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Viento nuevo

Los del pico cerrado: Montero, Iceta, Tezanos

«Sánchez premia a los palmeros cuyo mérito ha sido el lucro propio, porque siempre dijeron otro guion en privado»

Los del pico cerrado: Montero, Iceta, Tezanos

El poeta y director del Instituto Cervantes Luis García Montero, junto al exministro de Cultura, Miquel Iceta. | Europa Press

Pedro Arriola fue el gurú de la sombra húmeda, del secreto valioso y de todas los millones escondidos. Encantó los oídos de Aznar, apenas sin despegar los labios, y despertó a Rajoy mientras sus ronquidos resbalaban entre la silbante respiración con mucho sabor a puro. Mucho persiguió Luis María Anson (La Razón/Abc) las contabilidades secretas de Arriola, ruiseñor del mediodía, jamás una foto pública. Mucho sudó Graciano Palomo su libro sobre el jilguero del dólar y el guiño. Solo tuvo una máxima Pedro Arriola, regalada a granel como colonia Nenuco, entre vinos negros y hechizos privados: «No hay que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo y lo mejor es tener el pico cerrado».

El pico cerrado lo tiene Tezanos, con su barba de quita y pon, con su sonrisa en la esquina de la calle donde la boca se engolfa, en los ojos brillantes de sus picardías y pellizcos de monja. No se cree sus libretillas, y las canta, tumba los números para hacerlos letras, y ya las últimas veces hasta todas las audiometrías de los medios de comunicación españoles, donde él coloca muy por debajo el pluralismo de diarios de centro y conservadores, le ha llamado la atención por sus inexactitudes, en linde con el muro alto de la falsedad. Lo primero que hace el vagabundo común al llegar a la calle es dejarse una barba que borre el rostro, acompañada de gorra y gafas oscuras. Así Tezanos se borra con su barba corta, porque la risa es mucha, cuando viene con sus encuestas de viento y nada, pura propaganda, donde el corro ríe con sus chistes malos hasta llorar un mar de lágrimas como ciruelas pasas. Nunca contesta, pico cerrado, el tiempo lo arregla todo, al llegar a casa se quita la barba y puede ya salir a tomas muchos vinos: otro, feliz, distinto. 

García Montero revalida en su sillón, como Tezanos en la banqueta del apuntador, y la bacanal no conoce madrugada. Decía, en sus cenas con Sabina, una frase que mis espías me contaban pálidos y algo cejijuntos: «La literatura se hace entre amigos». Por un lado, la frase invitaba a eso mismo, la jarana entre pocos, pero al mismo tiempo era una verdad universal, la mafia cultural entre pocos, el viejo arte del trepa, el burle y la cucaña. Ahora ya no anda entre los apaños de sus premios, muchos ríos de tinta a ese respecto, porque eso de visitar provincias cansa mucho, y ya la cosa está más relajada: chófer, coche oficial, despachito, tranquilidad, buenos caldos, la cantautora que nos suaviza el bolo por las noches, etc. Dos polémicas tuvo recientes: una con Ana Caballé, donde ella denunció la burla que hizo de pasadas viudas, y otra con una viuda real, Maria Asunción Mateo en Mi vida con Alberti, donde hasta escribió él los prólogos que le pidió al marinero sobre sí mismo, tremendo, la hostia santa. Las tres viudas (Ayala, Alberti, Ángel González) dijeron lo mismo de nuestro héroe, sin conocerse entre ellas, expoliadas y burladas. Pico cerrado. El resorte del guiñol de feria y barraca: «Derecha, es todo la derecha». Los millones prietos.

«¿Escribió algo Iceta en su vida? No llega a la mesa, me dicen, tampoco gasta bolígrafo»

Iceta en París es otra comedia musical. Iceta en sus embajadas de metro y cuarenta centímetros, en su rock de despacho con bigotones y torsos desnudos, en su alegría de pequeñín, es un orgasmo. Luis Mateo Díez, Premio Cervantes, cuando recibió su llamada, solo pudo preguntar, pero tú quién eres, rey mío. Cuáles son sus logros o bagaje para ministro de Cultura. Semprún, por poner un equivalente socialista, sí era toda una figura del toreo, respetada y querida en Francia, para los franceses un autor francés, sí, como Arrabal o Picasso, porque ellos son espléndidos en el guante blanco: «Hicieron toda su obra aquí, fugados de su tierra, por lo que son franceses». Qué hace Iceta, qué hizo, a qué se dedica. Incógnitas. Nadie, realmente, tiene ni puta idea en Cataluña, ni Gimferrer. El embajador Iceta, ya abonó el terreno cuando le pescaron por la calle y, preguntado sobre su futuro, vino a decir: «Estaré a la que caiga». Otra doble verdad, en plan Montero, manifestaba voluntariedad y disciplina para con el partido, pero también absoluta picaresca. Embajador en Londres fue Pérez de Ayala, algo que jamás le perdonó la poetambre española, pero ya un gran señor y una firma entonces de muchos voltios. ¿Escribió algo Iceta en su vida? No llega a la mesa, me dicen, tampoco gasta bolígrafo. 

Son los mudos en sabrosa mudanza: Iceta, Tezanos, Montero. El pico cerrado, el tiempo lo arregla todo, mañana nadie recuerda. ¿Qué hace un mudo bailando? Mudanza. Pedro Sánchez premia a los palmeros cuyo mérito ha sido el lucro propio, porque siempre dijeron otro guion en privado que en público, incluso los sabios de la tribu dudan de su socialismo. El poeta hundió Izquierda Unida en Madrid, antes de dar el salto, entre rebaños de moscas remolonas, entre las legañas de su propia memoria, envanecido de plata oro a las horas vesperales del cambio. Los tres son planos, el negocio fue siempre no significarse, pasaban por allí, alumnos de Arriola desde la bancada contraria y el bloc abierto para hacerse rico. Planos hasta en el vestir, no faltan harapos ni estameñas ni melotas. El banquete privado es la jarana, junto al fuego encendido, sin micrófonos ni secuaces, limpia la faca de cortar tanto jamón ibérico, llena la bolsa, floja la andorga, amplia y generosa y entera la sonrisa como una goleta dorada. El pico cerrado. Cosas, ocurrencias de la derecha, dicen, mientras su conducta no es de izquierdas. Izquierda caviar. La risa rosa de puta.         

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