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Opinión

El beso, la tumba de Al Capone

«El periodista Carlos Herrera ha oficializado su candidatura; cree que conseguirá los 21 avales imprescindibles»

El beso, la tumba de Al Capone

Luis Rubiales saliendo del juzgado de la Audiencia Nacional. | Alberto Gardin, Europa Press

Pedro Rocha ha descubierto el encanto del despacho, el gustirrinín del poder y lo que comporta: canapés en el palco, chófer, gastos pagados, un sueldazo –casi 700.000 euros anuales–, dietas, el rendibú de los aduladores, el trono de Rubiales, en suma; como esos diputados mansos y algún que otro responsable gubernamental captados por el líder y embaucados por el momio. Empezó como presidente de la gestora que debía guiar los pasos de la Real Federación Española de Fútbol hasta la convocatoria electoral y al embeberse en la púrpura decidió atornillarse al timón. Como el grumete superviviente en medio de la tempestad. Recorrió vericuetos de dudosa ética, dada su condición de interino sin aspiraciones confesas, promovió su candidatura desde dentro del sistema –nada mejor–, se involucró en el retorcimiento del reglamento federativo para perpetuarse, hizo nombramientos, renovó cargos, se sorprendió (?) por la cantidad de mierda que brotaba de las alcantarillas de la FEF y a fuerza de sobresaltos y empujones liberó nóminas de personal señalado e investigado. Incrédulo, o no tanto, asistía a los registros en el predio, perplejo ante los sucesivos paseíllos del telediario.

Sin embargo, por lo bajini, por encargo o motu proprio, había quien, a lo Tom Hagen, intentaba arreglarle el futuro, presionando en el Consejo Superior de Deportes y advirtiendo de que no encontrarían otro candidato mejor que Rocha para suceder a Rubiales, el dedo que lo designó aquel lejano 25 de agosto. Estéticamente, la chapuza es de órdago y la Federación, agitada por los escándalos, un descalzaperros. Con mucha suerte el presidente que salga elegido el 6 de mayo podría ser reelegido en otoño. Con mucha suerte, la necesaria para salvar la honra del Mundial’2030 y disputar el partido final a Marruecos, acostumbrado a jugar con las cartas marcadas y el teléfono en modo avión.

Y no, no es todo por un beso, el beso que enturbió la hazaña del Mundial F, que amargó los días subsiguientes a Jennifer Hermoso y mandó a Rubiales al paro. Aunque si fuera cierto que a base de investigar le han descubierto 36 cuentas, 96 en el caso de Piqué, nos van a faltar horas para hacernos cruces y resistir las sorpresas: ¡36 cuentas! ¿Quién tiene 36 cuentas? La verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad de ese laberinto rubialesco la sabremos cuando la Justicia lo aclare, si es que consigue desenredar la maraña de negocios turbios y comisiones que poco a poco dejan de ser misterios. Abundan los indicios de culpabilidad, que el acusado rechaza, grabaciones muy comprometedoras, declaraciones, presiones, documentos, filtraciones que el presunto inocente no admite.

Le preguntó la inquisitiva entrevistadora, dura como el pedernal, tan alejada del personaje que ni le dio los buenos días al empezar la entrevista ni se despidió de él al terminarla, preguntó, insisto, a Luis Manuel Rubiales por todo lo que aparece en la Prensa y por su tío Juan Rubiales, y aquellas declaraciones que le situaban en una fiesta «con señoritas» en Salobreña. Echó balones fuera, recurrió al estrato familiar y prefirió quedarse con los tiempos pretéritos en que tío y sobrino se habían querido mucho, «porque mi tío estuvo conmigo en los momentos más difíciles de mi vida», y afirmó que él no le echó de la Federación, sólo le despidió de la jefatura del gabinete… Veinticuatro horas después, el tío Juan, a quien el sobrino señaló como el autor de algunas grabaciones a personajes muy diversos, se explayó. No tuvo piedad. En este caso, la cita de Cervantes no va a encontrar clientes en el «clan de los Rubiales»: «Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están secas las esperanzas». En este capítulo la sequía es pertinaz.

Si la venganza es plato que se sirve frío, el menú del tío Juan es infinito. «Me dijo que nunca más le llamara Luis, sino presidente», acusa. Ahora le compara con Torrente y recuerda que le apodaron Kennedy en la Federación. Descubre que le obsesiona el poder, el lujo, las mujeres, el sexo, y de las conversaciones del abogado González Cueto trasciende que quería ganar 100.000 euros todos los meses, «lo único que quiere es dar palos de 200.000 para arriba», «está como una puta cabra». Pero Rubiales niega que haya aceptado comisiones, «mordidas»… ¡36 cuentas! ¿Y la Federación? Ha dimitido Rocha, que medita presentar su candidatura, salvo que la vorágine y la corrupción, aunque tangencial, se lo lleve por delante. Ahora el presidente de la gestora es Rafael del Amo, que, del Mundial femenino, en el que era el directivo responsable de la Selección, podría escribir un libro de historias para no dormir. Con el antecesor de su antecesor tragó mucha quina en Australia y Nueva Zelanda. Demasiadas noches en vela como para tener apego al cargo. Ha visto mucho. Los aspirantes son otros.

El periodista Carlos Herrera ha oficializado su candidatura; cree que conseguirá los 21 avales imprescindibles. Entre el umbral de entrada y el diván, Eva Parera, Javier Lozano, Aitor Elicegi y algún tapado más estudian el terreno, a la espera de la caída definitiva de Rocha. En su ánimo, limpiar las cloacas del fútbol español sin que un pico, el beso, sea el detonante que haga saltar todo por los aires, o que, como hace 93 años trinquen al Capone de turno por una evasión de impuestos o quien sabe si por el timo de las mascarillas. 

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