Hay indeseables. Y luego está Jaime del Burgo
Uno puede ser republicano pero esto es otra cosa: se trata de un ataque personal, bajuno, machista, casposo y mezquino
Muchas parejas se forman por interés. Es lo único que les mantiene unidos. Conforman una sociedad más que otra cosa, manteniendo un rentable objetivo como razón de ser. Jaime Peñafiel quiere vender su libro y Jaime del Burgo necesita sentirse protagonista, no sabemos si fruto de alguna carencia emocional: ambos han unido sus destinos en una de las más viles operaciones que recordamos, una maniobra de acoso y derribo a la Reina de España basada en insinuaciones, rumores y juego sucio que produce sonrojo y vergüenza.
Uno puede ser republicano o mostrar su desacuerdo con la actual Monarquía, faltaría más, esto es una democracia, pero no van por ahí los tiros: esto es otra cosa, se trata de un ataque personal, bajuno, machista, casposo y mezquino para el que se han apoyado en una fotografía, un ya icónico selfie de doña Letizia con una pashmina, que han utilizado como declaración de amor sin prueba alguna para sugerir un romance entre la Reina y el que fuera su cuñado. De ahí, hasta el infinito y más allá.
Uno se imagina a Jaime del Burgo apoyado en la barra de un motel de carretera, pidiendo una botella de whisky DYC y bebiendo chupitos mientras rememora sus años junto a Telma Ortiz, con quien se casó, lamentando no haber elegido a la hermana correcta. Telma buscaba con tanta ansiedad la discreción que interpuso demandas a todos los medios para que la dejaran en paz, perdiendo el juicio debido a su proyección pública. Para entonces, la famosa era Letizia. A Jaime, la discreción le traía al pairo, como veríamos después en sus redes sociales, donde se soltó sin mesura alguna, hasta que lo borró todo en un repentino ataque, volviendo a recuperar los mensajes cuando decidió recuperar el hacha de guerra para reclamar lo que considera suyo en lo que parece su delirio.
El libro de Peñafiel y la conspiración del excuñado tratan de hacernos creer, sin prueba alguna, que hubo «cuatro etapas de la relación»: una relación amorosa (2002 a 2004), de amigos y confidentes (2004 a 2010), relación amorosa, duradera y continuada (2010 y 2011) y, como cuñados, de 2012 a 2016. El propio Del Burgo insiste: «Es la tercera relación la que termina abruptamente después de dos años, a los pocos meses de la renuncia de Letizia como princesa de Asturias, divorcio de Felipe y el establecimiento como pareja en Nueva York, que era lo que habíamos planeado». Toma ya.
«Jaime Peñafiel es un clasista de tomo y lomo que nunca superó que la Reina de España viniera de presentar el Telediario»
Como contenido de Cuarto Milenio me vale, como verdad deja bastante que desear. Que el tipo publique el tuit etiquetando a Pedro Sánchez sorprende un rato, pues ya me dirán qué tiene que ver el presidente del Gobierno en el matrimonio real, porque las cosas de cuernos se quedan en casa, o en Palacio, pero no van a Moncloa, salvo en caso de delirio de grandeza de quien viene con el cuento.
Jaime Peñafiel es un clasista de tomo y lomo que nunca superó que la Reina de España viniera de presentar el Telediario y que, por si fuera poco, nunca le diera cancha, exclusivas y el trato que él consideraba merecía por ser el garante de la prensa oficial de la Corte. Amargado y fuera de juego, sacó la artillería pesada y convirtió su guerra personal en un floreciente y obsesivo negocio editorial: todo cuanto escribe en los últimos tiempos son ataques a doña Letizia y la Casa Real.
El fichaje de Jaime Del Burgo confirma que no tiene escrúpulo alguno en sumar compinches a su causa. Y éste, por su parte, actúa como un despechado que dispara a diestro y siniestro sin importarle el daño ocasionado, ni a la Reina ni a la verdad. En las últimas horas, si uno escarba en la basura del ‘hashtag’ que lleva su nombre, encontraremos ‘noticias’ del siguiente calado: ‘Jaime del Burgo guarda ropa íntima de Letizia con dedicatoria a rotulador que deja en mal lugar a Felipe VI’, ‘Jaime del Burgo está en posesión de fotos pornográficas de Letizia en el Palacio de la Zarzuela’, ‘Jaime del Burgo podría ser el padre de la infanta Sofía’… Así, ad nauseam.
La prensa internacional ha recogido la noticia como un auténtico escándalo, la nacional se resiste a publicarla. Si en el caso de las correrías del Emérito se callaron de manera vergonzante las informaciones, en este caso me parece oportuna la discreción: todo huele mal, todo apesta a maquinación, a conspiración. Y de las cutres, de una bajeza moral que aprovecha para golpear la virtud de una mujer que no puede defenderse porque no hay manera de hacerlo frente a la invención. El viejo y rastrero truco de llamarla puta, que algo queda.