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Opinión

UE: no fue para esto que dieron su vida en Normandía

«La UE está mal y va a peor, amenazando y no protegiendo la libertad y la prosperidad de los europeos»

UE: no fue para esto que dieron su vida en Normandía

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. | Philipp von Ditfurth (Europa Press)

Los 27 países de la UE tienen una deuda pública de 14,5 billones de euros, equivalente al 82% del PIB. La mitad de los países miembros supera el supuesto tope del 60% del PIB.

El presupuesto plurianual de la UE 2021-2027 asciende a 1,2 billones de euros (unos 173.000 millones anuales). Además de las aportaciones de los países socios y de los aranceles aduaneros, la UE financia una pequeña parte de ese gasto con un impuesto propio sobre los plásticos no reciclados. 

Sobre ese gasto, se vienen lanzando gastos a escala europea. Para no aumentar las aportaciones nacionales y dado que la deuda de los países es enorme, Von der Leyen (colocada ahí, recordemos, con los votos del PP y del PSOE) decidió financiarlos con deuda «europea». 

El primero de esos planes de gasto son los fondos NextGen, de más de 800.000 millones de euros entre 2021 y 2026, financiados totalmente con deuda. El «Mecanismo para Ucrania» supone, hasta 2027, 50.000 millones de euros de gasto adicional, de los cuales unos 33.000 surgen de más deuda. 

La deuda europea, que hasta 2019 era de unos 60.000 millones de euros (originada en los rescates a Grecia, Portugal e Irlanda), ahora se acerca a los 800.000 millones de euros y seguirá creciendo: el informe Draghi propone gastar 800.000 millones de euros anuales más mientras que Von der Leyen acaba de anunciar una iniciativa para gastar otros 800.000 millones de euros (desconozco el origen de la querencia de los euroburócratas por esa cifra) en defensa, de los cuales al menos 150.000 millones serían más deuda europea.

Por si fuera poco, sigue su curso el proyecto de ampliación de la UE con otros ocho miembros, con Ucrania a la cabeza. Como se trata de países paupérrimos, la ampliación costaría unos 20.000 millones de euros extra por año, a lo que habría que sumar el coste de la reconstrucción de Ucrania, por el que la UE pagaría cientos de miles de millones de euros, presumiblemente también mediante deuda.

Aun suponiendo que los mercados decidan prestar voluntariamente estas increíbles cantidades, multiplicar la deuda de un continente ya endeudado en exceso es el camino al empobrecimiento: si la economía europea ya está esclerotizada, el creciente peso de la deuda pública no hará más que reforzar su parálisis. La realidad es aún peor, porque la Comisión Europea viene insistiendo en aumentar sus «recursos propios» Es decir que, además de la miríada de impuestos nacionales que paga el sector privado, también tendrá que pagar impuestos «europeos» (ya se negocian tributos sobre el carbono y el sector digital).

Este sinsentido económico podría explicarse por objetivos políticos concretos, aunque nada tengan que ver con la paz ni el bienestar de los europeos: centralizar más el poder en Bruselas, para que euroburócratas eco-friendly no electos por el voto ciudadano puedan imponer su agenda liberticida, climática y globalista, como ya vienen haciendo.

La multiplicación de la deuda (llegaría a 3 billones de euros en 2035) y el gasto «europeos» hará que se presenten como «inevitables» una gestión centralizada de los recursos públicos y una política fiscal «europea». Todo el poder que gane Bruselas será quitado a los gobiernos nacionales. Si el 80% de las normas nacionales ya tiene su origen en reglamentos y directivas europeas, llegar a la irrelevancia de los gobiernos nacionales que sí votamos está más cerca de lo que parece.

La guerra en Ucrania es un pretexto ideal para el plan centralizador, pues promueve más gasto y decisiones centralizadas. Lo mismo que la ampliación de la UE con ocho países: al hacer inviable la regla de unanimidad con la que ahora funciona la Unión, se pasaría a una regla de la mayoría, que facilite el control de los euroburócratas y la imposición de su agenda.

Una agenda liberticida que tendrá su culmen con el lanzamiento del euro digital, trágico experimento a cuyas negativas consecuencias me referí en un artículo anterior.

Las calles de nuestras ciudades están llenas de carteles que quieren convencernos de las bondades de la UE. Pero esta Unión Europea no tiene nada que ver con el proyecto original de Adenauer y Schuman, de países soberanos que comercian libremente y cooperan voluntariamente entre sí en un número de materias.

La UE está mal y va a peor, amenazando y no protegiendo la libertad y la prosperidad de los europeos. No fue para esto que tantos jóvenes dieron su vida en Normandía.

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