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EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

Qué es el estrés político y por qué afecta a tu salud mental

«El clima político se ha vuelto tan tóxico que nos da miedo hablar de política o expresar ideas frente a personas que no conocemos»

Pedro Sánchez. | Europa Press

Ayer sábado por la mañana fui a desayunar con Eduardo Soto Trillo, jurista y profesor en la UNED. Venía bastante enfadado porque había comprado el diario de la competencia en papel y estaba escandalizado explicándome que todo lo que ponían ¡en el artículo de portada! era mentira. Pero solo un jurista podría darse cuenta. Detalles en los que trataban el caso Ayuso, manifestaban que quienquiera que hubiera escrito la noticia no tenía ni idea de derecho. Había términos que no tenían el menor sentido en el contexto en el que estaban siendo utilizados y detalles que en principio eran absolutamente imposibles, porque narraban procesos legales que no podían haberse llevado a cabo en nuestro actual ordenamiento jurídico.

Yo no entendía nada, porque no soy jurista y por lo tanto no estoy al cabo de la calle de los tecnicismos legales que me explicaba, pero me iba sintiendo cada vez más y más y más insegura y nerviosa. Sentía que me estaban engañando y que yo no tenía armas para defenderme.

Por la tarde acudí a un espectáculo de Stand up comedy (por cierto, el sitio acaba de abrir y es bastante bonito: está en la calle Cabestreros 5, y se llama Madrid Comedy Lab). Iba con varios amigos y salió el tema Ayuso a colación y yo decidí no expresar mi opinión porque sabía que dos de ellos son unos auténticos talibanes de la causa roja (hago constar que yo no soy particularmente partisana de la causa azul), y que, por mucho que yo razonara mi postura ,el debate civilizado iba a ser imposible y la velada se iba a arruinar

La filtración sobre Ayuso y el ascenso de Delgado dejan al fiscal contra las cuerdasLa filtración sobre Ayuso y el ascenso de Delgado dejan al fiscal contra las cuerdas

Me acordé con pena y con nostalgia de aquellos tiempos en la facultad de periodismo, en los que en el bar nos reuníamos varias personas. Una acabó siendo la portavoz del PP en Madrid, otro estaba afiliado al PCE, el tercero era hijo de la concejala de cultura de UCD en Tres Cantos, y luego estábamos varios a los que nos soplaba todo. Los tres más implicados en política solían discutir muy vehementemente, pero se respetaban los unos a los otros. Recuerdo que la que se convertiría más tarde en portavoz del PP nos acompañaba a las fiestas del PCE sin ningún problema. Esto hoy sería imposible.

Independientemente del partido político  al que cada uno vote, me da la impresión de que en el clima de crispación política que vivimos, y si exceptuamos a gente que es furibundamente radical, todos los ciudadanos sentimos que nuestros valores valores están en juego. Ya era bastante difícil comprender la mentalidad de quienes tenían puntos de vista diferentes en aquellos tiempos idílicos en los que se podía discutir de política de forma civilizada y sin llegar a las manos, así que imagínense ahora. El clima político se ha vuelto tan tóxico que nos da miedo hablar de política o expresar ideas frente a personas que no conocemos, porque sabemos que se puede crear una discusión o que podemos sufrir represalias. Esto nos lleva a muchos a sentir ansiedad y depresión. Las personas que viven solas o que están socialmente aisladas pueden ser más vulnerables a los sentimientos de desesperación.

La crispación política destruye tu salud mental

La salud mental no solo depende de cuestiones neurológicas o de determinantes familiares, también existen determinantes sociales y políticos que afectan a la salud mental. Los marcos socioecológicos son particularmente importantes para los exámenes de la violencia política porque la violencia afecta simultáneamente múltiples dominios relacionados con el bienestar individual y colectivo (Hoffman & Kruczek, 2011; Martinez & Eiroa-Orosa, 2010), ya que causa lo que Edelman, et al. (2003) llama «efectos sociopolíticos de la violencia política». A estas alturas (tanto desde la psicología social, como desde la sociología, como desde la politología) se admite que la crispación política y la polarización tienen repercusiones sobre la salud mental de los ciudadanos y el bienestar colectivo (Dubow et al., 2009; Tol, 2010; Krieger, 2001, 2008; Williams, 2002).

El término «bienestar colectivo» se refiere a tres dominios de funcionamiento interrelacionados:

1- La capacidad de los individuos para participar en la vida social y política.

