Ángeles Caballero, la francotiradora
«El problema no es decir o cometer una barbaridad, sino que la diga alguien antagónico a mi pensamiento ideológico»

La periodista Ángeles Caballero. | Carmen Suárez
Por desgracia, el sentido del humor y de la ironía están puestos a debate y a sentencia pública desde que los postulados woke se impusieron hace ya una década. El humor y la ironía son dos armas cargadas de inteligencia e independientes a todo poder político, económico o social que quiera dominarlas y dispararnos con ellas. Pero el progresismo woke no se lleva bien ni con la libertad ni con la democracia, y que son ellos los que deciden lo que se puede o no decir, lo que tiene gracia y lo que no, lo que es ofensivo y lo que es tener la piel demasiado sensible. En definitiva, ellos son la única verdad posible, y por tanto irrebatible. Ellos son el bien absoluto, y los demás demonios que remueven calderos donde ablandar los niños crudos que se comen. Si lo haces saldrás escaldado, masacrado por un falso buenismo que lo que esconde es una censura y una destrucción absoluta de quien no piense como ellos. Por suerte les queda poco de hegemonía cultural, y tendrán que esconderse de los vergonzosos actos que han cometido durante este tiempo.
El último ejemplo de los de su estirpe en España es Ángeles Caballero. Se trata de una periodista que colabora entre otros programas en el de las mañanas de la Cadena Ser presentado por Ángels Barceló. Nuestra protagonista quiso hablar sobre la investidura de Donald Trump y no para bien, ni la originalidad ni la sorpresa cotizan al alza en estos años grises y extraños. Dijo palabras textuales como las siguientes: «Melania lució un sombrero como escudo para que no le viéramos la mirada y poder esquivar el beso de su marido. Vestida de luto, no por América sino por la vida que le espera. Dosificando sonrisas, haciendo como que todo va bien, que nunca antes estuvo mejor. Se vivía mejor sin agenda pública, Melania. A veces parecía que rezaba porque la próxima vez el francotirador tenga un poco más de suerte».
Y se quedó tan pancha. Un servidor imagina que alguien de la otra gran cuerda ideológica, sí las simplificamos en izquierdas y derechas, dijera algo parecido sobre un político o periodista progresista, y la escabechina que hubieran formado los de la secta woke no hubiera sido pequeña, precisamente. La sensibilidad sólo hay que tenerla con los suyos. Desear la muerte, eso sí, escondida bajo un probable pensamiento de Melania, por no tener valor para decirlo sin ningún tipo de escudo, está muy bien, si es contra mi enemigo. Bien finas tenían sus pieles Ángeles Caballero y los suyos cuando Abascal dijo que «el pueblo querrá colgar de los pies a Pedro Sánchez». El líder de Vox también se equivocó al poner de parapeto al pueblo, aunque él creyera que fuera así, por no atreverse a decirlo directamente.
Y esto habla de ese gran mal de nuestro tiempo, que no es otro que estar viviendo un momento dónde lo importante no es la cosa en sí, sino quién la cometa o realice. El problema no es decir o cometer una barbaridad, sino que la diga alguien antagónico a mi pensamiento ideológico. Si lo hace alguien de los míos, ejerceremos una huida hacia delante donde se justifique todo, aunque no sea creíble ni para un mono hasta arriba de ácido.
Todo esto lo comenzó una dictadura woke que ahora se revuelve ante el final de sus días. Jueces sin toga y sin nada que les cubra. Han quedado desnudos y a la intemperie de una falsa y sesgada moral. El invierno les llega, pero también la libertad auténtica, la que es de todos, pienses como pienses, y no la de unos pocos. Un servidor cree que no es casual que Ángeles Caballero estuviera obsesionada con la palabra «francotirador», pues los suyos han decidido que este año con su simpleza habitual, ser más literales que nunca. Han decidido tirar de Franco, o tirar con Franco, que ellos elijan la que prefieren, y disparar con un fogueo que traspasa a muy poca gente. La gran mayoría de personas reniegan de las dictaduras reales como las de Franco o Fidel Castro, y también de las sociológicas llevadas a cabo por los poderes mediáticos y a través de las redes sociales.