Elogio a Carlos Alsina
El periodista mezcla información y entretenimiento con una inteligencia fresca e irónica, y una retranca marca de la casa
La última oleada del EGM ha dejado un claro ganador, Carlos Alsina. El programa que dirige y presenta Más de uno ha subido casi un 11% con respecto al año anterior, con un total de 125.000 oyentes más que en 2023. Es el único programa que sube en audiencia respecto al año pasado, y a la última oleada. Un servidor se alegra de ello, pues se siente muy bien representado por un periodista que mezcla la información y el entretenimiento con una inteligencia fresca e irónica, y una retranca marca de la casa, siempre necesaria, y más en estos tiempos tan inestables como indescifrables.
Alsina es el rey de las entrevistas a los políticos. Se han convertido en el mayor espectáculo del mundo. Un circo mucho mejor que al que fue Urtasun. Se le pone delante el morlaco en cuestión, y él a pecho descubierto le busca el pitón más astifino con el que pueda ser cogido. Le da igual el derecho que el izquierdo. Pasarse muy cerca del cuerpo a alguien del Partido Popular o del Partido Socialista. Él busca el sometimiento de ambos. Y a fe que lo consigue, se sabe ganador cuando se le escapa esa sonrisilla irónica de niño juguetón que disfruta con la trastada de poner en compromiso a la otra persona. Observar como el político en cuestión titubea o da vueltas y círculos sobre un discurso ya mareado, y que sólo tendrá descanso cuando caiga desmayado o se rinda. Un ejemplo fue el de ayer con Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática. El canario terminó sin saber si era una hora menos o una hora más lo que había pasado cuando terminó la misma. El que siempre estuvo «presente» fue Alsina.
Un servidor tiene sus secciones favoritas, aunque le guste todo el programa. Disfruto mucho de los viernes como hoy, porque acude al programa Raúl del Pozo. El gran maestro y patriarca del articulismo en particular, y del periodismo español en general. Puede parecer contradictorio que un artículo que pretende elogiar y loar a Alsina, el masaje principal se lo proporcione al que mejor escucha «el ruido de la calle». Estoy seguro de que a Carlos no le importará compartirlos con el dandi de La Mancha. «Viva el vino» se llama su sección, y en ella hace oral su escritura. La uva es masticada por sus palabras que diseccionan nuestra realidad política y social. Del Pozo se hace sumiller a primera hora de la mañana de un viernes para provocar una ebriedad sosegada e informada que compense la semana laboral, cada vez más etílica. Pero a mí escucharle me provoca sed de champán. Su mensaje burbujea y dora el amanecer como no lo hace el sol.
Me gusta también la «Cultureta de los viernes». La buena, como dice Alsina, y tiene razón. No hay director de orquesta como él para dirigir a un grupo de personas que tienen la suerte de dedicarse a ver películas y series, y a leer libros. Rubén Amón, director de la Cultureta nocturna, como amante de la música clásica, lo sabe mejor que nadie. Un Amón, taurino, atlético, y exvotante de Ciudadanos sabe que necesita de alguien que se ponga al volante. Un Rubén Amón que aun con esas cualidades es una de las personas donde más se apoya Alsina. Todo maestro echa un borrón, aunque este también sea audaz, fresco e inteligente. Después está Rosa Belmonte, la alegría de la huerta (perdona por el chiste fácil) con sus hallazgos construidos desde el mejor costumbrismo, poeta en Nueva York o en Madrid que se levanta muy pronto para poner las calles a los que se duermen en los laureles (murcianos o de dónde sean). Sergio del Molino, paisano de un servidor y escritor. Su maña probada para la cosa creativa se rinde ante la insurrección de su barba. Nacho Vigalondo, cántabro al que quedarse escuchando hablar de lo que sea, todo lo contrario que me pasa con Revilla. Cineasta cuyos juegos de palabras son cortometrajes para nuestro deseo. Si me hacen elegir entre La revuelta y El hormiguero, yo me quedo con Los felices 20 de Vigalondo. Sin duda el mejor programa de la televisión de lo que llevamos de siglo. Una obra de arte. Un programa de culto.
Podría escribir sobre otras secciones, pero el espacio en un artículo es especialmente finito. Así que acabaré por el final. Buscaré la congruencia con la esperanza de que me encuentre cuando más la necesite. Y el programa siempre termina con el gran Josemi Rodríguez-Sieiro. Gallego en Madrid. La luz de Vigo antes de que su alcalde, Abel Caballero, provocara el gran deslumbramiento. Él sí sabe a dónde va y de dónde viene. Pijo adorable con perro que le ladre. Gafas pequeñas, pero de mirada larga. Ejemplo perfecto de que las mejores esencias vienen en frascos pequeños.
En definitiva, enhorabuena a Carlos Alsina por su mirada radiofónica que desprende vida inteligente, ahora que está en grave riesgo de extinción. Pocas veces los que son realmente buenos en lo suyo tienen éxito. Habrá que celebrarlo, pero tendremos que esperar a que llegue el lunes y sean las seis de la mañana.