THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

Te podía haber pasado a ti: reflexiones sobre el incendio de Valencia

«Si asumimos que mañana podría ser el último día de nuestras vidas entonces aparece la pregunta básica: ¿De qué te arrepentirás al final de tu vida?»

Te podía haber pasado a ti: reflexiones sobre el incendio de Valencia

Bombero trabajando en el edificio afectado. | Rober Solsona, Europa Press

En X he leído una mini historia sobre una mujer que vivía en el edificio que se ha quemado en Valencia. Esta mujer trabajaba cada día hasta las tres de la tarde y luego se iba a su casa a comer y a echar la siesta precisamente el día del incendio en el último momento decidió irse a comer con su hija, rompiendo con su rutina habitual. Mo estaba en su casa a las seis de la tarde como estaba todos los días y así se salvó.

Y  justo leo esta historia después de leído lo que contaba Alejo Vidal Quadras: que se salvó de una muerte segura porque giró la cabeza en el último momento justo cuando un hombre le estaba disparando.

«Por muchos planes que hagamos de dejar de fumar o salir a correr todos los días, ninguno estamos a salvo de una fatalidad inesperada»

San Ignacio de Loyola (1522-1524), muy admirado por Carl Gustav Jung (1964), consideraba la muerte como el eje central de la meditación profunda descrita en el tratado Exercitia espiritualia (Ejercicios espirituales). La contemplación de la propia muerte significaba  para el santo  una transformación cristiana suprema del “memento mori” romano, que anima a las personas a recordar que tienen que morir. En la espiritualidad de la Edad Media y la Modernidad temprana, las prácticas rigurosas de reflexión sobre la mortalidad fueron medios para considerar la vanidad de la vida humana y la naturaleza transitoria de todo el mundo físico. El obispo y escritor teológico inglés, Jeremy Taylor (1665) describió en su libro “Las reglas y ejercicios de la santa muerte”, que el “memento mori” formaba una parte importante de la disciplina cotidiana, practicada para reforzar el carácter virtuoso  y el desapego de entregarse a los placeres, orientando los motivos para entregarse y entender plenamente la vida.

En los últimos cincuenta años se han realizado numerosos estudios que tenían como objetivo analizar las preocupaciones sobre la muerte, especialmente en el conocimiento de las actitudes y en la gestión del duelo. Una contribución importante a la explicación del origen y los efectos de la angustia relacionada con la muerte la ofrece la teoría del manejo del terror ( Greenberg et al., 1994). Basando sus estudios empíricos en el trabajo de Ernest Becker (1973), los investigadores de la gestión del terror (TM, por Terror Management ) han asumido que los seres humanos quedaríamos inmovilizados por el miedo si viviéramos constantemente con la conciencia de nuestra mortalidad. En consecuencia, desarrollamos visiones culturales del mundo con su fe y creencias cosmológicas sobre el significado de la vida y la muerte, donde la representación del más allá asume una importancia particular. La adhesión a estas visiones del mundo está impulsada en gran medida por una defensa psicológica, funcional para minimizar la ansiedad provocada por la conciencia de ser mortal (Pyszczynski et al., 1999). Según los investigadores de la TM existen defensas tanto proximales como distales para esta ansiedad.

«Pero, Lucía», me dirá el lector, «¿Qué significa eso de defensas proximales y distales?» Pues las defensas proximales se activan cuando los pensamientos de muerte se vuelven conscientes así que conscientemente los intentamos apartar de nuestra mente. Estas primeras defensas son racionales (Arndt, Cook y Routledge, 2004; Pyszczynski et al., 1999). Una defensa proximal típica sería pensar que venimos de una familia en la que nuestros padres nuestros abuelos y nuestros bisabuelos superaron los ochenta años (Greenberg, Arndt, Simon, Pyszczynski y Solomon, 2000). Otra sería generar intenciones sobre conductas saludables, como decidor que vamos a dejar de fumar y que vamos a empezar a ir al gimnasio todos los días evitar un infarto (Arndt, Schimel y Goldenberg, 2003; Taubman BenAri y Findler, 2005).

