THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Leyenda negra de la República

«Frente a la documentación contrastada no vale la apelación al sentimentalismo, la legitimación por las intenciones y el ajuste de cuentas emocional con el pasado»

Opinión
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Leyenda negra de la República

Ilustración de la I República. | Wikimedia Commons

He leído y oído un par de cosas que me han dejado preocupado, aunque no sorprendido. Me refiero al argumento de que en España se sostiene una leyenda negra sobre las dos Repúblicas. Recordemos que dicha expresión se usa para señalar un relato que utiliza mentiras y exageraciones, así como silencios calculados, para denigrar algo y manipular de esta manera a la gente. De hecho, la leyenda negra se considera el resultado de una campaña deliberada de propaganda para conseguir un objetivo político.

La derecha actual, dicen, ha construido una leyenda negra sobre las dos Repúblicas aprovechando la herencia del franquismo. Las terminales mediáticas y académicas del derechismo, sostienen, han extendido la mala imagen de la República en España para fortalecer la monarquía neoliberal que vivimos. Ese relato, creado desde 1945 al menos, habría persistido en la mentalidad de los españoles, y hoy es alimentado por determinados políticos, periodistas, profesores y escritores.

Todos estos estarían inmersos en una gran conspiración para denostar los avances democráticos de 1873 y 1931, y que persista el sistema oligárquico y teocrático de señoritos y confesionarios que ha sumido a España en la oscuridad. La historia, así vista, sería un enorme complot contra el pueblo y sus aspiraciones, con su retahíla de fake news. Porque al acopio de datos lo llaman «erudición vana», y achacan la crítica a las dos Repúblicas a que no se entiende la «contingencia» de los republicanos.

La izquierda, convertida por declaración propia en heredera de los demócratas puros y altruistas de la década de 1930, lucha hoy a brazo partido para acabar con dicha leyenda negra. En esa guerra cultural contra el mal valen las exageraciones, el endiosamiento, la batalla por los nombres de las calles, y la imposición de una memoria oficial que acalle y saque de la vida pública la leyenda negra, esa versión de los «vencedores» del 39.

«Los republicanos se arrogaron en exclusiva el poder como si no hubiera nadie más en España»

Las dos Repúblicas, dicen, llegaron por decisiones del pueblo que encarnaron sus líderes y partidos. Lo que ocurrió en 1873 y 1931 fue una fiesta popular, expresión de los anhelos de justicia. Las Repúblicas, cada una en su momento, se tomaron como un ajuste de cuentas contra otros españoles porque sin dar la vuelta completa al país no había gobierno posible del pueblo -sobre el pueblo como mito hablaré otro día-. Por esto los republicanos se arrogaron en exclusiva el poder como si no hubiera nadie más en España, al tiempo que hablaban de un futuro, no de un presente, de libertad y pluralismo.

En esa conspiración de la leyenda negra hay bulos y deformaciones. Por ejemplo, el Frente Popular se ha demonizado, alegan, cuando en realidad fue una coalición democrática que ganó limpiamente las elecciones de febrero de 1936. La violencia la explican por los siglos de opresión y la incultura, incluso los actos violentos organizados y sistemáticos, como los asesinatos y bombardeos que hicieron los cantonales en 1873, o las checas, los asaltos a instituciones religiosas desde 1931, y los genocidios calculados. Esa violencia era una reacción popular a la violencia estructural que habían sufrido desde el inicio de los tiempos.

Si aquellas experiencias democratizadoras fracasaron no fue porque los republicanos construyeron mal los pilares de la estabilidad política. Tampoco porque había una enorme distancia entre su régimen y cualquier forma práctica de sistema representativo en libertad con orden y respeto al adversario. Y menos aún porque carecieran los dirigentes republicanos de un ímpetu conciliador de todos los españoles, no solo de los suyos, para crear un sistema común.

No, no. Fracasaron, dicen, por los reaccionarios, que organizaron una conspiración para desautorizar y deslegitimar el verdadero gobierno popular. Llegó así la Restauración con el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto en diciembre de 1874, y el golpe de Estado de Franco el 18 de julio de 1936. Estos dos actos son para estos historiadores la misma cosa: la expresión del odio y el miedo de los conservadores al pueblo y su República.

«Los republicanos del siglo XIX fueron los que propagaron la leyenda negra sobre el imperio español

La historia política se convierte así en la dialéctica entre la pureza y los conspiradores, el espíritu popular y los vapores mefistofélicos de la reacción. La mala gente, que, por supuesto, no era republicana, puso en marcha campañas para desprestigiar con noticias falsas y manejos insanos a la sociedad española. Esa conspiración, según esa izquierda historiadora, continúa, empeñada en extender un relato de psicología franquista sobre las Repúblicas.

El caso tiene su gracia por dos motivos sobre los que no me voy a extender mucho para no cansar. El primero es que «dato mata relato»; es decir, frente a la documentación contrastada y variada no vale la vulgata paracientífica, la apelación al sentimentalismo actual, la legitimación por las intenciones, y el ajuste de cuentas emocional con el pasado.

En segundo lugar, es gracioso, decía, porque fueron los republicanos del siglo XIX los que propagaron la leyenda negra sobre el imperio español. No hay más que leer los manuales de historia de España distribuidos en los institutos entre 1868 y 1898. La mayoría son republicanos y reproducen fielmente dicha leyenda para atribuir la decadencia de España a la monarquía y a la Iglesia. La denostación de lo español en América, y de nuestra cultura y costumbres como algo atrasado respecto a Europa, acomplejó a generaciones hasta el día de hoy.

En fin. Siento desilusionar a esos historiadores que hablan de la leyenda negra de las Repúblicas o de una conspiración para enmerdar aquellos episodios. No existe tal cosa.

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