Cruce de miradas
«En el 2025 vendrá el hachazo gordo, todos lo saben, porque Úrsula hará arqueo de caja y explotarán los enfados»
Úrsula von der Layen y Pedro Sánchez se miran sin bajar la mirada. A veces uno arquea las cejas, otro guiña un ojo, pestañean a la vez, como si aplaudieran. Ambos no se apartan de ese duelo de silencio. Úrsula sigue donde ha estado siempre, sin cambalaches, fija en sus tacones: España (Sánchez) debe recortar 15.000 millones al año en deuda pública. El ajuste es del 1% para todos los países cuyo pasivo es superior al 90% del PIB. No hay más que rascar. Los ministros de Economía y Finanzas secundan a Úrsula, todos se pasan por el forro la flexibilidad que pide Francia y nadie le quita el corsé fiscal a Alemania. La papela que lleva Úrsula von der Layen en el teléfono móvil y a veces la saca para leer un trocito sin las gafitas es conocida por todos ellos: Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Los demás, pestañas cansadas.
Mirarse, sin desearse, tiene un punto de disparo. Mirarse, sin amarse, es algo mortuorio. No hay ambiente entre Úrsula y Sánchez, solo una burbuja de jabón, pompa perfumada, que sube o baja según las ciudades donde jueguen al tenis (no es lo mismo Granada que Bélgica). Los niveles españoles de deuda en el 107,5% durante el 2023 tienen que descender al 106,5% en el 2024 y mantenerse ahí en el 2025. El último dato actualizado de enero sitúa la deuda pública española en 1.57 billones de euros, por encima del umbral del 90%, por lo que el Ejecutivo español estaría entre aquellos cuya quita es del 1%. Así Pedro y Úrsula se miran a mordiscos. Ambos, aunque no lo dicen, porque estas cosas no se sueltan en público así como así, recuerdan el anterior Pacto de Estabilidad y Crecimiento cuya reducción anual era de un veinteavo para los países que superasen el 60% del PIB. De toda aquella hojarasca, fruto de antiguas farras, quedan dos cifras fijas: el umbral de la deuda no debe superar el 60% y el 3% sobre el PIB en caso de déficit. Los colchones que piden todos para futuras crisis devienen de un objetivo de déficit del 1,5% (pactadas por todos en Berlín, sin frío, al calor de nuevas risas ). La UE ofreció manga ancha durante la pandemia, luego vino y sigue el cuento de la guerra de Ucrania, cada vez más terrible en las amenazas, pero Úrsula fijó desde el 2024 las reglas fiscales de todos y las excepciones de ninguno.
Esta primavera avanzada habrá nuevas papelas por los teléfonos de viento. En el 2025 vendrá el hachazo gordo, todos lo saben, porque Úrsula hará arqueo de caja y explotarán los enfados con otras miradas detenidas, enfurecidas, golosas, picantes. El Consejo de la UE y la propia Eurocámara, de momento, van todos a una, como Fuenteovejuna. Los que pretenden meter el pufo antes de las elecciones europeas, para sacar un pico con el que ventilar presión, lo llevan muy jodido. El club del Sur y el del Norte quieren cachondeo. Menos rigidez. Planes individualizados para cada país a cuatro años vista o extensibles a siete. Nuevas reformas. Nuevas inversiones. El plato gordo: una sostenibilidad financiera que no atienda a la deuda o gasto público. Aquí Úrsula suele reírse, a veces saca el pañuelo para secarse lágrimas como melones. El procedimiento por déficit excesivo a los países miembros siempre estará ahí. Más incentivos para invertir, sí, pueden venir de exclusiones puntuales en el cómputo de esa misma deuda pública o de la cofinanciación de otros programas, pero sin excesos. Punto final.
Los países que no cumplan recibirán sanciones adecuadas a su falta, implementadas y sin vuelta atrás. Todo quedará negro sobre blanco antes del 20 de septiembre del 2025. Úrsula lo escucha todo y ríe por lo bajo frente a la cartomancia general sobre el tapete verde de las ilusiones: el 3% en la que sitúa Sánchez la previsión del déficit cuando el grueso de economistas ya hablan del 3,4%. El descenso de la productividad laboral que por hora ha caído hasta el 0,06% (primera caída desde el segundo semestre del 2022). El Coste Laboral Unitario Real que pasa del 102,9% a un sencillo 102% o 102,2% (según los peores augures). El índice de confianza de los consumidores españoles en el 77,6% muy por debajo de la Eurozona (100% para este año). Úrsula lo apunta a veces en una servilletita mientras apura su cafelito de cortesía: control de gasto público, incremento de los ingresos y dinamismo del mercado laboral. Los mejores economistas españoles, todos fuera del país cobrando al peso, se lo dicen a veces al oído: «No se mantendrá, Úrsula, amor, los ingresos del ejercicio anterior para España por el menor crecimiento económico y a pesar de que se recupere el IVA energético». Pesimismo a granel.
Úrsula cree y no cree en Sánchez, por eso deja lo malo pasar: todo es viento nuevo, todo evoluciona e involuciona según los conflictos del mar Rojo, todo sube o baja según los fletes de energía y materias primas, todo es inercia y tracción positiva, hasta el 11,7% de desempleo cifró el Consejo General de Economistas la previsión para este año, pues eso, y la tasa de afiliados sube al 20,8 millones mientras que los costes laborales unitarios suben al 5%. Todo es inversión extranjera que sube y baja según libre antojo. Todo son Presupuestos Generales, que son confianza y desconfianza, según cuanto tarden en acordarse. Todo es esa décima del IPC que sube o baja. Rémora de las pensiones y aumento de los salarios, Ucrania y el Oriente Próximo, sequía, incremento de precios y costes empresariales. Úrsula ríe con los ojos y Sánchez le contesta.