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Viento nuevo

Puigdemont: hinchar o pinchar el globo

«Los catalanes dijeron no al ‘procés’, y ahora busca una segunda parte para el mismo en Madrid, donde siempre estuvo»

Puigdemont: hinchar o pinchar el globo

El expresidente fugado de la Generalitat, Carles Puigdemont. | Europa Press

Lo tiene jodido. Cada vez más difícil. Pide la cabeza de Salvador Illa, en bandeja de plata, y el apoyo independentista (ERC, CUP) para ser investido por todo lo alto –suenen clarines- presidente de la Generalidad. Los segundos serán los primeros, repite como mantra, en la oscuridad de su exilio, donde el fugado es emperador en todos los espejos. Nada respeta, cree ganar tiempo, renueva las amenazas, sube el tono y lo único que está haciendo el señor Puigdemont es el ridículo

Los catalanes dijeron no al procés, y ahora busca una segunda parte para el mismo en Madrid, donde siempre estuvo, porque va de una forma u otra en el apoyo electoral a Pedro Sánchez, pero el callejón ya no tiene salida, no puede Sánchez entregar a Illa, ganador legítimo de las elecciones libres, no puede Puigdemont pasar por delante de Illa sin la rebelión de todos. El pinchazo de ERC, entre otras muchas cosas, son dos mil tíos por las dependencias públicas de la Generalidad que, de pronto, se han quedado sin curro, mientras Aragonés ganará nueve mil pavos mensuales más chófer y alfombra roja donde vaya.

Lo contaron ya todos: Aragonés nunca se fio de Junqueras, ni Junqueras de Aragonés, y comenzaron a espiarse y a seguirse desde el otro lado de la acera, con detectives y lupas de aumento o prismáticos de encargo, pero Junqueras no podía ser presidente, y el apaño resultó muy beneficioso para Aragonés. Ahora, frente a frente, quien pagó con trena sus actos y quien escapó como un conejo sin mirar atrás, Puigdemont frente a Junqueras, dibujan en su perímetro el del exacto precipicio.

Los suyos siguen llevando al del exilio a hinchar el globo, cuando en la intimidad quieren cargárselo, porque bloquea la situación, porque Laura Borrás come ya con los ojos, porque no pueden escapar a los tiempos mismos de la enfermedad. La amnistía será votada el día 30 de este mes, vale, el Senado la rechazó sin nuevas vistas, pero Europa y sus tribunales seguirán con ella a cuestas entre año y año y medio. Cualquier intento por presentarse aquí puede acabar en esposas y celdas frías de castigo y recuerdos. Los nuevos indepes, esas chicas malas de los tres partidos nuevos, ven a Puigdemont como un momio, nada les resuelve, nada les suma y no le tienen el menor respeto, por cobarde y temblón. 

Pedro Sánchez, de una u otra forma, ya le ha pinchado el globo mientras él soplaba a dos carrillos. No va a entregar a Salvador Illa, después de todas las esperanzas, afirmadas para siempre las mejores alianzas. Reventar Madrid, ciego de aire, y dar marcha a atrás a todos los apoyos firmados en la plaza de los leones, tampoco es una salida, porque toda amnistía es un cuento de vieja, pende de un hilo fino y débil, y aquí lo único que cuenta, realmente, es que no lo detengan y lo metan en el trullo con una multa imposible pegada a la frente. El segundo pinchazo, vencidas las mayores tristezas y perezas y asperezas, viene de los suyos: ya no cuentan con él, ya no vale, es el jarrón chino en la casa sin visitas, le dicen a todo que sí pero cada cual planea su orgía por separado. Todo por culpa del cabrón de Illa.

De aquí no me sacan ni con agua caliente, es la respuesta de Junqueras a quienes insinúan el caminito de huellas dejadas en la nieve por Aragonés. Es el momento del duelo a florete y al natural. Nada les une, e incluso en estos momentos de diatriba y concomitancias, el sueño de Puigdemont es comerse a ERC, devorar a ERC secretamente, desde dentro, donde a varios aliados, meras cabezas de turno ocasionales, les calientan las orejas sordas sin descanso. Si ERC no apoya a Junts –es el silogismo en la servilleta- entierra, de forma deliberada, el independentismo histórico y el único fuerte a día de hoy, elegido por las urnas. ERC contesta que la guerra de Junts nunca fue la suya, porque es un vendido y lo suyo es un negocio, y esa pinza PSC-Junts fue muchas noches la amenaza pura de su desintegración. 

Puigdemont sopla el globo, suelta aire, vuelve a soplar, y aquí lo que cuenta es lo dicho, ganar tiempo y marear a todos. El impacto primero, ese de presentarse a nada con la corona de viento, una investidura fallida en plan Feijóo, es solo más prensa, más protagonismo, más heroísmo y la mayor bala, que el procés difunto siga haciendo palanca en Madrid, donde el barco no se hunde. Ningún indepe cuenta con el momio fugado. Junqueras quiere descanso en la oposición, rearmarse con toda la pasta que le va a ingresar Illa en las cuentas y los dos mil tíos descalzos por ahí a los que todavía quizás coloque. Los nuevos, unos quieren concertinas para los moros y otros echar a Colau, que no está dispuesta a irse en patera y pretende, a su aire, hacerse un Ábalos, porque mientras haya sillón y nómina el cuerpo resiste. Los tres mosqueteros lo rechazan: Aliança, Comuns, CUP. Illa, conciliador y silencioso, siente que esto no va con él: es una pelea entre dos viejos amigos sin la menor memoria feliz (ERC, Junts).  

Puigdemont ríe, mientras piensa en pinchar el globo entero de la amnistía, donde el pacto con Pedro Sánchez es su expresión formal. Sopla y el globo crece. Lo peor que le puede suceder es que alguien lo explote en sus narices, pura guardería, sin él contar con ese alfiler ni alfil emboscado. Ocupar su puesto es el mayor trono hoy. Pura dinámica de lo lleno y lo vacío. Este tío nos lleva a la ruina, acuerdan entre ellos. No se puede sorber ni soplar a la vez, le dicen al oído torpe y caliente.  

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