Sin un giro al reformismo liberal, al PP sólo le queda la bronca
«El PP debería trabajar desde anteayer en hacer visible su programa económico para desactivar los clichés progresistas»
Vaya por delante mi repulsa y rechazo a la piñata organizada por personas orgánicamente integradas en Vox en la que vapulearon un muñeco que representaba al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Con pocas decisiones de las que ha adoptado en sus mandatos y con nada de sus métodos estoy de acuerdo con el señor Sánchez. Pero aún más lejos me encuentro de los bárbaros que unas veces con el nombre de Vox por delante y otras sin evidenciarlo, aspiran a alterar el sistema político vigente. Bien hará el Partido Popular (PP) con propugnar unas maneras políticas que les hagan meridianamente distinguibles de Vox. No sería difícil reafirmándose en los valores democráticos de la Constitución e intentando con sinceridad avanzar por la senda reformista que da sentido a la derecha moderna.
El Partido Popular nunca ha dejado de ser una amalgama ideológica que va desde un liberalismo sui generis y muy minoritario a un conservadurismo predominante en el que conviven la aceptación de un capitalismo de conveniencia (moderado por un sentimiento común religioso) y el estatismo entreverado del socialismo de derecha, que en España se prolongó hasta el último cuarto del siglo pasado.
El PP ha gobernado en dos etapas democráticas desde la Transición. Su gestión no fue negativa, pero no aportó bagaje intelectual que se pueda calificar de reformista, lo que podría haber sido el vehículo para que lo liberal impregnara a la formación política. No me refiero solo a dotarla de un armazón sólido en materia de libertad económica, sino que sea consecuente con la evolución de la sociedad occidental más avanzada hacia la separación de las esferas social e individual, sin mengua de la libertad en uno y otro ámbito.
Hablo de progreso científico sin tabúes; hablo de aceptación y vanguardia cultural sin complejos; hablo de profundización en las libertades del individuo que por adición se constituyen en derechos colectivos y no al contrario. Hablo de desterrar actitudes de militantes y partidarios que aquí y allá desfiguran un partido moderno, que no mira permanentemente el retrovisor.
Sin embargo, en el seno del PP el conservadurismo siempre le puede al liberalismo (o al reformismo, si prefieren) y esta situación se exacerba en los periodos de oposición. En el último quinquenio su acción política se ha basado, principalmente, en entrar al trapo de la confrontación, en vez de hacer llegar a los ciudadanos la idea-fuerza de un programa muy distinto al de los partidos de izquierda, por la vía de la profundización en los valores democráticos y en la libertad. Por esa vía conseguiría marginar a los ultramontanos a su derecha y desactivar los clichés de los autoproclamados progresistas.
La izquierda inteligente (no me refiero a Patxi López et alia , por supuesto) tiene un temor atávico a la libertad y al liberalismo. En estos tiempos, ha retorcido el lenguaje y aplica el término liberal casi exclusivamente para construir su contrario, iliberal, que se adjudica a regímenes que están o aspiran a estar entre las autocracias o las dictaduras. Con esta perversión lingüística interesada, reducen el concepto liberal a un simple sinónimo de democrático y de esta manera pretenden eliminar intelectualmente una ideología o mejor un acervo de conocimiento, como lo llamaría Karl Popper, que hunde sus raíces en el siglo XVII y ha llegado con gran pujanza y no pocas persecuciones hasta nuestros días.
El Partido Popular tiene en su mano convencer a los ciudadanos-electores con la afirmación del reformismo liberal y debería trabajar desde anteayer en hacer visible su programa político y económico, ahorrando esfuerzos y efectivos personales en debates estériles. Esto quiere decir, por ejemplo, que ya está tardando en facilitar a los ciudadanos una exhaustiva crítica a los mil pliegues del decretazo del Gobierno en el final de año, acompañada de una propuesta alternativa a cada una de las decisiones que el Ejecutivo nos ha colado de matute.
Hace un tiempo que me martillea en la cabeza una frase de Jan Werner Muëller. Cito de memoria y uno ya no es joven. Decía el profesor de Princeton que los liberales conocen qué resultado desean, pero raras veces tienen algo parecido a un plan para el día después de una votación.
Al Partido Popular se le presenta ahora la ocasión para desmentirle.