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David Broncano: para qué cambiar si funciona

Quizá no haya nada dentro de su humor. Quizá no pretenda competir con sus rivales, sino simplemente hacernos sonreír

David Broncano: para qué cambiar si funciona

Ilustración de Alejandra Svriz.

España siempre se ha distinguido por tener buenos humoristas. Desde Gila, Tip y Coll, Tony Leblanc hasta El Tricicle, Martes y Trece, José Mota y tantos otros. El fenómeno Broncano puede que sea otra cosa, algo que ni él mismo puede explicar. Como dijo el pasado jueves el cómico Raúl Cimas, uno de sus invitados, es difícil entender el éxito de su nuevo programa, en La 1 de RTVE, La Revuelta. En cuatro días ha superado al programa líder de audiencia en esa franja, El hormiguero, de Pablo Motos, con más de 2,7 millones de espectadores, medio millón más que el que emite Antena 3. Con ese acento tan peculiar suyo, Broncano ha confesado que «seguimos haciendo la misma mierda, lo único que sabemos hacer», la que elaboraba en los últimos años en La Resistencia, de Movistar +, por la que ganó un premio Ondas. Tiene otros dos por colaboraciones radiofónicas en la Cadena SER.

David Broncano (Santiago de Compostela, 1984) no ha tocado prácticamente nada de lo que hacían él y sus colaboradores en La Resistencia. Para qué cambiar algo si funciona, sentencia. Y de momento ha acertado de pleno con la diana. Derrotar a Motos, que lleva más de siete años liderando la noche, no era tarea sencilla y menos hacerlo en la televisión pública, «televisión española», como le gusta declarar con ironía, acompañado del griterío de su público y con un bombo como el de Manolo a modo de apertura. Cada noche, de lunes a jueves, se da cita en ese teatro Príncipe junto a la madrileña Gran Vía. Los mismos de siempre: Ricardo Castella, Marcos Grison, Jorge Ponte, etc. Y él, con su deslavazado lenguaje y aparentemente sin guion, y con la improvisación de por medio.

«Vais como Motos», le espetó irónico el miércoles el novelista Juan José Millás, a quien invitó junto al catedrático y antropólogo Juan Luis Arsuaga. Hablaron de todo menos del último libro que acaban de publicar ambos. Con Broncano siempre es así. Si algún famoso pretende hilvanar un discurso coherente, pierde tiempo o se ha equivocado de lugar.

El fenómeno Broncano saltó la pasada primavera a los medios a raíz de la bronca que estalló en RTVE por la división que había provocado su eventual contratación en la cadena estatal. Fue tanto el lío que hubo una crisis en la dirección y derivó en el nombramiento de una nueva presidenta, interina, afiliada al PSOE. Se ha dicho que la contratación a precio de oro del cómico fue una decisión personal de Pedro Sánchez, harto de las críticas que el jefe del Gobierno recibe cada noche en El hormiguero.

Las cifras del contrato, al parecer, son estratosféricas, aunque siempre queda por descubrir el contenido de la letra pequeña. Broncano y su productora, Encofrados Encofrasa, junto con El Terrat, de Andreu Buenafuente, habrían cobrado 14 millones de euros por cada uno de los dos años firmados para la emisión de más de 300 programas en La 1. «Se han dicho muchas tonterías que no son verdad», dijo el primer día de La Revuelta el presentador: «No me ha puesto Pedro Sánchez aquí como si fuese yo su primo tonto del pueblo. Esto no ha pasado. No me hace falta. Yo no cobro 14 millones de euros. Lo he intentado, pero no los cobro. Además, hay que pagar a mucha gente, y luego los 14 millones no salen quitándoselos a los enfermos de ELA o a la Guardia Civil…».

Y el público, su fiel público que le seguía y le adoraba, incluso con insultos, cuando presentaba La Resistencia, entregado ahora como antes, jaleando y gritándole a la cara «ricachón», «funcionario» o «presidente». Y él no se inmuta. Se mueve con su cuerpo alto y delgado y su barba rala por el escenario igual que en el pasado cubriéndose la boca cuando ríe. Sonriente aunque con una mirada un tanto confusa. Broncano es tímido, aunque lo oculte con sus gamberradas y groserías. «Méate un poco en el nuevo sofá», le espetó a la actriz Najwa Nimri el martes. «¿Pero qué dices, tío?», le respondió.

Es difícil entender el éxito de Broncano, que a punto de cumplir los 40 años, bien puede manifestar que está ya en la cumbre de los humoristas consagrados. No se sabe bien si es un bluff, si tiene coherencia lo que afirma o si se ríe de todo el mundo, incluido quien sus detractores aseguran que lo ha puesto en TVE. Es decir, Pedro Sánchez.

