THE OBJECTIVE
Hastío y estío

Cuando el Puente está colgado de la irrealidad

«Puente ha querido llevarlo un poco más allá, y que dudemos de lo que ven nuestros ojos y los de los demás»

Cuando el Puente está colgado de la irrealidad

Ilustración de Alejandra Svriz.

Lo primero que quiero hacer en este artículo es saludar a Óscar Puente. Un servidor sabe que tarde o temprano este texto acabará en sus manos y frente a sus ojos. Si lo sé es porque fue él mismo el que nos avisó de ello. Fue en el programa de las mañanas de Onda Cero, que Carlos Alsina dirige con inteligencia y perspicacia. El Ministro de Transporte fue a ser entrevistado por este, y allí soltó la bomba. No sabemos si se le escapó, o era algo que tenía planeado, pero lo que sí que quedó claro fueron sus ganas de ejercer como censor. 

Óscar Puente se encontraba a gusto. Le tocaba torear en una plaza de primera categoría. Ni más ni menos que en Las Ventas, y ante un toro de la noble y a la vez fiera ganadería de «Los Alsina». Decidió crecerse en el castigo e intentar cornear a su oponente utilizando su pitón más astifino, el que tiene que ver con controlar los medios de comunicación.

Fue el momento en el que expuso que parte de su equipo del ministerio tenía encomendada la misión de leer cada día la prensa en la búsqueda de noticias que fueran bulos para ellos, es decir, traducido al cristiano, que no sean buenas para sus intereses. Tener a funcionarios, cuyos sueldos pagamos entre todos, leyendo los periódicos en busca de la noticia «maligna», sólo deja una cosa clara, y es que el diablo se viste de exalcalde de Valladolid —de qué peso os habéis librado, querido Peláez—, y su nombre es Óscar Puente.

Lo dicho entonces, señor Puente, un saludo y es un placer que me lea, y me dedique su precioso tiempo. Y más ahora que está disfrutando de sus vacaciones. Me alegra verle jugar al golf de manera tan despreocupada, mientras en una estación de tren madrileña, un día sí y otro también, se suceden las averías que hacen que las vacaciones de los ciudadanos comiencen o acaben de la manera que no se merecen. Recuerde, señor Puente, que son quienes le pagan a usted y al resto del gobierno sus sueldos, con los esfuerzos que ellos sí que realizan en sus trabajos.

Que usted pueda aislarse de sus ocupaciones, cuando estas consisten en responsabilizarse de que los ciudadanos tengan una buena red de transportes —ya que ellos sí que cumplen con su parte del trato al pagar los impuestos de manera religiosa—, habla de la frialdad de su piel con respecto a la de sus compatriotas. Fieles obligados a serlo, y que si no lo hacen son amenazados con el infierno del «fisco», hasta buscarte la ruina. Pero a este gobierno socialista no le importa «comprar» la fe católica cuando les conviene, y hacerles creer aquello de que «Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el Reino de los Cielos».

En España ahora pretende reinar este gobierno «Frankenstein». Les gusta tanto la idea de hacerlo, que por eso no soportan ver en otra familia más «Real», se mire por donde se mire, que la del PSOE, valores más cercanos al pueblo. Un servidor es republicano, pero reconoce que Felipe y Letizia están más preparados que cualquier miembro de este gobierno, y que harían mucho mejor las funciones de estos. 

Pero volvamos a usted, señor Puente, que le habrán dicho que tiene que leerme, y su ego estará buscando como loco cuándo empiezo a escribir sobre su usted. Pero es que está usted tan carente de contenido que si no fuera por el ruido que le obliga su amo a hacer para distraer al personal de lo que de verdad importa, se me haría difícil llevarlo a cabo.

Sin embargo, hay un momento de esta semana donde usted ha pensado que se había superado a sí mismo y a su inigualable fanfarronería. Algo que le hacía sentirse original, único en su especie. Y resulta que ni siquiera lo ha conseguido. Y ahí es donde estaba el artículo, y mi necesidad de escribirlo.

El pasado martes, la estación madrileña de Chamartín sufrió un colapso debido a varias averías. Hay imágenes de distintos informativos televisivos que así lo atestiguan. Quienes lo sufrieron tuvieron tiempo de sobra para compartirlo en sus redes sociales y por WhatsApp. Pues va el señor Puente y niega la mayor, como algunos nazis con el Holocausto, o los terraplanistas con la forma de nuestro planeta.

Esto es lo que puso nuestro imaginativo ministro en sus redes sociales: «Las imágenes de hacinamiento en la estación, y no digamos en el exterior son falsas. No son de hoy». Óscar Puente puede que quisiera justificar lo injustificable, o simplemente hacer ruido a sabiendas de que defendía una mercancía averiada, y nunca mejor dicho. La cortina de humo perfecta para no hablar de Cataluña y su gestión del cien por cien de su recaudación. 

Pero la verdad era otra. Ver si era capaz de parecerse aún más a su jefe. Hacer como este, y que mentir sea simplemente cambiar de opinión. Puente ha querido llevarlo un poco más allá, y que dudemos de lo que ven nuestros ojos y los de los demás. Y es que cuando el «Puente» está colgado de la irrealidad, la caída sólo puede doler si te la crees.

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