situación pero muy diferente. Volvía a tener una novia. Una mucho más joven que él. Sus hijos ya eran mayores y vivían por su cuenta y Ángel, a lo largo de su carrera, había hecho suficientes inversiones como para disponer de  un fondo de ahorros más que holgado. Incluso si perdía la mitad de sus bienes en el divorcio seguiría teniendo una situación fácil. Además, su nueva novia tenia casa propia. Ya no eran los hijos y el dinero lo que le ataba a su mujer. Eran los cincuenta años que llevaban juntos.

Se le propuso una mediación en la que hablara del tema con su esposa estando dos profesionales presentes. Para sorpresa de nadie, excepto del marido, se confirmó en mediación que su mujer, por supuesto, ya sabía que él tenía una amante. Nada le pillaba de sorpresa. Ella se mostraba dispuesta a concederle el divorcio sin mayores problemas. Y, sin embargo, no se divorciaron. Después de la mediación, Ángel decidió que quería quedarse con su mujer. Prefería, como suele decirse, lo malo conocido. Su esposa era a la vez su mujer, su madre, su hermana, su casa y su refugio.

La historia de Diana

Un segundo caso que no sale contado en el libro me ha recordado muchísimo a la situación actual de Letizia. Esta mujer vino a hacer terapias de escritura expresiva después de haber hecho un curso conmigo. Estaba en tratamiento con un psiquiatra que la había medicado por depresión y ansiedad, pero quería escribir sobre lo que le pasaba porque se encontraba muy confundida.
Llamémosle Diana aunque no se llamaba así.  Pero el nombre me viene al pelo porque a la Diana cazadora se la representa siempre acompañada de un perro.

Diana vivía en una urbanización en las afueras de Madrid, de esas con pista de pádel, piscina de agua de mar y amplias zonas verdes. Su marido era diez años mayor que ella. Su vida en apariencia parecía perfecta. Pero su marido era adicto al trabajo; y esto no lo digo como observación casual sino como diagnóstico: realmente presentaba un patrón muy claro de adicción . Como, además, ellos vivían a una hora de distancia Madrid lo cierto es que prácticamente durante toda la semana su marido llegaba a casa cuando ella ya se había metido en la cama. E incluso los fines de semana permanecía enganchado a la Tablet, al ordenador y al móvil, apagando fuegos que no se habían solucionado durante la semana laboral. Diana se sentía enormemente sola.

Paseando al perro, Diana conoció a un chico más joven que ella. Él vivía con otra chica a la que no le gustaban los perros. Tuvo que aceptar a regañadientes al perro de su novio, pero siempre se estaba quejando: no le gustaba que se subiera a los sillones, ni que ladrara, ni que rompiera cosas…. No le gustaba que fuera un perro.

Al principio la cosa no pasaba de una amistad pero en poco tiempo pasó a ser algo diferente. Se veían todos los días aunque solo fuera en la media hora en la que paseaban a sus respectivas mascotas y su relación se iba avanzando a base de mensajes. En algún momento sucedió algo parecido a lo que cuenta Jaime del Burgo respecto a su presunta relación con Leticia: «Durante año y medio pensamos y dimos pasos adelante con el objetivo de ser libres» – cuenta Jaime del Burgo-  «tratamos de la cuestión del divorcio, de las niñas, buscamos asesoramiento jurídico, miramos juntos una casa en la Florida que lindaba con Zarzuela donde vivir las etapas que estuviéramos en España, consideramos Nueva York como la mejor opción de residencia permanente, la idea de que tuviéramos un hijo nuestro por vientre subrogado en Los ángeles me la propuso estando en La Terre Blanch».

Pues lo de Diana y Marcos fue parecido aunque a otro nivel. Se consultaron abogados y se hicieron planes. Él dejó a la novia a la que no le gustaban los perros. Entendió que Diana tenía dos hijos pequeños, que ella iba a necesitar más tiempo. Pero ella se echó atrás. No era feliz en su matrimonio, pero estaba en terapia. Y en terapia se dio cuenta de que tampoco iba a ser feliz convirtiendo a su amante en un nuevo marido. Había elegido a su amante para ponerle una tirita a la herida de su soledad y su abandono. La titita tapaba la herida, pero no la curaba. Fue ella la que decidió cortar aquella relación. Otro paralelismo entre esta historia y la supuesta historia de Leticia y Jaime radica en el hecho de que la relación clandestina sale a la luz años después de que la historia haya acabado.  En el caso de Letizia y Jaime del Burgo, es él el que lo cuenta a quien quiera leerlo. Pero lo cuenta doce años después de que la historia haya acabado. Qué sentido tiene contarlo doce años después. Yo, desde luego, no se lo veo. Supongo que usted tampoco.