En su primera semana el nombre del jefe del Gobierno ha salido más de una vez de su boca y de la de sus colaboradores, con bastante comicidad, al igual que el de Motos. De momento, de otros políticos nada ha dicho. «Este es un programa de comedia. No necesitamos competir», anunció a modo de ideario el jueves. Hace ver que no tiene enemigos, que él es amigo de todos. De sus compañeros de profesión también. Y así quiere confirmarlo enviando un abrazo solidario a Carlos Latre, cuyo programa ha sido cancelado por Telecinco por los malos resultados de audiencia.

Broncano, que ha realizado estudios de informática y publicidad, es hijo de dos docentes, que se marcharon de Galicia al poco de nacer él para trasladarse al pueblo de Orcera (Jaén). Allí hizo sus estudios de bachillerato junto con su hermano Daniel, un clarinetista que fue músico en la Filarmónica de Londres y ahora en la Sinfónica de Tenerife. Daniel, se encarga de decir David, es el serio de la familia. Desde hace unos años organiza en primavera una semana de música y cultura (Música en Segura) en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla.

Él dejó la publicidad para entregarse al humor, irónico y desenfadado, con una mezcla de entrevistador que formula preguntas inconexas y a veces incoherentes. Su referente son los Monty Python, pero para ser justos dista años luz de lo que hicieron el genial grupo ya desaparecido británico. No le importa si cae en la zafiedad o en la palabra malsonante. Es casi imposible no escuchar un taco en un minuto de habla suyo o de sus colaboradores. Sus discursos y sus gestos son menos educados que los de su maestro Buenafuente o su excolega Berto Romero. Y, desde luego, en las antípodas de los míticos programas de televisión de los comediantes estadounidenses Johnny Carson, Jay Leno, Jimmy Fallon o David Letterman. Seguramente en Estados Unidos no podría emitirse ninguno de sus programas.

Son otros tiempos para el humor en nuestro país. Los analistas de televisión han cuestionado desde el primer momento que su contratación en TVE haya sido acertada y hacen pronósticos sobre cuánto durará. Sin embargo, los primeros resultados de audiencia parecen refutarles, si bien es prematuro. Habrá que ver dentro de un mes cuando el programa esté ya asentado y su rival, Motos, se haya puesto las pilas para rivalizar con su competidor. Todo es posible. Lo cierto es que el público de Broncano es gente joven que no suele ver la televisión convencional y que se mueve en YouTube o en otras redes. Jóvenes que no se rasgan las vestiduras si oyen tacos o conversaciones que a veces no tienen ni pies ni cabeza.

Broncano, antes de llegar a la televisión con Movistar Plus y La Resistencia, empezó a dar que hablar en la SER, en el programa de fin de semana de Javier del Pino, A vivir que son dos días. El presentador le ordenaba bajar desde los estudios de la emisora en la Gran Vía madrileña a parar a la gente para hacerles un pequeño cuestionario de preguntas sin gran trascendencia. Se desenvolvía bien y el público, en general jóvenes, reaccionaba bien y se reía. No se sabe si es eso lo que buscaba Del Pino o si el propio Broncano disfrutaba más que sus entrevistados. No era agresivo ni lo es tampoco ahora en la televisión con sus invitados o con el público que asiste al programa. A veces, con sus preguntas absurdas en la calle, recordaba a ese genial Tonino, de Caiga quien caiga, que desconcertaba con sus comentarios a quien paraba en la acera.

¿Cuánto puede durar el éxito del fenómeno Broncano, tal vez mucho más sutil de lo que aparenta? Es difícil de saber. Quizá no haya nada dentro de su humor. Quizá no pretenda competir con sus rivales, sino simplemente hacernos esbozar una sonrisa. En la primera semana de emisión se ha notado cierta obsesión con Motos y Sánchez. Sin insultos, pero con no poca mordacidad. Su colega Grison se subió la segunda noche la camiseta para enseñar a la cámara dos tatuajes en el pecho. En el lado derecho, el rostro de Pablo Motos, y en el izquierdo el de Pedro Sánchez, «que se está borrando», afirmó el colaborador. ¿Tiene un público de derechas el presentador valenciano? «Ese señor blanquea el fascismo y blanquea a gente impresentable», ha sentenciado esta semana la actriz canaria Mónica López, que declinó ir con Javier Cámara a Antena 3 a promocionar su última serie.

Todo lo que está pasando ha sido un sueño, sentenció el jueves Antonio Resines, otro de los fieles colaboradores del programa de David Broncano, ante el alboroto de la audiencia del joven presentador como si quisiera anticipar el desastre final. Tal vez el sueño es complicado que soporte los niveles de audiencia alcanzados en la pública. Pero mientras dure, para qué cambiarlo, parece decir Broncano.

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