THE OBJECTIVE
MANUAL DE BUENAS MANERAS

Adolescentes y niños, ¿educados?

Lo peor de la sociedad comienza en las infancias vandálico/paternas

Adolescentes y niños, ¿educados?

Imagen de un niño con un libro. | Alejandra Svriz

Lo oímos a menudo y con una no pequeña dosis de razón: Los niños, pobrecitos, no tienen culpa de nada. Hasta la pubertad, el aserto es válido, después no tanto. Nos trae a la infancia y adolescencia algo que, tristemente, no podemos dejar de repetir: La actual mala educación general lo ensucia y emborrona todo. ¿A los niños también? Temo que sí, por desdicha. Lo que no obsta para reiterar: detrás de niños o adolescentes mal educados siempre hay padres y madres muy pasotas o aún peor educados. Lo que explica mucho, pero no remedia nada. 

Hace días, sentado un rato en una de esas gratas terrazas del final del verano, veía con curiosidad pasar al público. La mayoría, como es hoy de rigor, prácticamente uniformado, con sus tenis diversos y las inevitables mochilas que, a menudo, duplican el grosor del cuerpo. Así el mochilero que va en un transporte público -adolescente o no- debiera llevar su mochila en la mano, ya que sino se la apea de la espalda, ocupa el espacio de dos y sin duda molestará al de al lado, que acaso se haya hecho coriáceo a las consuetudinarias molestias. ¡Muy triste! Pero en lo que me fijé ese día (la acera es levemente descendente) era en un niño rubito de unos ocho o nueve años, que corría en su patinete, sin ver, sin mirar, dando gritos. La mamá, supuse, muy tranquila caminaba unos diez metros atrás sin percatarse de nada. El niño molestaba, incluso con riesgo de un choque o una caída. La señora (¿?) que llevaba a otra niña de la mano, actuaba con indiferencia absoluta. ¿Su niño lindo no se lo merecía todo? El problema surgió inevitable. El patinete del rubito golpeó a una señora no joven que, cruzando la calle, no se percató de la bestezuela. No pudo evitar el grito: ¡Ten cuidado niño! ¿No te educa tu mamá?  En ese momento la madre paseante, aceleró el paso, llegó junto al niño, sujetando el patinete no leve, y se limitó a decir algo displicente a la señora rozada: Perdone. ¿Bien? En absoluto, la mamá del rubito demostró ser vulgar, incivil e ineducada. Vulgarmente: una burra. Efectivamente, el niño no tiene culpa directa, por su edad, lo que no haría sino duplicar la culpa de esa mamá correctamente vestida, pero salvaje.

Algo parecido ocurre en restaurantes (sobre todo los fines de semana) donde dos o tres familias, con papá y mamá, lo invaden todo con esos feos carritos negros, de nuevo todos iguales, y una pila de niños -se incluye niñas- chillones o corretones, o todo a la par. Los padres de ningún modo debieran inhibirse del trastorno que causan los niños a los demás clientes, pero muy a menudo lo hacen: ¿No es normal que el niño berree? Entonces usted lo acuna, le pone un chupete (¿no serán represivos?) o lo saca un ratito a la calle hasta que se calme la criatura. Por supuesto, el encargado o maître del restaurante debieran llamar, con respeto, la atención de esos padres y exigir el cuidado que no usan, pero como poderoso caballero es don dinero, no hacen nada de nada, por no perder clientela. 

Tuve un tío, arquitecto y hombre muy formal, cuya casa tenía un amplio jardín. Yo iba mucho a jugar con mi prima, sólo un año mayor que yo. Sin duda gritábamos y saltábamos, pero era un jardín privado y aún así mi severa tía, nos vigilaba. Comíamos en el comedor, presidido por mi tío que apenas nos miraba, pero si su hija o yo nos salíamos del decoro, nos lanzaba una mirada grave, y a la segunda nos advertía con toda seriedad: Sino os comportáis, vais de inmediato a comer a la cocina. No era tan severo como aparentaba, y creo que nunca fuimos cerca del fogón, pero su autoridad era tal, que nos calmábamos, entre sonrisitas, y retornábamos a ser civilizados. ¿La educación tiene algo de represión? Sin duda. Esa «represión básica» que dijo Marcuse, imprescindible para que funcione la sociedad humana. Los padres responden de sus hijos pequeños (asilvestrados hoy) y ya sabemos que, si los padres no hacen nada, los niños tendrán una muy alta posibilidad de devenir asnales.

A los adolescentes de 16 a 19, digamos, hay ya que pedirlos responsabilidades directas. Son sujetos pensantes de sus actos, aunque las sombras paternas sobrevuelen. Pero son los púberes, chicos y chicas en el entorno de los 12, los más terribles. Por experiencia propia de niño acosado en el colegio de El Pilar, sé que no hay nada más brutal que los restos de la inocencia infantil, unidos a la rudeza con que el muchachito desea mostrar su virilidad naciente. La mezcla sin control de rudeza de machito e inocencia de virgen, crea uno de los especímenes más brutales de la raza. ¿Quién controla eso sino padres y educadores? ¿Lo hacen? Llegan a tener hasta miedo de lo que luego puede ser la horda, si falla el control educativo. El tema es largo y sólo pergeño unos apuntes. Pero lo peor de la sociedad comienza en las infancias vandálico/paternas. 

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