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Opinión

Los presidentes estadounidenses no destacan por odiar a España y hablar mal de su historia

Aunque se afirme lo contrario, en Estados Unidos no hay políticas hispanófobas que promuevan la Leyenda Negra

Los presidentes estadounidenses no destacan por odiar a España y hablar mal de su historia

El expresidente de Estados Unidos Ronald Reagan.

A menudo me encuentro con autores que afirman que los estadounidenses odian a España y difunden leyenda negra como parte de una política de Estado. Es cierto que España estuvo en Guerra con los Estados Unidos en 1898 en tiempos de William McKinley, sin embargo, también es habitual encontrarse con declaraciones de presidentes de Estados Unidos elogiando a España y los españoles, valorando su historia y sus acciones. El mismo Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores, leía con devoción El Quijote y afirmó en 1787 que «La historia más antigua de Estados Unidos está escrita en español».

Theodore Roosevelt, que participó en la Guerra hispano-estadounidense con los Rough Riders, acabaría siendo presidente de los Estados Unidos entre 1901 y 1909, pero volvió a presentarse como candidato a la presidencia del país, y en plena campaña expresó su admiración por el Imperio español:

«La Fe católica inspiró aquella espléndida floración del tiempo de los Reyes Católicos, de energías intelectuales y morales más exuberantes que las de los bosques vírgenes de esta América; de aquellos frutos sazonados del siglo de oro español; ella creó el carácter hispano, superior al espartano, robusto y viril, noble y generoso, grave y valiente hasta la temeridad; los sentimientos caballerescos de aquella raza potente de héroes, sabios, santos y guerreros, que nos parecen hoy legendarios; de aquellos corazones indomables, de aquellas voluntades de hierro, de aquellos aventureros nobles y plebeyos, que con pobres barcos de madera, corrían a doblar la tierra y a ensanchar el espacio, limitando esféricamente el Globo y completando el planeta y abriendo, a través del Atlántico, nuevos cielos y nuevas tierras, donde los ríos son mares y el territorio integra un otro mundo, iluminado por astros que no soñó Tolomeo: ella movió a esa raza española, que ha hecho lo que ningún otro pueblo: descubrir un mundo y ofrecérselo a Dios, que se lo concedió. Fue un fraile español, el padre Las Casas, el que inspiró las Leyes de Indias, tan paternales, para que los españoles, con la transfusión de su sangre, de su vida y de su fe, implantaran una civilización muy distinta a la de otros pueblos conquistadores, más humanitaria que la que mata y esclaviza razas, como han hecho los franceses y los ingleses, y nosotros mismos con los indios en Norteamérica, y están haciendo los ingleses en la Indias y los alemanes en África».

Dwight Eisenhower no nos dejó ningún discurso reseñable sobre España y los españoles  pero sí que ayudó con sus acciones a que España se abriese al mundo y se obrara el milagro económico tras su visita a Madrid del 21 y 22 de diciembre de 1959, cuando se reunió con el General Franco. Esta visita venía a simbolizar un fortalecimiento de los lazos entre ambos países durante la Guerra Fría. La España franquista, que no gozaba de buena prensa en el extranjero, buscaba el reconocimiento y el apoyo de una potencia mundial como Estados Unidos, mientras que Estados Unidos estaba interesado en establecer alianzas estratégicas en Europa para contrarrestar la influencia soviética. 

«A Carmen Iglesias le llamaba la atención que la imagen que se tiene fuera sobre España ‘les ha importado mucho a los españoles, más desde luego que a otros países’».

Quien sí nos legó un discurso sobre España y los españoles fue John F. Kennedy, cuando junto a la Rosaleda de la Casa Blanca pronunció las siguientes palabras un 24 de octubre de 1961:

«Siempre he pensado que una de las grandes necesidades de los americanos de este país en su conocimiento del pasado, ha sido su conocimiento de la influencia española, su exploración y desarrollo a lo largo del siglo XVI en el suroeste de los Estados Unidos, lo cual constituye una historia tremenda. Desafortunadamente también, los americanos piensan que América fue descubierta en 1620 cuando los peregrinos llegaron a mi propio Estado y olvidan la tremenda aventura del siglo XVI y principios del XVII en el sur y suroeste de los Estados Unidos».

En Estados Unidos no hay políticas de Estado hispanófobas que busquen promover el antiespañolismo y la Leyenda Negra con el fin de volar los cimientos culturales de las comunidades hispanas o debilitar a España y a los países de la hispanoesfera. Sugerir tal cosa es una muestra de victimismo muy propia de los españoles y de los hispanos del otro lado del Océano, una especie de complejo autoinducido. Hace unos años a la directora de la Real Academia de la Historia Carmen Iglesias le llamaba la atención que la imagen que se tiene fuera sobre España «les ha importado mucho a los españoles, sobre todo a partir del siglo xix y en la primera mitad del xx. Más desde luego que a otros países».

