Maite Pagaza: la honradez en la política
Es una muy mala noticia que abandone su actividad pues representaba una fuente de agua en medio del desierto
Es incierto que todos los políticos sean iguales. Es verdad que las encuestas del CIS dejan en muy mal lugar la opinión que los ciudadanos tienen hoy en día de la clase política: corrupta, incompetente, interesada en su propio provecho, etc., etc., etc. Sin embargo, hay excepciones y una de ellas es Maite Pagazaurtundua (Hernani, 1965), quien esta semana ha anunciado que no se presentará a la reelección como eurodiputada tras diez años en el Parlamento Europeo. «Maite es de lo que no hay (o de lo que ya no hay)», ha escrito en este diario Fernando Savater, el filósofo vasco aguerrido defensor como ella de los derechos humanos y las libertades en el País Vasco, a quien ahora desde el foro supuestamente progresista se le califica de vejestorio conservador.
Maite Pagaza, como se le conoce popularmente, se vio obligada a abandonar como Savater y tantos otros su tierra, acosada, vejada y amenazada de muerte por el fanatismo abertzale. Durante más de diez años tuvo que llevar escolta policial por peligro de atentado. A su hermano Joseba, jefe de la policía municipal de Andoaín, le asesinó en 2003 un pistolero etarra mientras desayunaba en un bar próximo a su lugar de trabajo. Militante del Partido Socialista de Euskadi (PSE), había sido fundador, en 1999, junto a Maite, políticos e intelectuales de la órbita antinacionalista de la plataforma Basta Ya, un movimiento que mereció el Premio Sajarov que anualmente otorga el Parlamento Europeo. Basta Ya tiene entre sus principios la condena del terrorismo en todas sus formas, el apoyo a las víctimas, así como la defensa del Estado de Derecho, la Constitución y el Estatuto de Autonomía vasco, y se ha distinguido en múltiples ocasiones con declaraciones, mítines y documentos denunciando en su momento la impunidad de los crímenes etarras y la desatención de las víctimas.
No pocas veces sus pronunciamientos sobre la barbarie terrorista provocaron chispas en el PNV, que gobernaba, como casi siempre, en Vitoria, y también discrepancias con la entonces dirección de los socialistas vascos. Cómo no recordar una carta de protesta al candidato del PSE a la lendekaritza Patxi López por el mal trato que dio a la líder del PP en Euskadi, María San Gil, a diferencia del que otorgó a los abertzales en las negociaciones de gobierno. López, actualmente portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, llegó a ser presidente del Gobierno vasco con el apoyo del PP en 2009. A lo largo del tiempo destacó por su actitud dialogante y comprensiva hacia la otra parte en las negociaciones que mantuvo el representante y presidente del PSE, Jesús Eguiguren, y que concluyeron con el cese de la violencia armada de ETA en 2011 durante la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero en su segundo mandato en Moncloa.
Las relaciones de Pagaza con ZP, López y Eguiguren nunca fueron buenas ni lo son tampoco ahora muchos años después. Las discrepancias se agudizaron hasta abandonar el partido en el que había militado desde sus años universitarios en Deusto. Es licenciada en Filología Hispánica y Filología Vasca. Está casada y tiene dos hijos. La eurodiputada fue siempre bastante reticente al acercamiento del PSE al nacionalismo más radical. En 2013 se afilió a UPyD (Unión, Progreso y Democracia), la formación que cofundaron la exdirigente socialista vasca Rosa Díez, Savater y otros.
Desde entonces, Maite Pagaza realizó toda su carrera en el Parlamento Europeo. Al principio de número dos de Díez cuando el grupo aún existía y posteriormente en la delegación de Ciudadanos como independiente. Es triste observar cómo una persona de la catadura moral de Pagaza abandone ahora la actividad europarlamentaria mientras probablemente otros compañeros o compañeras de esa formación de menor valía intelectual y cuestionable honradez política se arremolinen a las puertas del PP o del PSOE para presentarse en sus listas y lograr la siempre bien remunerada acta parlamentaria.
Maite Pagaza ha sido presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo y luego del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), lo cual siempre le generó problemas con los gobiernos español y vasco y evidentemente con el abertzalismo. Nunca se ha fiado de las declaraciones del líder batasuno Arnaldo Otegi al pedir perdón por el «sufrimiento» que la violencia política causó a las víctimas del terrorismo.
«Es triste observar cómo una persona de la catadura moral de Pagaza abandona mientras otros compañeros de esa formación se arremolinan a las puertas del PP o del PSOE»
De Otegui piensa que tiene una «responsabilidad política» en los casi 900 asesinatos que ETA cometió en casi medio siglo de existencia, primero en la etapa final de la dictadura franquista y luego en la restauración de la democracia.
ETA en uno de esos sibilinos comunicados para justificar lo injustificable admitió en 2018 «el daño causado» en el transcurso de su «trayectoria armada». Pidió perdón, aunque no de modo explícito, por sus acciones, y sólo a una parte de las víctimas. A ese segmento lo definió, cínicamente, como «ciudadanos y ciudadanas sin responsabilidad en el conflicto». Resta por saber cuántos son y quiénes son.
Más de 300 asesinatos etarras (376 exactamente) están sin resolver ni han desembocado obviamente en proceso judicial, lo que significa que alrededor del 40% de sus crímenes no se han esclarecido por completo. Revelador fue, por ejemplo, cómo en el polémico documental de Jordi Évole No me llame Ternera (2023, Netflix) el exdirigente etarra José Antonio Urrutikoetxea, alias Josu Ternera, reconoce haber participado en 1976 en el atentado mortal contra el alcalde de Galdácano sin que hasta ahora se supiera su responsabilidad en el crimen.
Pagaza siempre hace hincapié en la necesidad de esclarecer esos más de tres centenares de atentados mortales como paso obligado para la plena normalización democrática de la sociedad vasca. «Falta condenar la historia de esta barbarie», manifestaba hace tres años. Cerca de un centenar y medio de etarras están en prisión en cárceles vascas desde que se puso fin a la política de dispersión, que ha concluido bajo la dirección del actual ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.
Siempre se ha declarado muy crítica al blanqueo de la organización terrorista a través de nuevas «marcas políticas» como EH Bildu, partido que hoy en día apoya al Gobierno de coalición de Pedro Sánchez y cuyos seis diputados son imprescindibles al igual que los ‘famosos siete’ de Carles Puigdemont para su continuidad en Moncloa. La popularidad de los abertzales crece cada día en Euskadi. Hasta el punto que las encuestas de las elecciones del próximo 21 de abril le conceden prácticamente igual apoyo que el PNV. Pero para Pagaza, el ascenso electoral de la izquierda abertzale no debe blanquear los crímenes perpetrados. Las mayorías, según ella, no limpian el pasado violento, sino que muestran el fondo antidemocrático al que no renuncian. De momento, los bildutarras han colocado de cabeza de lista a un joven político poco conocido, Pello Otxandiano, un ingeniero de telecomunicaciones a quien vigilará en la sombra Otegi, quien por el momento no deja el cargo de coordinador.
Maite Pagaza abandona la política activa, lo cual es una muy mala noticia pues representaba una fuente de agua en medio del desierto. Hay que confiar que en su retiro en Logroño con su familia encuentre tiempo también para escribir y sugerir vías que conduzcan a la definitiva normalización de Euskadi, donde un día tuvo que marcharse como tantos otros simplemente por condenar la intolerancia y el crimen, y defender los derechos y las libertades de la ciudadanía.