2- El  funcionamiento comunitario, el tejido social.

3-  El funcionamiento gubernamental, la medida en que se puede confiar o no en que el gobierno se convierta en una institución que presta servicios a los ciudadanos, no que les aterroriza.

Estos tres dominios  representan el marco organizativo central de la política en una una democracia.

En línea con las teorías de Brofenbrenner (1986), que se referían a relaciones entre dominios de funcionamiento como «mesosistemas», si analizamos la salud mental de los ciudadanos en línea con los marcos organizativos se nos hace evidente que la violencia política, la crispación y la polarización dañan la relación entre áreas de funcionamiento colectivo. Y entendemos también también por qué la crispación y la polarización crean desafección: es decir, debilitan la voluntad de los individuos de participar en la vida política. Cuando hay miedo a las listas negras, a las represalias o a los conflictos, los ciudadanos intentan no hablar de política tanto en su área privada, entre los amigos como en su área laboral, como a otros niveles. Por ejemplo, tengo muchísimas amigas  que trabajaban y trabajan en posiciones muy visibles (políticas, actrices , modelos, ilustradoras, escritoras…) que no se atrevían a hablar en su momento sobre las consecuencias de la Ley Trans porque sabían que se podían quedar sin trabajo, tal y como me pasó a mí.

La participación en la sociedad civil y los procesos políticos es esencial para la salud y el bienestar de las personas (Organización Mundial de la Salud, 2008). Genera un sentido de responsabilidad por el funcionamiento colectivo, y mejora el bienestar individual (Nowell y Boyd, 2010). La violencia política, la crispación y la polarización socavan la capacidad de las personas para participar y tener confianza en la vida social y política.

Y digo que fomentan la desafección y que se van  minando los cimientos de la democracia porque contribuyen al aislamiento y alejamiento de las personas de la sociedad; porque también deterioran la confianza de los individuos en los demás, en la justicia, en las entidades gubernamentales y en la democracia misma; y por último porque disminuyen  las capacidades o la voluntad de las personas para participar en actividades políticas.

La desconfianza, el aislamiento y el retraimiento son consecuencias de la crispación política y de la polarización. En un estudio clásico, Robben (2005) demostró que la violencia política en la Argentina de Néstor Kirchner inhibía a los individuos a la hora de interactuar con otros con fines colectivos. En sociedades en las que la crispación política es muy alta aparece el retraimiento, la sospecha, la desconfianza y el aislamiento (Esparza, 2005, Flores, 2007 y 2009, Lykes et al. (2009).

Los problemas de salud mental resultantes de climas de crispación políticas minan la capacidad de las personas para acceder a la ayuda de sus entornos sociales (de Zulueta, 2007). Porque, ¿cómo vas a buscar consuelo y apoyo en un vecino o en un familiar si no te fías de él o ella?

La violencia es una enfermedad contagiosa.

Se contrae más fácilmente que la mayoría de las enfermedades contagiosas porque no es necesario estar al lado de la persona para contraerla y una mascarilla no la previene. Sólo necesitas observarlo en persona, en los medios, en tu familia y en tus compañeros. Quizá te hayas dado cuenta de que en el trabajo o en las reuniones de amigos basta que se saque determinado tema a la luz para que de repente se cree una discusión. La violencia (y por violencia también me refiero a la violencia verbal y psicológica) promueve a la violencia debido a varios factores emocionales y cognitivos.

A nivel cognitivo, la violencia se promueve porque vivimos en una comunidad en la que todos tendemos a imitar a los demás. Cuando vemos que otras personas resuelven los problemas a partir de la violencia les imitamos. Cuando un tertuliano en televisión grita o interrumpe al otro o cuando un ministro insulta a cualquier ciudadano random por X (antiguo Twitter), los ciudadanos que contemplan ese comportamiento lo que llamamos un «guión» para resolver un problema de esa manera. Así, cualquier persona que vea eso considerará normal interrumpir gritar o insultar a su pareja.

Y también los menores están aprendiendo qué es normativo, lo que llamamos creencias normativas. Ven mucha violencia y empiezan a creer que es normativa y natural. Que es legítimo utilizarla. Emocionalmente, si están expuestos a mucha violencia, generalmente su reacción emocional ante la violencia disminuye. Por eso estamos viviendo unos índices de acoso escolar disparados que las personas que tenemos ya una edad no habíamos conocido cuando éramos pequeños.

