THE OBJECTIVE
Hastío y estío

La frustración exitosa de Carlos Alcaraz

«La belleza de este mundo siempre estará al otro lado de donde se sitúen estos seres despreciables»

La frustración exitosa de Carlos Alcaraz

El tenista Carlos Alcaraz, número tres del mundo, destrozando su raqueta durante su encuentro contra Gaël Monfils en Cincinatti. | Debby Wong (Zuma Press)

A los más frustrados de este país llamado España no les gusta compartir su condición. Las cloacas en que se han convertido sus hígados segregan una bilis negra nada digerible. Chapapote donde chapotean los que son incapaces de hacer nada productivo, pero que les molesta que otros obtengan resultados positivos debido a su esfuerzo y talento. Este estado de frustración suele acompañarse de un efecto paralizador. Son personas a las que no les gusta hacer nada, que se sienten desmotivados por las pocas que hacen y que además hacen mal, y que las que les gustaría hacer no las llevan a cabo porque son conocedores de su nula capacidad de trabajo y de inteligencia para poder hacerlas con éxito. 

La cosa es que este tipo de personas conocen muy bien a sus adversarios. En este caso, el antagonista de esta chusma odiadora es el tenista Carlos Alcaraz. A estos seres, que lo poco que saben hacer es aporrear las teclas de su ordenador mientras lo llenan de la grasa pringosa de las patatas fritas de bolsa que no dejan de comer durante la gran mayoría del día, no les ha gustado que nuestro exitoso deportista golpeara varias veces su raqueta contra el suelo debido a que no le estaban saliendo las cosas en el partido de la manera que él quería. 

No deja de ser curioso que sea precisamente este espécimen de personas las que se coloquen como jueces y defensores de las buenas conductas, el urbanismo, la educación, valores tan deportivos que de ahí nace la expresión de «actuar con deportividad». Que se pongan a dar lecciones de moralidad y de educación un tipo de personajes que lo único que saben es meterse en la red social X a machacar a cualquier persona que ellos piensen que no compartan su manera parásita y alienante de ver la vida no deja de ser irónico, por no decir que muestra el patetismo de su esencia como personas. 

Carlos Alcaraz es un ganador, algo que a estos seres, de los que cada vez dudo más que sean humanos, les pone ante su espejo de personas que se han rendido antes de intentarlo. Odian el éxito basado en sacarle brillo y trabajo al talento y al virtuosismo. Alcaraz se enfadó con él mismo, no le faltó el respeto a su oponente en la pista, el francés Monfils, ni se fue al vestuario para hacer perder el ritmo competitivo de su rival, como si hace, por ejemplo, Djokovic, y del que por cierto, toda esta jauría no dice nada cuando comete estas tropelías. Y es que el problema de esta gente está precisamente en que Carlos es español, y a esta gente no le gusta compartir nacionalidad con alguien que los deja en evidencia. Por no hablar de las voces que tienen en sus cabezas y que les dicen que el murciano es de una ideología determinada, cuando él no ha hecho nunca una declaración donde hablara de esas cosas.

La belleza de este mundo siempre estará al otro lado de donde se sitúen estos seres despreciables. La estética y la plasticidad llevada a cabo en las pistas de tenis por jugadores como Carlos Alcaraz hacen del deporte una disciplina artística y matemática. Se trazan líneas y ángulos que sólo estaban en las mentes y en las manos de gente como Picasso o Pitágoras. El escritor Foster Wallace lo practicó de manera amateur, y eso que era bueno, hasta su adolescencia, pero se dio cuenta de que para él era más fácil escribir tochos de mil palabras como La broma infinita. Por cierto, sería un buen título también para un libro que recopilara las muchas tonterías que han dicho estas personas en los últimos años en sus redes sociales. Un mejor título para ellos sería «La broma infinita sin gracia». 

La diferencia después de esta anécdota —pues es la categoría que debería tener la cosa, y que sólo se magnifica por culpa de estos insatisfechos con las vidas que llevan—, es que Alcaraz seguro que ha aprendido de la acción que llevó a cabo. Los frustrados seguirán en su ceguera, y sólo abrirán sus ojos cuando dejen entrar en ellos a la belleza y al amor. 

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