¿El cuñado está pringado?
Melchor Gil, cuñado de Patxi López, aparece relacionado en la trama de comisiones ilegales: ¿debería dimitir?
España fue un mar de cuñados. Jesús Quintero sacó a un pobre indigente, desdentado, con solo un eslogan y todos nos reíamos sin causa: «¡Cuñaooooooooo!». El cuñado español siempre fue un amigo que no era amigo. Un familiar que no era familiar. Un conocido que no era conocido. Alguien a quien nunca supimos si amar u odiar. El cuñado español, si lo pensamos bien, fue incógnito y abstracto. Una ecuación de la vida. Una equis.
Patxi López, jersey de pico y vaqueros campechanos, jefe de la cosa, Pepito Grillo del partido socialista, no sufre la acusación pública, ni mucho menos, sino la pertinente de la UCO. Ellos son los que afirman que su cuñado habló con Koldo y Cerdán en los minutos más mojados de la trama de las mascarillas y el pastizal. Melchor Gil, cuñado de Patxi López, aparece relacionado en la trama de comisiones ilegales y mordidas golosas. Las mascarillas amarillas llevaban detrás un duelo entero de soborno. Una de sus compañías recibió 1,8 millones de euros otorgados desde Correos.
¿Y ahora qué?, nos preguntamos después de comer, en el viento de la tarde, tras haber amado. ¿Debería dimitir Patxi López? Hombre, lo que sabemos es que si no fuese quien es, el cuñadísimo, el negocio no se hubiera producido. El tipo, sabemos, fue consejero de Hiriport durante cuatro años, dicha sociedad forma parte del entramado societario de Sortis, que a su vez generó la operación Delorme. El cuñado, presuntamente, está y estuvo pringado. Los amigos de la Unidad Central Operativa (UCO) señalan a dicho empresario como uno de los nexos entre Koldo García y José Luis Ábalos, reyes de la noche blanca. El cuñado, sin argot, fue lo que dicen un «eslabón» y se dio el piro el 22 de abril de 2020, cuando la red se pispó, sintiéndose observada, cuando los ojos eran disparos. ¿Y ahora, qué?
La UCO olfatea un chalet en Castro Urdiales repleto de billetes en efectivo. La casita costó casi ochocientos mil euros del ala. El cuñado, asunto asombroso, pagó 146.000 en efectivo, en billetes de 500, y doce mil en billetes de veinte, y cinco mil en billetes de diez. Al parecer no hubo fraude fiscal, según Hacienda, porque el límite son 120.000 euros y nuestro protagonista solo defraudó 103.551 euros. ¿Y ahora qué, Patxi? Los cortafuegos pueden cavarse en cualquier parte, pero esos que cercan a la familia son horrorosos, y exigen responsabilidades, depuraciones, dimisiones. El cuñado eres tú, Patxi, lo mires por donde lo mires, porque el hombre sin ti no hubiera subido la escalera. Al tipo de Correos le han pillado con dinero negro, en el vil metal, sin la menor duda. Hay mucho tomate en el exsocio del cuñado de Patxi, mucho. Son ondas concéntricas a Víctor de Aldama, son el centro del centro, son la intermediación sonora y notoria, son ya nombres en negrita en los folios judiciales recién salidos de la impresora a doble espacio y gran tamaño.
¿Y ahora qué, Patxi? Cabe todo: yo a este señor no lo conocía de nada, yo no soy este señor, yo no sabía de qué iba el rollo… lo que quieras. Pero todos los días, al levantarte de la cama, te miras al espejo. Se dimite por un cuñado, que es un hermano postizo, tanto como por un afín conocido a la puerta de un burdel. El cuñado es de la familia, aunque sea de otra familia, y no es posible hacer verosímil que estaba ahí, al otro lado del puente. El cuñado eres tú, Patxi. Los rotativos ya piden fotos, del cuñado con la trama, y la fosa séptica no para. Hay mensajitos registrados. No hay cordón sanitario para tanta mierda: las palabras, la escritura misma, van por otro camino. Nadie puede negar el monolito de la evidencia. No es que el cuñado manche sino que mata. Solo cabe una dimisión blanca frente a la ola de carroña. Solo cabe dejarlo, Patxi, por un cuñado pringado. Solo cabe pedir perdón, disculpas, y salir del fango con la voz limpia y valiente, digno en la marcha, impasible el ademán, ajeno a cualquier analgésico.
¿Hubiese el sujeto podido trincar si no fuese tu cuñado, Patxi? Sabes que no. Negativo. La justicia seguirá con las investigaciones, la letra de molde lleva su curso, pero el mal está hecho. No caben explicaciones ni interpretaciones ni hermenéuticas frente a un informe recitado por la UCO. Tu cuñado, Patxi, está pringado. No te vemos a ti, en las ruedas de prensa, sino a tu cuñado. El cortijo para pocos es una segunda mafia y buen negocio. Uno de los socios de los empresarios que compraban material para Koldo, Patxi, era de tu familia. Melchor Gil Llanos. Legalizó una vivienda que no reunía las condiciones de tal. Los agentes de la UCO señalan a Israel Pilar como la persona que recibió «dinero b» por el trabajo que hizo de intermediación. Dicen, sí, que hay fotos de dicha señora que no se pueden enseñar, todas propagadas por WhatsApp. La mierda llega al techo, Patxi, y lo sabes. No puedes pedirle ninguna cuenta al señor Ábalos si no solucionas las tuyas. La pandemia fue el negocio de los listos. La política fue el lucro secreto y familiar. El cortijo para pocos brilló como unas luces de la fiesta lejanas donde la mayoría miraban por la ventana. Estás señalado, Patxi, tu cuñado y tú, justo ahora cuando se congelan todas las sonrisas. Amputar a un cuñado es como cortarse un brazo. Duele el miembro fantasma, el excuñado, sin que eso sea posible, porque incluso el muñón delata una falta. La mafia familiar es la peor de todas. Cuenta con buenas películas, buenos libros, El Padrino y todo eso, pero produce vómitos. No puedes escapar, Patxi.