En el caso de Diana también la relación clandestina también sale a la luz pero dos años después, no doce. Marcos había regresado con la novia a la que no le gustaban los perros. Y la novia susodicho encontró, curioseando el ordenador, todos los mensajes que se habían intercambiado Diana y Marcos durante un año. Marcos los había volcado en un documento, había decidido conservarlos, probablemente por nostalgia, o porque seguía enamorado de Diana. Algunos de ellos tenían un alto contenido erótico. De la misma forma que no entiendo que Jaime del Burgo contara su historia (esa historia que no sabemos si es verdad o es una película que se ha montado)  años después, tampoco entiendo muy bien por qué hizo lo que hizo la novia del perro. Pero lo cierto es que a veces es muy difícil entender los comportamientos humanos.

La novia a la que no le gustaban los perros envió este documento no al marido de Diana, un acto que ya hubiera sido bastante absurdo y ridículo de por sí, sino … A la suegra de Diana. ¿Que cómo conocía la dirección de la señora? Muy fácil. En un momento dado habían vivido todos en la misma urbanización. El matrimonio de Jaime y Diana, los padres de Jaime y Marcos y su novia.
Habían pasado dos años digo y la relación ya se había acabado.

Cuando el marido de Diana se enteró de todo se enfadó muchísimo. Hubo largas conversaciones y sorprendentemente él reconoció que Diana tenía razón cuando le decía que le había dejado abandonada. Podía ser un adicto al trabajo pero no era mala persona. Se daba perfecta cuenta de que había dejado a su esposa sola y de que ella era una mujer muy atractiva e interesante. Además, a través de los mensajes que se habían enviado, se veía claramente que era ella la que le había escogido y de alguna manera se sentía halagado. Diana le había preferido a él frente a un chico quince años más joven y notablemente más atractivo. Paradójicamente, esta historia no destrozó el matrimonio de Diana: lo reforzó. Su marido empezó a verla como a una posesión valiosa que podría perder si no la cuidaba. Ambos acudieron a mediación y él decidió tratarse su adicción al trabajo. Y enfatizo esto: en muchos casos, una infidelidad reafirma el matrimonio, no lo rompe. Como dijo Oscar Wilde » las cadenas de un matrimonio son tan pesadas que a veces se necesitan tres personas para llevarlas, y no dos«.

Cuando Diana llegó a mí sufría, como digo, de depresión y ansiedad. Pero no por culpa de su marido. Sino por la presión constante que recibía por parte de la familia política. La suegra no podía entender cómo su hijo no se divorciaba y así lo hacía notar en cuanto podía. Había dejado claro que Diana ya no podría pisar su casa nunca más y que si sus nietas iban a visitarla tenían que ir solas o con su padre. Y había iniciado una guerra de guerrillas psicológica en la que Diana aguantaba como podía agazapada en su trinchera. De esto ha pasado tiempo, Diana y su marido siguen juntos. Diana agradece de alguna forma no tener que seguir viendo a su suegra. Marcos y la chica del perro se fueron a vivir a otro sitio.

De la misma forma en que en el caso de Diana la suegra se mete en algo que no le atañe e intenta presionar para romper una relación que en el caso no conoce, en el caso de Letizia demasiada gente hace exactamente lo mismo. Pero no se trata solo de la suegra. Se trata de una turba de periodistas y tuiteros. La base de ambos comportamientos, sin embargo, es la misma

