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Montanoscopia

Inmaculada concepción de Jobim

«Me conmocionó caer en que las composiciones de Jobim eran obra de una persona, que podrían no haber existido»

Inmaculada concepción de Jobim

Antonio Carlos Jobim. | Dominio público

1. Me ponen malo los homenajes a la Constitución: palabras psicopáticas de sus maltratadores. Aterradoras imágenes: el presidente del Tribunal Constitucional, la corrupción facial que lo delata; la presidenta del Congreso, aprovechando la ocasión para soltar un mitin; el presidente del Gobierno, que combina lo de uno y lo de otra (al fin y al cabo, en ellos manda, anticonstitucionalmente). Los socios del Gobierno (los que conforman el «somos más» del que presumió Sánchez), ausentes y atacando o presentes y atacando. Tampoco vale la defensa del PP: ¿cómo va a haber defensa con apropiación, si la Constitución, si es algo, es porque es de todos? Son la carcoma. Son la bomba atómica que nos ha caído. Es absurdo, pero sueño con que todos ellos sean borrados. ¡Todos! Y que les sobreviva, platónicamente, la Constitución. Para un supuesto pueblo que no existe, ni siquiera platónicamente.

2. He terminado la relectura completa de Las personas del verbo, de Jaime Gil de Biedma, en la edición de Cátedra y he reparado en unos versos que siempre había pasado por alto; quizá porque los españoles, desde Franco, no habían vuelto a mostrarse franquistas como ahora con Sánchez (¡el 23-J fue nuestro anti 20-N, incluso nuestro anti 6-D): «Y a menudo he pensado en otra historia / distinta y menos simple, en otra España / en donde sí que importa un mal gobierno». Están en el mencionadísimo poema Apología y petición, el de «De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal». Después de la moda de citar estos versos, se puso de moda denostarlos y criticar el pesimismo de quienes los citaban. Entre tales denostadores había más de uno (¡y una!) que hoy son sanchistas: lo que corrobora (hasta las heces) el pesimismo de los otros.

3. Una obra poética breve como la de Gil de Biedma es lo ideal, porque permite muchas relecturas: y en cada una, la captación de nuevos matices; el descubrimiento de percepciones nuevas y de profundidades. En mi penúltima visita de hace un par de años, me asaltó esto de Pandémica y Celeste: «Mi amor, íntegra imagen de mi vida, / sol de las noches mismas que le robo». Y en la actual, junto con otras cosas, esto de Ultramort: «Me asomaré callado a ver el día, / contento de estar solo / con la vida bastante. // Encontrar en la cama otro cuerpo, / no más que algunas noches, / será como bañarme». 

4. Antonio Carlos Jobim murió hace treinta años: el 8 de diciembre de 1994. En los cinco que yo llevaba aficionado a la música brasileña, sus composiciones se habían instalado en mí como algo eterno y natural. Y entonces me conmocionó caer en que eran obra de una persona, que podrían no haber existido. Me volví a poner sus canciones y habían crecido en belleza; a la majestuosidad y la ligereza se había añadido la contingencia, que les otorgaba tragedia e intensidad.

5. Para estar con Jobim he leído un libro de artículos de Ruy Castro sobre el «maestro soberano», recopilados para la conmemoración: O ouvidor do Brasil. 99 vezes Tom Jobim. Es una delicia, digna del tema. La idea fundamental la recupera Castro de su libro Bossa Nova: «Siempre que Jobim abría el piano, el mundo mejoraba».


6. Además de componer la mayoría de las canciones de Chega de saudade (1959), de João Gilberto, y Getz/Gilberto (1964), Jobim tocaba el piano en ambos discos. Entre los instrumentales del propio Jobim, los favoritos de Castro (y míos) son: The composer of Desafinado plays (1963), Wave (1967), Tide (1970) y Stone flower (ídem).

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