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Opinión

Sánchez quiere que el BCE le haga el trabajo

«El Gobierno pone por delante la recaudación de impuestos a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos»

Sánchez quiere que el BCE le haga el trabajo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Desde varias instancias del Gobierno y sus cercanías se están lanzando mensajes al Banco Central Europeo, unos más velados, otros completamente explícitos para que la entidad de supervisión fije fechas para iniciar la bajada de los tipos de interés y qué estas sean más próximas que ese segundo semestre del año en curso que los mercados señalan como momento adecuado si no se tuercen las cosas.

En definitiva, lo que hace es responsabilizar al BCE de lo que este Gobierno viene demostrando que es incapaz de hacer. O lo que es lo mismo, que el BCE les haga una parte del trabajo. Pareciera como que el control de la política monetaria fuera el único impedimento para que la economía crezca de manera sana, eficiente y  socialmente armónica. Pero, entretanto, el IPC adelantado de marzo remontó en tasa anual hasta el 3,2%, cuatro décimas más de lo que lo hacía en febrero. La variación mensual ha sido nada menos que del 0,8%, la más elevada desde febrero de 2023 y representa la cuarta subida consecutiva.

El componente que más ha impactado en el remonte de los precios es la electricidad y no por su coste, sino por la elevación del IVA, es decir, porque el Gobierno pone por delante la recaudación de impuestos a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. Impuestos dedicados, por ejemplo a comprar matildes en la bolsa, en el viaje de vuelta de Telefónica al sector público.

La ansiedad por la bajada de tipos que exhibe el Gobierno, justificada cínicamente con lo que ésta podría representar para el aumento de la inversión, contrasta con la pereza que el propio Ejecutivo demuestra en la utilización como es debido de los fondos europeos, que lo son a fondo perdido. Si hubieran sido medianamente diligentes el señor Sánchez y su equipo, habrían hecho todo aquello a lo que se han comprometido, para recibir los recursos y para emplearlos a favor del ciclo económico.

Eso no ha sido así por varias razones. La primera y más evidente, que su coalición de Gobierno no avanza en el cumplimiento de los objetivos comprometidos con Bruselas. Sus disensos internos han torpedeado cambios normativos que están en los protocolos. Pero, por otro lado, no es aventurado suponer que Sánchez esté jugando estratégicamente con estos recursos, cuya vigencia todavía tiene recorrido, para precipitar su llegada y su reparto cuando políticamente lo necesite.

La inexistencia de voluntad para presentar los Presupuestos Generales del Estado (como sí o sí exige la Constitución) es un dato que colabora a esa idea que va cobrando cuerpo de que Sánchez va acaparando recursos para disponer con largueza de hasta el último euro en aras de la reelección.

El semestre electoral que arrastramos apunta a un crecimiento declinante. El Banco de España aseguró que la actividad económica ya se ha ralentizado en el primer trimestre, aunque el ministro de Economía está entusiasmado con la cifra de crecimiento de 2023 que le ha puesto en bandeja el INE, ese mismo INE que su predecesora decapitó porque no le daba las cifras de crecimiento que ella quería (en aquella ocasión lamenté profundamente y critiqué con fuerza que el Gobierno nos arrebatara nuestra fe en el INE para siempre). 

El desapego de Sánchez por los problemas reales de los ciudadanos, que no son solo económicos, es notorio. Su vocación es el poder, no el servicio (me salgo un minuto de la economía para explicar lo que digo). Durante meses nos ha tenido en vilo con la amnistía de los delitos gravísimos cometidos por políticos independentistas. El argumento oficial era la normalización de vida ciudadana en Cataluña.

Pues bien, no ha concluido el trámite parlamentario del Proyecto de Ley de Amnistía y no ha comenzado la campaña electoral siquiera y los partidos independentistas se han lanzado a presentar en el Parlamento catalán una resolución para la independencia; han anunciado un referéndum sobre la autodeterminación; han exigido un cupo fiscal sin solidaridad interterritorial, a sabiendas de que el Fondo de Compensación es un mandato constitucional (Art. 158.2 CE). Sin olvidar la propuesta de leyes descabelladas de «repatriación de empresas»… ¿Es esa la normalización a cambio de la amnistía?

Para Sánchez esto no tiene nada que ver con la economía, que «va como una moto», según dice en los mítines; lo que hace falta es que otros, el BCE, hagan por la economía lo que él no hace. 

El Banco Central Europeo tomará sus decisiones cuando corresponda de acuerdo con su mandato principal, que es la estabilidad de precios. ¡Ojalá  sea pronto! porque significará que los efectos demoledores que ha tenido este proceso inflacionario en las personas (incluido el aumento descabellado de impuestos) ha terminado

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