Si la historia de Jaime del Burgo y Letizia fue real y no un invento a mí se me escapa la razón última por la que Jaime del Burgo quisiera sacarla a la luz doce años después de que el romance tuviera lugar. Por qué y por qué ahora. Y ¿es Jaime del Burgo tan estúpido como para no darse cuenta que contando la historia él queda a la altura del betún?.  La imagen que da es la de un amargado que no ha superado que una mujer le abandonara,  y que ha ido cociendo a fuego lento su resentimiento durante años. Por qué ha decidido hacer esta barbaridad, no lo sé. Tampoco al principio entendí por qué la novia a la que no le gustaban los perros pensó que era más acertado enviar el documento a la suegra de Diana. Años más tarde  sí que le encontré el sentido Quizá en la piscina había hablado con la suegra, quizá de alguna manera había advertido que la suegra no se llevaba bien con la nuera, quizás sabía que si era la suegra la destinataria del documento acusador se iba a liar mucho más parda que si se la enviaba al marido… Puede que nosotros dentro de unos años sepamos por qué Jaime del Burgo se ha comportado así.

Jaime y Letizia

No sé la historia entre Letizia fue real o no. Pero si nos situamos en el plano de lo hipotético, y pensamos que sí, que fue verdad, entonces imagino que a Leticia le pasó como a Diana. En un momento dado vio algo en Jaime del Burgo que le hizo pensar que no confiaba en él. Algo que activó su señal de alarma Y ahora mismo se ha debido dar cuenta de que tenía razón. Jaime del Burgo ha demostrado que no es un hombre en el que se pueda confiar.

Y si toda la historia es falsa entonces Jaime del Burgo está mucho más loco de lo que creíamos.

Pero la conclusión de todas estas historias es que las relaciones entre matrimonios son cuestiones muy personales e impredecibles. Probablemente la novia de Ángel no pudo nunca imaginar que finalmente se quedaría con su mujer. Yo, que traté con él mucho tiempo, nunca acabé de entender por qué no la dejaba. Quizá veía a su mujer  como a su madre, aunque esta explicación freudiana es demasiado fácil. El chico del perro nunca probablemente comprendió porque en el último momento Diana se echó atrás.. Nosotros nunca sabremos cuál es la naturaleza real de la relación entre Letizia y Felipe, como tampoco sabemos en realidad como es la naturaleza real de la relación entre nuestro hermano y nuestra cuñada o entre los vecinos del quinto.

El debate en monarquía sí o monarquía no nada tiene que ver con si la reina podría haber sido infiel o no haberlo sido. La monarquía es una institución que está por encima, en principio, de la vida privada de las personas que la integran. No se espera que alguien, solo por ser rey o reina, tenga sentimientos y reacciones distintas de otros humanos.  Si alguien quiere convencerme de que la monarquía no es buena para mí me puede dar otros argumentos:  Que, en una monarquía, la figura del rey está por encima de la ley,  que el rey no se somete a ningún control, que la Casa Real es opaca, que supone un gasto desproporcionado (no más que el que supondría tener presidente de la República, me parece, pero estaría dispuesta a escuchar argumentos). Pero nadie me va a convencer que el hecho de que la reina hubiera sido hipotéticamente infiel es un argumento en contra de la monarquía.

Si toda la historia que cuenta Jaime del Burgo fue real lo siento enormemente por Letizia y la felicito por no haberlo tirado todo por la borda en favor de semejante descerebrado. Y si no lo fue repito que Jaime del Burgo necesita urgentemente atención psicológica.

Escribió William Congreve que «Heaven has no rage like love to hatred turned, Nor hell a fury like a woman scorned.» . No conoce el cielo rabia mayor que el amor que se volvió odio y no conoce el infierno furia como la de  una mujer despechada. Cambia usted la palabra mujer por hombre y aquí tiene la moraleja de la historia. Siempre escuchamos hablar de mujeres despechadas pero la historia de Jaime del Burgo nos demuestra lo que muchas mujeres ya sabemos : líbrenos Dios de la furia de aquel que decía amarnos y al que un día decidimos abandonar. Qué fácil va a ser para él transformar aquel amor en ciega venganza. 

POSTDATA: Como siempre: 1. Si quiere usted protestar contra la polarización política estaremos el día 30 a la una del mediodía frente al Congreso. Se trata de una iniciativa civil. Si no tiene nada mejor que hacer, venga. Y 2: si quiere usted saber más sobre cursos y talleres de escritura expresiva, o sobre terapia a través de la escritura, escríbame a [email protected]

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