Las  defensas distales se utilizan cuando los pensamientos relacionados con la muerte están ahí, pero permanecen inconscientes. (Martí, 2014). Estas defensas diatales utilizan la cultura para dar sentido a la vida  (Rodríguez y Osorio, 2014). Para espantar el miedo a la muerte nos hacemos religiosos, o empezamos a practicar yoga, o nos implicamos en una comunidad que nos proporcione un sentido de pertenencia y/o de trascendencia ( un partido político, una ONG, el club de debate filosófico/) Este proceso incluye la necesidad de desarrollar la autoestima, sobre la base de los propios valores culturales. Es decir: si me implico en algo respetado y trascendente estaré de alguna manera solo pasando los límites finitos de mi existencia.

Muchas personas se refugian en la religión para convencerse de que la muerte no es más que la puerta de entrada a otra vida. Desde la perspectiva de la TM, estas cogniciones generalmente corresponden a la negación de la muerte como inmortalidad “literal” o “simbólica”. Otros prefieren tirar de inmortalidad simbólica sin creer en la religión. La inmortalidad simbólica consiste en la creencia de que un remanente de la propia existencia persistirá en el tiempo: al tener hijos, amasar enormes fortunas, ser parte de una tribu o nación grande (y duradera) o producir una gran obra de política, arte o ciencia. (Lifton, 1979). A mí siempre me ha parecido un poco estúpido cuando me preguntan en entrevistas que como creo que perdurará mi obra en el tiempo, cuando yo ya haya fallecido. ¿Y a mí que me importa? Si no hay otra vida, yo no lo voy a ver y si sí hay otra vida, lo que estoy ocupadísima como para que me importe lo que pase aquí.

Aceptar plenamente el hecho de que no vamos a vivir para siempre pone de relieve nuestros valores. Y cuando sucede un acontecimiento tan brutal, tan dramático, tan inesperado, como el incendio de Valencia, nos llama poderosamente la atención porque está cerca de nosotros , porque sucede en nuestro entorno y en nuestra cultura (nos dan absolutamente igual los nueve civiles que mueren en el Congo cada día) y eso nos hace pensar de una manera inconsciente en que nos podría haber pasado a nosotros. Que esos diez fallecidos no podían ni imaginar que ese día precisamente iba a ser el último. Y que por muchos planes que hagamos de dejar de fumar o salir a correr todos los días, ninguno estamos a salvo de una fatalidad inesperada.

Pero una vez que cada uno de nosotros  reconozca que el tiempo es el más preciado de todos los bienes, ya no habrá desconexión entre las decisiones que uno desea tomar y las decisiones que realmente toma. Porque si asumimos que mañana podría ser el último día de nuestras vidas entonces aparece la pregunta básica: ¿De qué te arrepentirás al final de tu vida?

No es necesario esperar y luego mirar atrás y desear haber hecho las cosas de manera diferente. Puedes empezar desde cero hoy. Simplemente pregúntate de qué te arrepientes en este preciso momento. Si crees que deberías estar más presente hoy para tu hija de cinco años, probablemente te arrepentirás de lo mismo dentro de cuatro décadas. Si crees que no deberías haber optado por la comodidad y la familiaridad de tu trabajo actual en lugar de haber tirado por un camino menos seguro pero que te apasionara más, probablemente te arrepentirás de ello en el futuro. Si crees que deberías ser más cariñoso o cariñosa con tu pareja, te garantizo que te arrepentirás muchísimo dentro de unos años. La gran diferencia entre ahora y entonces es que hoy tienes la capacidad de hacer algo al respecto. Y estoy segura de que la señora que no fue a su casa a dormir la siesta lo ha entendido perfectamente. Y Alejo Vidal Quadras también.

Un ejercicio típico de escritura expresiva es el ejercicio del epitafio en el que se pide a el o la participante que elija a una persona de su entorno e imagine que esa persona va a leer el epitafio en su funeral. ¿Qué crees que diría de ti tu hija, tu marido, tu hermano tu mejor amiga…? Ármese de valor y atrevas a escribirlo no vale solo con pensarlo. Seguro que el ejercicio va a ser enormemente revelador.

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