El hermanísimo toca el violín bajo la lluvia
El hermano de Sánchez, rico por sus éxitos en el extranjero, no presenta IRPF por no estar obligado al no estar en España
Sabemos poco, apenas nada, del señor David Sánchez Pérez-Castejón, hermano de Pedro Sánchez, alías artístico: David Azagra. Sabemos, a sorbos y a ratos, por ejemplo, que fue el propio presidente del Gobierno quien llamó a directores de periódico, caso de Paco Marhuenda, para explicarles que su hermano tenía mucha pasta, era cotizado en el extranjero, le iban las cosas dabuti, y no era plan meterse por ahí más adentro en la espesura. Marhuenda, mientras jugaba con granadas de la guerra civil y tomos buenos de historia (los verdes de Espasa), con la mirada perdida o empañada por la colección de olivettis en el despacho entero de la cocacola light, sí, decía que ese nunca fue el estilo del señor Casals. La vida privada intocable, ajena al barro en las ruedas nuestras de cada día, sin hoguera alta ni leño seco.
Sabemos que Azagra, David Sánchez, cobra 54.645 euros de la Diputación de Badajoz, incrementado su salario un 13% desde que ocupó el cargo hace siete años, pero que vive en Portugal, asunto un poco raro, por lo que está libre de tributar en España. Dirige la Oficina de Artes Escénicas, en Badajoz, cuyo programa estrella es el llamado Ópera Joven, y los populares de la zona, cansados de oscurantismos, piden ya luz y taquígrafos, aclarar ya de forma veraz, cierta y contundente las atribuciones del muchacho, las retribuciones concretas del músico, el destino y uso que se hacen de las huchas públicas en Badajoz, todos los fondos musicales (en metal) cuyo origen es el Gobierno de España y la Unión Europea. Su salario mensual es de 4.533 euros, según los portales de transparencia, pero en Badajoz quieren saber desde dónde y cómo trabaja el individuo, sus retribuciones bajo la lupa oficial, dónde tributa y, lo más jugoso, cómo distribuye por las tostadas el alioli de los fondos derivados de la Oficina de Artes Escénicas y Ópera Joven. No hará falta, dice todo el pueblo, que Pedro Sánchez se retire a pensar otros cinco días, por estos interrogantes razonables y al cabo de la calle.
El que caso es que Hacienda somos todos, y los peritos de la cosa, los técnicos superiores del organigrama, esos que no fuman tras la ventanilla ni leen el periódicos con uñas largas y sucias, dicen, sí, cómo hay un traje fiscal hecho en un sastre para el músico, mientras el resto viste mono obrero. Un traje fiscal a medida, cocinado desde Madrid, no medido ni cortado en la Agencia Tributaria Extremeña. El músico, el muchacho rico por sus éxitos en el extranjero, no presenta IRPF ni Patrimonio por no estar obligado, al no residir en España, incluso la declaración del año pasado le salió a devolver 611 euros, muy ricos para cañas y aperitivos, porque ahora llega la calor y eso se nota más por el sur que en cualquier otra parte. José Luis Quintana, delegado del Gobierno en Extremadura, mantiene que el artista no reside en España, y qué van a hacer ellos, es todo legal. Saltan las alarmas, esas que cantan mejor que todos los músicos, al avisar cómo toda simulación de la residencia fiscal fuera del territorio español o lo que viene a ser la propia mudanza de residencia fiscal, sin lugar a dudas, es delito y está sometida a vigilancia y todos los ojos abiertos del llamado Plan de Control Tributario.
En todo caso, sin extenderse mucho en la novela, estamos ante una situación fiscal irregular, agravada por ser empleado público. Todos los diplomáticos, y trabajadores públicos en el exterior, sí, están sujetos al IRPF. Cabe la posibilidad de que el ministro Escrivá despierte de la siesta, y hasta le confunda con un influencer, él que persigue sin tregua la publicidad encubierta del sector y al personal que graba melonadas desde el extranjero. Esa multa para youtubers de 600.000 euros, todo un Premio Planeta, puede ser harto musical.
No entendemos nada, no sabemos nada, decíamos, y desde aquí, la máquina de fango, no nos cabe en la cabeza españoles que sean funcionarios en Badajoz y vivan en Lisboa, para ahorrarse todos los cuartos posibles. Esto sí que son letras de cemento armado, en los pseudomedios de la cara más dura, que es la de no ir a trabajar todos los días y vivir en un extranjero de la mitad del cuerpo para abajo, lo justo para tapar el bolo a la hora de la bajada de marea administrativa. A todos, en un parpadeo, se nos viene a la cabeza el hermanísimo que fumaba puros y ocupaba despacho ministerial, tiempos de Felipe, mientras tocaba para todos menos para el inglés, y ataba los billetajos con goma mientras esmaltaba la gomina con pujos de saliva al por mayor. Ya lo decía Azorín: hay que esmaltar la prosa, para colorearla, y que sea bella y sápida.
El hermanísimo toca el violín del silencio bajo la lluvia mediática. No dice nada. Ni afirma ni niega. Su patrimonio, publican todas las máquinas de fango en muchos kilómetros a la redonda, alcanza los dos millones de euros. Su salario, ya está dicho, es de cincuenta mil. ¿El resto? ¿La diferencia? Pura música. Portugal es verde por culpa de vino, sucio debido a una bohemia industrial o lumpen que nunca se fue, y musical, muy musical, porque el fado solo consiste en estar triste y alegre a la vez, o lo que viene a ser la felicidad absoluta de estar triste. Lo dijo Víctor Hugo: «La melancolía es la felicidad de estar triste». El hermanísimo toca el violín de la indiferencia bajo la lluvia de los noticiarios españoles peores. Paco Marhuenda duerme la siesta del fauno. Todos queremos bailar y cantar, sin esta música oscura.