La hipocresía rampante

La hipocresía rampante de ciertos políticos políticos y de ciertos periodistas apesebrados, mercenarios del poder a los que les importan muy poco la información objetiva y mucho amplificar la voz de su amo para poder comer después de su mano, nos lleva a que los mismos que constantemente tienen el término «salud mental» a flor de labios estén destruyendo la salud mental colectiva. Y sobre todo, que estén haciendo que la mayoría de la población se inhiba de manifestar su opinión porque tiene miedo. Los valores básicos de la democracia se están destruyendo entre campañas de cancelación, listas negras, insultos y desinformación.

El resentimiento duradero entre los ciudadanos hacia la sociedad se alimenta  de la crispación política y sobre todo de la percepción de que los políticos no tienen que rendir cuentas de sus actos. Y esta crispación se ha acrecentado desde el momento en que la ley de amnistía crea dos velocidades diferentes para la población. Si quemas un contenedor y no perteneces a un partido político determinado te pueden caer hasta 10 años de cárcel, pero si lo quemaste en medio de los actos vandálicos y/o terroristas del procés entonces te libras. Y desde luego el hecho de haber amnistiado malversación de caudales públicos crea un inmenso resentimiento

Cuando se deja de creer en un sistema justo, se deja de creer en la democracia. Y es en ese momento cuando aparecen los radicalismos. Los que tanto se quejan de la extrema derecha son precisamente los que están sembrando el campo abonado para que crezcan las semillas de la extrema derecha más radical. Y me refiero a movimientos muchos más violentos de lo que ellos llaman extrema derecha (ellos llaman extrema derecha a lo que ha sido la derecha de toda la vida). De tanto jugar a decir que viene el lobo van a acabar por traernos a una manada de lobos. Porque si se destruye la confianza en la democracia, la ciudadanía ya no querrá democracia.

Entre tanto usted está experimentando ansiedad y depresión porque se ve envuelto en un clima de crispación y de paranoia que le está tocando la cabeza. Trate de respirar hondo y de disfrutar el momento presente. Abrace a su parejas si la tiene, acaricie a su perro si lo tiene y piensa que la única forma de crear un mundo civilizado  es si cada uno damos ejemplo. No entre en discusiones estériles y procure poner al mal tiempo buena cara. Como decía San Pablo, donde no hay amor por amor, y crecerá el amor.

10 comentarios
  1. Peanito

    Todo lo negativo que indica usted está traído e impuesto por la izquierda y por sus partidarios que, lo digo con mucha tristeza, no son capaces de ver mas allá de sus narices. La derecha -lo azul que dice usted- hace mucho mucho tiempo que lo que defiende es racionalidad -con las excepciones y errores que se dan- la coherencia económica y el bien social bien entendido. Lo que la izquierda dice defender es mentira; todo fachada para crédulos. Hace alguna cosita que parece beneficiosa pero que lo que hace, normalmente, es perjudicar y con eso convence a los crédulos. Y esa es la triste historia. Historia de corrupción, ineptos ascendidos a puestos que en ningún país normal soñarían y obsceno derroche -cuando no directamente robo- de nuestro dinero.

  2. Verygood

    TheObjetive es el medio que más me gusta actualmente, del resto de prensa no me fío nada, opino que son más propagandistas que periodistas.

    De hablar de política me corto mucho últimamente, y con según quién me lo tengo prohibido, es fuente de conflictos e inquinas, y mejor evitarlo. Yo tolero bien que los demás tengan su punto de vista, y no necesito que me den la razon. Tu opinas así, pues yo así. Quizás algún día opine como tú, y tú cómo yo, y no tengo la necesidad de convencerte ahora mismo de que yo tengo la razon. Cuando esa actitud no la veo en la otra persona, no hablo de política.

  3. Garamendi

    Para los que nacimos y crecimos en el País Vasco durante los años de plomo creo que el estado actual de la política en España es especialmente deprimente.

    Muchos del los que nacimos en entornos nacionalistas y poco a poco fuimos renegando de toda esa bazofia ideológica teníamos al menos la oportunidad de escapar a otra parte de España y vivir relativamente tranquilos. Ahora ya no hay escapatoria. Es verdad que, al menos de momento, se acabaron los asesinatos, pero la crispación es ya de un nivel insoportable en todas partes.

    Lo más triste es que es todo artificial, creado por la llamada clase política por y para sus propios intereses.

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