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Opinión

Taberna Iglesias, solo para rojos

«Red-Taurante, Chef Guevara o Unidas Comemos es el nuevo reto político de quien vino a cambiar el sistema»

Taberna Iglesias, solo para rojos

El exvicepresidente Pablo Iglesias. | Europa Press

Quisimos asaltar los cielos, salimos por televisión a todas las horas del día ardiente y de la noche muerta, conquistamos vicepresidencias y coches oficiales, al final solo queremos abrir una buena tasca, una taberna de callos grasientos y torreznos, buen grifo de cerveza y azulejo andaluz. Pablo Iglesias quiere abrir una taberna cuyo rótulo podría ser: Chef-Guevara, Red-Taurante o Unidas Comemos. Freiduría, gamba y cañita bien tirada. 

Sin la coleta que le hizo clásico, con los ojos brillantes, y la perilla juguetona, rapadito y rejuvenecido, tiene dos cosas claras de su nueva barra. Una, sí, que quiere guisos clásicos, guisos de siempre, porque a una taberna se va para comer en serio y una vez por día, con mucha miga y salsa pop, al abrigo de buen fuego y jarras y cazuelas de barro, con botella de Fundador polvorienta encima de la caja. En segundo lugar, que es «solo para rojos», pero para los nuevos rojos suyos, los otros no valen, ni tampoco los rojos viejos de antes, porque esos están todos en Sumar. 

Para pasar desapercibido, sugerimos, lo mejor es una trenca antigua, una trenca de trosko, unas gafas de mentira redonditas, unos vaqueros rotos, un jersey muy gordo de la abuela con cisne, una barba grande y de quita y pon, unas botazas sucias. Para no levantar sospechas, seguimos, lo idóneo es pedir al llegar un bocata de calamares, unas bravas y una caña de cerveza. Las botas de piel vuelta, sobre el jersey chaqueta de pana o cazadora de cuero. Barba y melena, seguras. 

La taberna roja de Iglesias tuvo pasado y honra: La Ardorosa, La Encantada, Antonio Sánchez, Los Caracoles, Bodegas Alfaro, Malacatín, Amadeo, Gerardo, La Chata, Lucio, Casa Paco, Bodegas Ricla, El Púlpito, Viuda de Vacas, La Escondía, Labra, Luis Candelas, Alabardero. La grandeza de Lucio, por ejemplo, fue juntar al Rey de España con un taxista en la mesa de al lado, ambos sonrientes y amarillos, mojando huevos rotos, pero Iglesias no quiere desfile de ciervos, por republicano, y eso del cocido diario para obreros se lo está pensando, porque lleva muchos sudores, pero la barra de azulejo, sí, por supuesto, eso no puede faltar. Unas tinajas grandes, también, oye.

«El asalto a los cielos es ya una barra prevista y unos cuantos taburetes para soñadores»

Los socios ya le dicen que muy castiza no puede ser, porque se les llena de «ayusos», fijo. Nada de estaño ni buenas mesas en nogal, como las de la calle Humilladero frente al Mercado de La Cebada, donde iba Carlos Arniches y escribía con el palillo que sacaba entre los dientes. Un buen letrerito en mosaico en el exterior, sí, hombre, y serpentines antiguos dentro, y para no sudar mucho, fiambres y conservas de calidad a título de aperitivo, como La Dolores en la plaza Jesús de Medinaceli, algo así, canapés de salmón, anchoa y roquefort, jamón de pato y sabroso bonito en escabeche. Aunque lo ideal sería El Comunista de Augusto Figueroa, con las lentejas y la sopa de ajo, con el pollo en pepitoria y el conejo con tomate, con las migas y el pisto, junto a la casona donde vivieron Antonio Machado y Jacinto Benavente, la madera que pisaron Rita Hayworth y Frank Sinatra, actores y los socialistas de la Casa del Pueblo, periodistas y vecinos del barrio, militares del cuartel limítrofe y bohemios con sable entre cuarterones de madera rojo que todavía se cierran con tranca y, lo más importante, barra menudita, sin mucho agobio, con paso al comedor oloroso de comida casera, precio accesible, ambiente familiar, sofá para siestas, cortinón y vinazo negro potable.          

Iglesias hace el camino inverso a la fama, que empieza en un bar y acaba en la tele, así él empieza en la tele y acaba en el bar. Hubo casos como el suyo y, para sorpresa de todos, el bar dio más dinero que la tele, porque el llenazo a todas horas de querer ver al famoso es una furia del no parar y otra ronda, del selfi por aquí y las invitaciones por allá, de una alegría obrera verdaderamente sin filtro que acaba en la curda que dura tres días. Llegará agosto y oiremos en la barra: «¡Feliz año, Pepe! ¿Pero cómo qué feliz año si estamos en verano? ¡Vaya, no lo sabía, esta vez me matan en casa, te lo digo yo que me matan, Pepe!».

La tasca/taberna de Iglesias puede tener un agujero mayor que el de la bandera, mucho cuidado. Los bares solo para colegas no dan un euro. Los colegas se lo beben todo y ninguno abona la cuenta. Los colegas envuelven el regalo en risas, abrazos, besos, palmadas en la espalda y karaokes, pero no pagan. Pueden llevar a pique el negocio. La tentación inmediata será que ellos den el mitin, porque llevan muchos años escuchándolo y, con la garganta caliente, a la lengua no hay quien la frene. Puede perder autoridad Iglesias con el mandilón manchado y un gorro negro para el pelo. Nadie acude a los bares a escuchar. La asamblea horizontal, en un bar, puede acabar en muchas broncas verticales. Cuidado. Alerta (roja).

Red-Taurante, Chef Guevara o Unidas Comemos es el nuevo reto político de quien vino a cambiar el sistema. Iglesias bromeaba en una entrevista: «Tendremos que poner vallas para que los fachas no nos lo quemen». La intención es unir a los integrantes de Canal Red con la pasión por comer y beber. Espera, además, otro auditorio: «A algún sitio tendrán que ir los pobres de Bildu para salir por las noches. Esos gastan mucho dinero. Con eso financiamos el restaurante». El asalto a los cielos es ya una barra prevista y unos cuantos taburetes para soñadores. Es bien sabido: el soñador tiene que estar sentado o recostado, porque si no se cae al suelo. Felices borracheras. 

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