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Opinión

¿A alguien le importan las víctimas del 11-M?

«Es lamentable que 20 años más tarde sigan estando en el juego político los cadáveres y el sufrimiento de los familiares»

¿A alguien le importan las víctimas del 11-M?

Imagen de archivo de los atentados del 11-M. | Europa Press

Dígame un solo nombre de una víctima de los atentados del 11 de marzo de 2004, solo le pido uno. Recuérdeme alguna historia personal que se le venga a la memoria. Aunque entiendo que estará más al tanto de la mochila de Vallecas, si el tytadin o la goma 2 Eco, la cinta de Mondragón de El Mundo, el terrorista suicida del que informó la Ser, la pésima gestión de Aznar, el «nos merecemos un gobierno que no nos mienta» de Rubalcaba…

No me sabe decir un solo nombre de cualquiera de las 192 víctimas de las bombas en los trenes de Madrid porque se han olvidado de ellas. Porque hace tiempo que el debate se centró en hablar sobre el papel que jugaron algunos periodistas, equivocados en una lucha de hipótesis al aire, o en seguir hablando de aquel PP de Aznar como si siguiese siendo el de PP de Feijóo, y el gallego fuera poco menos que uno de los peones negros. Como si Acebes se hubiera reencarnado en Cuca Gamarra. 

Podría probar a salir a la calle, a preguntar relatos de ciudadanos que vieron sus vidas sesgadas de golpe cuando iban al tajo. Vidas que dejaron de importar, pocas horas después de ser asesinados. Lo fundamental es, lo lamentable es, y lo escribe uno que cuando sucedieron aquellos crímenes no tenía apenas conocimiento de la vida, que 20 años más tarde sigan estando en el juego político los cadáveres y el sufrimiento de los familiares. 

Sumar, el partido aún no nacido de Yolanda Díaz, manifestó su posición en un tuit este pasado lunes, 11-M, fecha redonda en el vigésimo aniversario de la masacre. «No a la mentira, no a la guerra, no os olvidamos», también podrían haber añadido un «no al terrorismo», pero igual se les acabó la tinta. ¿Por qué han de lucir la condena a los terroristas pudiendo antes meterse con Aznar? Figura política ya ajada, a la que algunos le siguen otorgando un poder político del que hace tiempo que carece, no como Zapatero, inteligente fajador siempre en la ayuda a su partido.

«La gran mentira del 11-M es el acta fundacional de este proyecto político destructivo que representan», dijo ayer Sánchez en el Senado. Usar a los muertos en el escenario político tanto vale para el gobierno de Aznar y sus burdas mentiras en 2004 como para cualquier dirigente, bien sea el presidente socialista, que insista ahora en nombrar de refilón a los cadáveres para atizar un palo al adversario político. Ahora, en el 20 aniversario, no hace tres meses, ahora porque es una fecha redonda y luce más el «zasca». 

«No es incompatible, claro está, denunciar las mentiras de los periodistas si hablas del 11-M, pero ¿ponerlo al mismo nivel que los terroristas?»

Confieso mis dudas, no sé bien hasta qué punto debe ser normal que incluyamos en el mismo renglón el análisis del peor atentado de la historia de España y lo que algunos califican como la «mayor operación de desinformación». No es incompatible, claro está, denunciar las mentiras de los periodistas si hablas del 11-M, pero ¿ponerlo al mismo nivel que los terroristas? Hacer que comparezcan casi en pie de igualdad asesinos y mentirosos, me chirría. Leí a Gumersindo Lafuente en Eldiario.es con una columna titulada ¡Cómo es posible tanta vileza!, se refiere a ciertos jornaleros de la información, y no a los que se inmolaron en Leganés, a los que colocaron las mochilas bomba. Me sigue chirriando. 

La opinión de esta columna es, ya le digo, la de un periodista que no vivió ni de cerca estos atentados y toda la parafernalia que le siguieron, y quizá por ello me resulta perezoso seguir en el bucle eterno de la confrontación. Iluso de mí, no hay nada que hacer. Cada aniversario seguirán hablando, a los que les interese el debate periodístico, de los que mintieron, se equivocaron o insistieron—e insisten—en el engaño. Cada undécimo día de marzo permanecerán en el olvido, si es que alguna vez importaron, las historias de las víctimas. Cuyos nombres rápidamente dejaron de aparecer en la memoria de este país, relegadas a la covacha de la historiografía patria. 

Me sale pedir un deseo para el próximo 11-M del 2025: olvidarnos durante al menos 24 horas de la contienda política en esta nación que siempre está en plena campaña electoral y pensar realmente en las víctimas. El debate sobre los medios, el análisis sobre lo hecho, dicho y no dicho por el ejecutivo popular, los que sigan pensando que faltan cosas por saberse de la masacre, hay más jornadas en el resto del año. Es paradójico que en el día europeo de las víctimas del terrorismo, cada 11 de marzo, sea cuando en España menos se habla de ellas. Enfangados en una división que 20 años después lejos de curarse sigue abierta. Y parece que ya se ha enquistado in saecula saeculorum.

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