El estilo Trump, ¿estilo?
«Doblegar o alejar a Trump es volver a ser nosotros, y en tanto defendernos no comprando nada ‘made in USA'»

Ilustración: Alejandra Svriz.
A menudo se habla (y no sé si el tropo suele ser atrevido) de los «estilos de gobernar», obviamente en política. Por ejemplo, cuando el exactor Ronald Reagan llegó al poder en Estados Unidos en 1981 -y duró hasta el 89- mucha gente, incluso estadounidense, habló del «estilo cowboy«. Es decir, Reagan, con aires duros, de vaquero sin modales, iba a ser la tosquedad misma, de la que tanto se acusa -con razón a veces- a la clase media yanqui, que ni sabe dónde está Suecia. Reagan coincidió casi plenamente en sus años de poder, con la «dama de hierro» británica, la primera ministra Margaret Thatcher, que gobernó de 1979 a 1990. Thatcher ganó el pulso a los mineros de su país, en una larguísima huelga, mandó a la Armada británica a recuperar las lejanas islas Malvinas, con lo que de paso ayudó a derrocar a la dictadura militar argentina, pero también tuvo en Londres, protegido y bien atendido, al dictador chileno Augusto Pinochet, a quien medio mundo denostaba. ¿Dónde está ahí el estilo de gobernar, globalmente conservador? Thatcher (no era gringa) siempre vistió como una señora de la clase media alta, lo que al parecer gusta al público británico. Reagan -con menos tradición vestimentaria- fue mejorando su atuendo con los años, y a la postre los smokings le sentaban bien. Pero en estricta política siempre fueron y quisieron ser duros.
Bien, si estos fueron duros (y lo fueron), ¿qué diríamos hoy de este ogro brutal y zafio, Donald Trump, que ha vuelto peor que dura, salvaje, a la Casa Blanca? Dudo que en Trump se pueda hablar de «estilo» a no ser que pensemos, como imagen, en un combate de boxeo, o en aquel brutal combate de la Roma antigua, el pancracio, en el que cualquier golpe o patada estaban permitidos. Digamos que Trump quiere cambiar el «orden mundial» (lo de «orden» es un decir) fabricado en Yalta en 1945, tras la 2ª Guerra Mundial. Rehacer las esferas y núcleos de poder no es raro, pero hacerlo a mandobles y empellones es alucinante y eso es lo que Trump está haciendo ahora mismo.
Europa ha sido en teoría el gran aliado de EEUU, pero eso cada vez pintaba menos. En realidad, ahora lo vemos claro, Europa ha sido desde la Guerra Fría una colonia militar y económica de los yanquis. Trump ha decidido que Europa es un museo de antigüedades que le importan un bledo -ignorante como es- y nos manda de un patadón al sótano hosco de una guerra comercial tremenda. A lo mejor la adormilada Europa, con este empujón del bárbaro, sale de su error. El estilo europeo hoy -opuesto al trumpista- debe de ser más antiyanqui que nunca. Tenemos que crear una independencia, que no hemos tenido. Por supuesto, boicotear los productos USA, llenarlos de gravámenes e ir haciendo que los estadounidenses se vayan. De la base naval de Rota, por ejemplo, pero no a lo bruto como quiere Podemos, que doblaría el mal. Han de pagar más caro el arriendo y en cuanto se pueda (siempre con la Unión Europea) convertir Rota -un ejemplo entre muchos- en una base naval europea, sin yanquis ninguno.
El tono (¿estilo?) salvaje de Trump está en amenazar a Canadá o a Dinamarca, por el tema de Groenlandia. Todo carece de medida y es propio de un boxeador sonado, si no fuera por la contradicción que busca el viejo «América para los americanos», al tiempo que, y es lo opuesto, se lanza a una expansión neocolonialista. Siempre sentí como mal estilo que los EEUU se llamaran unilateralmente «América», que es un continente gigantesco, del que no son ni la mitad. Igual error despreciativo es llamarse «norteamericanos», pues América del Norte es, además, Canadá y México, grandes países. No más «americanos», o gringos o estadounidenses, eso es estilo europeo. Debemos apartarnos lo más posible de Yanquilandia (penoso Abascal, antiespañol para ser el tercerón de Trump), debemos de no comprar productos yanquis, y al golfo de México lo debemos seguir llamando así -antes Golfo de Nueva España- y no golfo de América. No debiéramos nosotros olvidar que el «estilo» Trump es visceralmente antihispánico y que irá en contra de todo lo de origen español, tan grande en EEUU. El «estilo» Trump es el de un oso pardo que enseña las garras y ruge, porque sólo eso sabe.
El modelo presidencial del Donald de la fea corbata larga, es el presidente (por cierto, de muy torva jeta) William McKinley (1843-1901) quien antes de morir asesinado por un anarquista, fue quien dirigió y comandó la guerra expansionista contra España, engañando con interesada ayuda a Cuba, Filipinas y Puerto Rico, donde no había rebeldes. Trump se retrata en McKinley, el inicio duro del expansionismo yanqui. Doblegar o alejar a Trump (y su horrendo estilo) es volver a ser nosotros, y en tanto defendernos no comprando nada «made in USA». Trump se hará daño a sí mismo. De momento ya se dice que su estiloso ‘Make America great again’ debe leerse como ‘Make America beast again’. Vuelve a hacer bestias a los EEUU. Y un viejo de 78 años.