Tendemos a pensar que en el extranjero nos hacen de menos, que desprecian nuestros logros históricos y que no nos valoran lo suficiente; especialmente si se trata de los «malvados anglos» que nos arrebataron el Imperio. Pero aquello no es del todo cierto. Lyndon B. Johnson (demócrata) proclamó en 1968 la semana de la Herencia Hispánica, reconociendo la importante trascendencia de la cultura hispánica en la configuración de Estados Unidos. Los siguientes presidentes, al igual que Johnson —Nixon (republicano), Ford (republicano), Carter (demócrata) y Reagan (republicano)—  pronunciaron bonitos discursos para celebrar el Hispanic Heritage, reivindicando el legado recibido del Imperio español. Al final del segundo mandato de Reagan, la semana se convertía en mes, englobando el Día de la Independencia de algunos países hispanoamericanos y el 12 de octubre, Día del Descubrimiento —Columbus Day. Ocurría en 1988, veinte años después de la proclamación de Johnson. No es para menos. El español es el segundo idioma más hablado en Estados Unidos —unos sesenta millones de hispanohablantes, más que en la misma España—. La Oficina del Censo calcula que para el año 2060 el número de hispanos en el país habrá aumentado hasta los 119 millones, lo que representarán casi un tercio de la población. 

Richard Nixon  pronunció estas palabras en 1970 durante la semana de la Herencia Hispánica:

«Durante más de dos siglos los estadounidenses se han sentido muy orgullosos de las contribuciones que hombres y mujeres de origen hispano han hecho al desarrollo de Estados Unidos. El cuidadoso trabajo de los primeros exploradores, maestros y agricultores españoles construyó una base sólida y elegante para el progreso en muchas partes de nuestro país, y su legado es de gentileza y arte. Las impresionantes iglesias y casas que construyeron hace mucho tiempo son monumentos a su visión; los hermosos nombres hispanos que dieron a las tierras que exploraron y labraron son epitafios de su gusto. Las generaciones más recientes han contribuido a dar nuevas dimensiones y nueva vitalidad a nuestra música, nuestra literatura y nuestra comida, y han aportado una particular calidez y apertura a nuestros valores espirituales y a nuestro estilo de vida».

A continuación, reproducimos una parte del discurso que Ronald Reagan preparó para la semana de la Herencia Hispánica (todavía no se había convertido en mes) de 1984:

«Nuestro país a menudo ha sido descrito como una nación de inmigrantes. Bueno, hay mucho de verdad en esa descripción. Y, sin embargo, hoy reconocemos que los antepasados ​​de muchos estadounidenses de ascendencia hispana… bueno, ya que fueron los Estados Unidos los que llegaron a ellos, no al revés. Así fue en Puerto Rico y en todo el suroeste. Nosotros, los californianos, tenemos un gran aprecio por la avanzada cultura hispánica que ya existía en nuestro estado antes de que se convirtiera en parte de los Estados Unidos. Así como que en los otros estados del suroeste, había prósperas ciudades hispánicas, con gobiernos, ranchos y negocios. También hubo un sistema de misiones construido por un notable sacerdote franciscano llamado padre Junípero Serra, quien ahora está bajo consideración para la santidad. Debería añadir que todos los californianos están muy orgullosos de estas misiones. Allá afuera, cuando comienzas a pensar en el pueblo histórico de Los Ángeles o en las maravillosas misiones restauradas no solo como parte del patrimonio del Estado sino como parte de vuestro patrimonio, entonces sabes que te has convertido en un verdadero californiano. Y la mayoría de nosotros, los californianos, llegamos allí desde otro lugar. Hoy, con esta proclamación, les recordamos a nuestros conciudadanos que nuestra herencia hispana es algo de lo que todos los estadounidenses pueden estar orgullosos».

Cuatro años más tarde, un 3 de octubre de 1988, Reagan elogiaba la figura de Colón de esta manera durante la proclamación del Columbus Day:

«Colón, por supuesto, siempre ha ocupado un lugar de orgullo en nuestra historia, no solo por su viaje de exploración, sino también por el espíritu que ejemplificó. Era un soñador, un hombre de visión y coraje, un hombre lleno de esperanza para el futuro y con la determinación de zarpar hacia lo desconocido y navegar en mares desconocidos por el placer de encontrar lo que sea que había allí. Póngalo todo junto y podría decir que Colón fue el inventor del sueño americano».

Los siguientes inquilinos de la Casa Blanca, tanto demócratas como republicanos, se sumaron sin ambages al mes de la herencia hispánica destacando las importantes contribuciones de la cultura hispana —tradiciones, música, comida…— al patrimonio cultural de los Estados Unidos.  

Tras la furia iconoclasta desatada tras la muerte de George Floyd, Donald Trump criticó el radicalismo del Movimiento Black Lives Matters durante la proclamación del Columbus Day de 2020: 

«Lamentablemente, en los últimos años, los activistas radicales han tratado de socavar el legado de Cristóbal Colón. Estos extremistas buscan reemplazar la discusión sobre sus vastas contribuciones con conversaciones sobre fracasos, sus descubrimientos con atrocidades y sus logros con transgresiones. En lugar de aprender de nuestra historia, esta ideología radical y sus seguidores buscan revisarla, privarla de todo esplendor y marcarla como inherentemente siniestra. Buscan aplastar cualquier desacuerdo con su ortodoxia. No debemos ceder ante estas tácticas ni aceptar una visión tan sombría de nuestra historia. Debemos enseñar a las generaciones futuras sobre nuestro histórico patrimonio, empezando por la protección de los monumentos a nuestros intrépidos héroes como Colón».

Yo no niego que exista la Leyenda Negra pero sí coincido con el historiador Ricardo García Cárcel en que esa crítica negativa no ha sido «sistemática, feroz, unánime e intencionadamente destructiva hacia España o los españoles» y de ninguna manera se presenta como política estatal que quiera socavar el prestigio de España.

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