Europa nos pone firmes
España está abocada a un ajuste presupuestario para dar cabida al gasto estructural en Defensa que exige Bruselas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. | A. Pérez Meca (Europa Press)
No hay sosiego para un país tan severamente endeudado como España. La vulnerabilidad que representan los 1,621 billones de euros con que se ha cerrado el año 2024, deja muy escaso margen de maniobra a cualquier emprendimiento o aumento del gasto al que se vea comprometido el Estado. Y este es el caso que sobreviene con la nueva política norteamericana en cuanto a la defensa europea, seriamente debilitada en el caso de que Donald Trump cumpla sus amenazas en relación con la OTAN.
Hasta aquí podríamos consolarnos con atacar al presidente norteamericano, pero a partir de ahora este argumento ya no sirve de disculpa, pues la Unión Europea ha tomado conciencia de que lo que viene ocurriendo con Ucrania desde la ilegítima invasión rusa atenta directamente contra todo el territorio europeo y por tanto, debe tomar una posición mucho más activa en cuanto a la defensa de su integridad territorial.
Y los socios europeos nos interrogan sobre nuestra aún más precaria situación en materia de Defensa y lo que supone de debilidad para el conjunto. Así las cosas, España debe hacer un esfuerzo económico muy notable hasta alcanzar una inversión sostenida algo superior al 2 por ciento del producto interior bruto (PIB). Esa inversión suplementaria estaría entre 11.000 y 12.000 millones de euros, según algunos cálculos, con carácter estructural y permanente.
De esa estructuralidad se habla poco o, simplemente, se pretende ignorar, pero hay que insistir en ello. No se trata de que este año haya que poner mucho más dinero, se trata de que la cantidad, cifrada en el 2 por ciento del PIB, es la base que hay que mantener para siempre. Eso es lo que no ha dicho Sánchez, que en cada presupuesto anual habrá una partida de esas proporciones.
Las carencias defensivas europeas las tenemos que afrontar los países europeos, cada uno en la proporción de inversiones respecto al PIB que le corresponde. Y aquí viene a cuento decir con claridad que España tiene que ponerse al día con un ajuste presupuestario equivalente. Dicho aún más claro. El Gobierno tendrá que recortar otros gastos o aumentar los ingresos, aunque la primera reacción del Ejecutivo ha sido apelar a endeudarse más.
La Europa vacilante de Ursula von der Leyen ya ha encontrado una primera cataplasma con los cerca de 100.000 millones no dispuestos de los fondos Next Generation, que evitarían un choque de realidad tan abrupto como es necesario. Y no faltan voces, entre ellas la del Gobierno español, que piden que se emita deuda europea mancomunada para hacer frente al ingente gasto militar por realizar.
Hasta ahora, lo más claro es lo que ha dicho el comisario de Economía y Productividad de la Unión, Valdis Dombrovkis, sobre arbitrar una suspensión de un año en las reglas de estabilidad que rigen desde el mes de enero. Un mayor déficit en 2025 no lleva a ninguna parte, salvo a empeorar la cuantía de la deuda y, por ende, a debilitar la prima de riesgo.
Buscar la salida por la deuda europea mancomunada no parece realista. En primer lugar, porque hay países que cumplen sobradamente sus inversiones en defensa y tendrían que aceptar un riesgo sin necesidad. Por otro lado, la apelación al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) o al BEI habría de hacerse país por país y, en cualquier caso, no resolvería el problema de fondo.
En una España que vive una segunda prórroga presupuestaria, sin una perspectiva clara de contar con presupuesto a lo largo de este año, se encuentra con que entre los intereses de la deuda y el gasto en Defensa comprometido tendrá que preservar recursos de entre el 4 y el 4,5 por ciento del PIB para garantizar estas partidas y no solo para este año.
Con o sin mayor tolerancia en cuanto a las reglas de estabilidad presupuestaria por parte de Bruselas; con escasas perspectivas de que la recaudación fiscal crezca a ritmo semejante al del año pasado (7,7%), la realidad a la que se enfrenta el Gobierno con el aumento del gasto en defensa es muy preocupante. Máxime con los compañeros de viaje con los que cuenta.
Por otra parte, en términos de retorno del gasto en Defensa, no hay que hacerse muchas ilusiones en el corto plazo debido a la índole de nuestras carencias. Si las cosas se hacen bien, en unos años, esos retornos podrían ser verdaderamente gratificantes.
Europa nos ordena. ¡Firmes!